Corría el año 2002. La nueva década, con apenas un par de años encima, intentaba definir su rumbo mientras se deshacía del lastre de una etapa rica en propuestas innovadoras como los 90. Si había alguien que en medio de aquello estaba en la búsqueda de su definitiva identidad musical, ese era Josh Homme. Veinte años después, el grandote pelirrojo es toda una celebridad, capaz de darse gustos como producir a bandas como los Artic Monkeys, sacar de su ostracismo a John Paul Jones para formar un power trio (Them Crooked Vultures) o ser convocado por Iggy Pop como usina creativa .”Songs For The Deaf”, tercer álbum de Queens Of The Stone Age, cumple años y en MADHOUSE decidimos revisitarlo para contarte contexto, producción y resultados artísticos de esta aventura musical que terminó convirtiéndose en un auténtico clásico de la primera década del siglo.

El fundador y dueño absoluto de QOTSA no era un recién llegado en la escena musical. Como guitarrista de Kyuss venía de aportar lo suyo en eso de dar el puntapié inicial de lo que sería el stoner rock, pero estaba claro que en Kyuss el colorado no era el dueño de la pelota, la cual solían pasarse alternativamente John García (voz) y Brant Bjork (batería). Con la banda de Palm Desert disuelta, Homme entendió que ya era hora de poner su propio boliche. Bautizados así por el productor y gurú del stoner Chris Goss por sonar como “unas reinas de la edad de piedra”-es gente que se drogaba bastante por entonces, sepan entender-, el guitarrista y cantante se propuso encontrar con su nuevo proyecto una fórmula marcada por el eclecticismo y la experimentación, pero sin perder por eso la condición de ser una “banda de guitarras”, manteniendo el filo rockero y la intensidad de la propuesta. Dentro de ese rubro de rock guitarrero, el comienzo de siglo tenía a bandas insignia con cierto aire indie como The Strokes o los White Stripes por un lado, o resabios del llamado nü metal con nombres como Papa Roach o Linkin Park, por el otro. Homme sentía que esas propuestas dejaban afuera a cierta parte del público fan de los decibeles y la intensidad. “Actualmente hay mucha gente que ama la música pesada pero no tiene ganas de escuchar a Creed o bandas de Nü Metal”, meditaba al respecto el líder de QOTSA. “Creo que podemos ofrecerle a esa gente algo un poco más oscuro y complejo, sin perder intensidad”. Visto a la distancia, podría decirse que ese objetivo lo alcanzó con creces.

“Antes que una banda, queríamos ser una idea, sin un estilo musical ni formación estable definida”, solía afirmar el padre de la criatura.  Aún hoy QOTSA sigue siendo difícil de acomodar dentro de un género definido. Con su epónimo álbum debut, las composiciones todavía arrastraban algo de la densidad stoner de la banda anterior de Josh, pero ya se hacía perceptible una mayor apertura compositiva. Para el debut, se las arregló solito: con su ex compañero Alfredo Hernández en batería como única compañía, más alguna contribución suelta de músicos amigos, Homme se hizo cargo de las voces y todos los instrumentos. Su sucesor, “Rated R”, ya mostraba una propuesta más personal, con la novedosa incorporación como laderos de su antiguo compañero en Kyuss, Nick Oliveri (bajo y voz) y Mark Lanegan de los Screamings Trees haciéndose cargo del rol de vocalista en algún que otro tema. Este segundo trabajo, ayudado por un moderado hit como “The Lost Art Of Keeping A Secret”, les proveyó de un considerable reconocimiento de público, pero sobre todo de la prensa musical más snob -la Rolling Stone, incluida-, mientras la propuesta del grupo empezaba a tener una identidad bien definida pese a la diversidad de elementos que conformaban su propuesta.. QOTSA reconocía influencias varias, pero no se parecía a nada escuchado anteriormente. Cuando llegó la hora de volver al estudio para grabar el tercer trabajo de la agrupación, era evidente que Homme estaba ante esos momentos bisagra en la carrera de un artista, a punto caramelo listo para la consagración propia y de su querida criatura.

EL PERDIDO ARTE DE GRABAR CANCIONES PARA SORDOS. Cual director técnico que sabe que enfrente tiene una final por jugar, Homme salió a buscar refuerzos. Con Oliveri y Lanegan en el plantel, el puesto a reforzar era el de batero. El elegido tenía suficientes pergaminos como para despertar aún mayor atención sobre lo que estaba por venir. Dave Grohl tenía la cucarda colgada de ser un ex Nirvana, mientras gozaba de un presente exitoso como líder de Foo Fighters. ”Las sesiones de One by One- cuarto álbum de FF- no estaban dando los resultados esperados. Decidí mandar a todo el mundo a casa y tomarnos un tiempo para repensar lo que queríamos hacer con el disco”, recuerda Dave. “Cumplir el rol de frontman me tenía algo estresado, simplemente extrañaba volver a sentarme detrás de una batería y nada más tocar. Fue entonces que Josh me llamó para decirme si podía darle una mano con su disco, porque mi colega Gene Trautman tenía otros compromisos y no podía participar de la grabación. Fue un sí instantáneo. Unas horas después del llamado, yo ya estaba con los Queens grabando algunos tracks”. Como le gusta al Coco Basile, a Homme ahora el equipo le salía de memoria: Oliveri, Lanegan, Grohl y él. Pero también tenía armado el banco de suplentes.

