PACIENTE: GRETA VAN FLEET – ”STARCATCHER” (Republic /UMG) 2023)

HISTORIA CLÍNICA: Finalmente Greta Van Fleet está empezando a pisar un territorio cuyo suelo se parece bastante a la madurez. Denostados desde el comienzo de su carrera por ser tildados como un grupo de adolescentes clones de Led Zeppelin (me incluyo), pareciera ser que el cuarteto oriundo de Michigan cada vez se parece menos a una fotocopia del grupo liderado por Jimmy Page. En su disco anterior, “The Battle of Garden´s Gate” ya habían insinuado algunas de las mismas cartas que en esta ocasión.¿Las referencias zeppelinescas se han disipado? De ninguna manera. El tema es que ahora, estos pibes ya no rondan el plagio, van más por capturar el espíritu de Zepp, que por el calco. Lo que Rival Sons supo hacer tan bien desde el arranque de su carrera, digamos. Pero además,  ese espíritu se acerca al Zeppelin más “experimental», el mismo de discos como “Houses Of The Holy” o “Physical Graffiti”, que a la etapa más cruda comprendida por los tres primeros trabajos de la banda inglesa. El tema es que logran hacerlo sin sonar tan retro o vintage, pero además empiezan a aparecer rasgos estilísticos propios de la banda, sin tantas deudas hacia terceros. En el disco casi no hay rockanroles intensos y cortos, ni con estructuras gancheras propias de un hit.

Sí en cambio, hay cierto aire proggie (“The Indigo Streak”, recuerda a Yes con líneas vocales que remiten a Jon Anderson antes que a Robert Plant) en varias canciones muy trabajadas, que confirman que si bien la originalidad no parecía ser el principal atributo de la banda, en materia de ejecución siempre fueron impecables. Uno de los momentos destacados del álbum es el primer corte de difusión, “The Falling Sky”, con la voz de John Kiszka más chillona de lo habitual, sonando casi como un temprano Geddy Lee, acompañada por una más que solvente labor de su hermano Jake en guitarras. El breve “Runway Blues”, es el único surco del álbum donde pisan el acelerador a fondo, y uno se queda con ganas de más. Es un detalle que sorprende que la mayoría de los temas sean mediotiempos que apelan más a cierta emotividad intimista que al sacudón rockero, en el que quizás sea el talón de Aquiles del disco (dije “talón”, no “Achilles Last Stand”, se parecen a Zeppelin pero tampoco es pa’ tanto). Tal vez un poco de alternancia con canciones una mayor intensidad y directas harían la escucha un poco más llevadera.

DIAGNÓSTICO: cuando Greta Van Fleet se presentó en sociedad allá por el 2012, dividió aguas de entrada. Debieron enfrentar burlas y lidiar con numerosos detractores que los tildaban de ser poco menos que una banda tributo. Pero también supieron granjearse una popularidad como casi ninguna banda de rock and roll surgida desde entonces hasta acá. Hoy el R&R no es un estilo hegemónico, y el cuarteto de los hermanitos Kiszka aparece casi sólo en el ejercicio de trascender ciertos nichos. Los años parecen no haber pasado en vano, y tal vez les haya llegado a GVF la hora de enarbolar esa bandera con más prestancia que nunca

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