PACIENTE: MELVINS «Tarantula Heart» (Ipecac Recordings, 2024) dur 39.48

HISTORIA CLÍNICA: Basados en previas experiencias, a esta altura del partido es casi imposible decir que un nuevo álbum de Melvins será más loco que los anteriores; no obstante, «Tarantula Heart» logra esa intención (si es que esa es su intención) a partir de su entorno compositivo. Tras reunir a un tal Roy Mayorga (Sí, el mismo de Stone Sour, Hellyeah y Ministry) y Dale Crover, King Buzzo dejó que los dos bateros se divirtieran creando, inventando, superponiendo o diluyendo patrones rítmicos a su libre albedrío para luego componer por su cuenta las partes de guitarra y bajo, una vez más prerrogativa del ahora muy fiel Steven McDonald. Grabado, mezclado y co-producido por Toshi Kasai (colaborador de larga data de Melvins), el resultado es un disco que manifiesta plenamente un espíritu de digresión y diversión, con un resultado por momentos delirante, pero ciertamente más variado en esencia que los últimos lanzamientos. El primer tema, «Pain Equals Funny», es el corazón del disco y también aquel donde que emerge la impronta de la improvisación pura, evidentemente muy reflexiva: la referencia -al menos conceptual- es el eléctrico Miles Davis, y el resultado son unos veinte minutos de caos lisérgico dentro de los cuales Buzz no desdeña citarse a sí mismo en breves fragmentos, construyendo de todos modos junto a sus secuaces un verdadero mastodonte sónico, complejo pero cautivante, que alterna destellos de pura melodía, oscuridad y digresiones ambientales casi dark.


El siguiente tema, “Working The Ditch”, tiene profunda intensidad sludge/doom, cosa que siempre ha sido inherente a la banda de Buzzo, que en sus intrincados trinos de guitarra se apoya aquí en su colega guitarrista Gary Chester (We Are The Asteroid, Ed Hall) y elige un tono abrasivo y al al mismo tiempo una línea vocal psicótica, especialmente en el final, que en otro momento del grupo podría haberse obtenido fácilmente de un loop de vinilo. La extraña melodía disonante de «She’s Got Weird Arms», cercana al sonido de XTC, devuelve a la banda a sus momentos más lúdicos y es quizás el mejor ejemplo de lo que relata Ipecac en las líneas de presentación del álbum, es decir, cómo en ciertos pasajes el oyente se encuentra en medio de un musical con Judy Garland. El disco vuelve a cambiar de cara mediante el garage punk (versión Melvins, claro) de “Allergic To Food”; aquí la batería, o más bien LA batería, gira hacia un sonido caótico y sucio, retomado también por la distorsión vocal, y el resultado es un encuentro loco pero convincente entre el Mr. Bungle de su amigo Mike Patton y la vieja -pero nunca muerta- escena de Detroit. El metal puro de «Smiler» cierra el círculo: lleno de adrenalina, su riff escarpado parece hecho para exaltar al público en los shows en vivo, sin perder el componente más ácido y experimental de la práctica.

Finalmente, el valor agregado está en el concepto de la obra, creado por Mackie Osborne, esposa de Buzz, cuyo arte visionario es fundamental por su capacidad de dar forma visual a la música a través de la invención de criaturas antropomorfas, cuyo actor principal en este caso es una Parca desconsolada con un corazón rojo en sus manos, con oscuras gotas de lluvia sangrienta y figuras geométricas como fondo.

DIAGNÓSTICO: Escuchados los cinco temas (el álbum dura casi 40 minutos), tal vez el que abre la placa habría sido suficiente para apreciar el regreso de la banda de Montesano, pero… ¿por qué renunciar a la esquizofrenia de los cuatro restantes? Quizás no estemos cerca de una obra maestra, pero claramente «Tarantula Heart» es un brillante antídoto contra la banalidad desenfrenada, recomendado no solo para quienes aman el sludge sino también para quienes se sienten locos, alterados, subversivos, con ganas de abrir los ojos.

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