QOTSA siempre fue más el proyecto de un líder rodeado de músicos itinerantes, algunos de enorme prestigio -como Trent Reznor, Billy Gibbons o Elton John– antes que un grupo con una formación estable. Alain Johannes y Natasha Schneider (Eleven), Chris Goss, la argentina Paz Lenchantin (A Perfect Circle, Pixies, Zwan), entre otros, también aportaron lo suyo en la grabación. Una vez definido el personal, Homme decidió hacer de “Songs For The Deaf” un concepto, cuando notó lo variado del material que estaba escribiendo, sumado al hecho de que en la banda Oliveri, Lanegan y él compartían el rol de vocalista, lo que hacía la cosa más variopinta aún. “Todo surgió en un viaje en auto desde el centro de L.A. al desierto del Joshua Tree. Mientras manejaba por la ruta escuchando la radio de fondo, surgió la idea de darle ese formato al próximo disco, como una manera de darle un hilo conductor que pudiera unir a las canciones y que el oyente al poner el disco tuviese la misma sensación de estar recorriendo el dial buscando qué escuchar, tal cual lo hice yo durante todo el trayecto”. Los fans devotos del álbum seguramente deben recordar frases pintorescas de algunos de los falsos Djs como el que abre la placa, perteneciente a la ficticia emisora  Klon, arengando a los oyentes, o la jocosa intervención del locutor hispano portador del kilométrico apelativo de Héctor Bonifacio Echeverría Cervantes De La Cruz Arroyo Rojas, y su eslogan “donde el rock vive”, que recuerda al lema de la etapa más recordada de nuestra FM Rock & Pop. Analizando en perspectiva los tres primeros LPs de QOTSA, Homme encuentra una progresión lógica en su contenido: “Hoy puedo ver que cada uno de esos tres discos tenían cada uno un objetivo bien definido : el debut tenía la intención de empezar a despegarme de Kyuss, sonando simples, crudos y repetitivos«.

«Para ‘Rated R’ buscamos una mayor espontaneidad y frescura, tocando lo que nos viniera en ganas”, dice Josh. “Cuando empezamos a pensar ‘Songs…’, el objetivo era reunir lo mejor de los dos primeros discos, pero llevarlo un paso más adelante. Queríamos hacer algo que sonara más enfocado, alcanzar nuestro sonido definitivo”. Las sesiones de grabación de la placa comenzaron en octubre de 2001, y parte del material que Homme presentó a la banda pertenecía a su proyecto paralelo, las “Dessert Sessions”, una especie de laboratorio musical, en el cual el guitarrista y sus colegas ocasionales dan rienda suelta a su inspiración sin planes preconcebidos ni ataduras. Un QOTSA B, que comparte la condición de combo de músicos –PJ Harvey, Chino Moreno, Les Claypool, entre otros- que van rotando, y de cuyas zapadas en el estudio Rancho de La Luna ubicado en el Joshua Tree , son editadas en un número reducido de copias. Lo que fue difícil de sostener mientras se gestaba el disco era justamente ese clima de absoluta libertad, en particular cuando la gente del sello Interscope empezó a querer meter la cola en el asunto: “La gente de Interscope tenía expectativas en el álbum, y nuestro modo de trabajar era visto como una carencia de dirección. Pronto se dieron cuenta de que iban a tener que aceptar nuestro método y a que ese punto íbamos a defenderlo de forma gentil o con firmeza, lo que fuera necesario”.

ANATOMÍA DE UN CLÁSICO. Una vez marcado el terreno por parte de la banda, y finalizado su registro, “Songs for the Deaf” vió la luz un 27 de agosto de 2002, superando ampliamente la acogida exitosa por parte de los fans y de la crítica especializada que tuviera «Rated R». En EE.UU. arañó el disco de platino con un total de 900.000 copias vendidas, lo que ubicó al disco en el puesto 17 de Billboard. La ya mencionada revista Rolling Stone, Kerrang! y la inglesa Q  situaron al álbum entre los más destacados de ese año. Dos de sus singles, “No One Knows” y “Go With The Flow”, ingresaron a las nominaciones al Grammy de mejores temas de hard rock. Lo que no es de extrañar, porque si algo caracteriza al lanzamiento que hoy cumple dos décadas es estar conformado por grandes canciones.

Si nos detenemos en los hits recién señalados, el primero es un boogie rock pasado de rosca, en el que Homme demuestra toda su habilidad como compositor, armando una canción sencillamente perfecta. “Go with Flow” es dueña del estribillo con más gancho del disco, mientras por detrás, un repetitivo y acelerado riff respira un aire punk a lo Ramones. “Millonaire” abre a toda velocidad este viaje rutero sonoro. Es el típico tema de apertura de QOTSA, directo a la yugular, con un Nick Oliveri aullando frente al micrófono mientras las guitarras se retuercen en unos riffs que recuerdan a la mejor época de Kyuss. No es la única referencia a la ex banda de Homme. El tema que da título al álbum le debe a Kyuss buena parte de su imparable cabalgata desértica que avanza envuelta en arena y humo de cannabis. Como suele ocurrir en cada tema en los que el recientemente fallecido Mark Lanegan se hace cargo del micrófono, la banda brilla en gemas como “Song for the dead” o “Hanging Tree”, en las que el ex Screaming Trees dota a las canciones de una gravedad única con su voz aguardentosa a lo Tom Waits. Si en “Rated R”, Queens había empezado a utilizar instrumentos algo exóticos para una banda de rock, en esta ocasión ese uso iba a ser llevado más allá. En varios cortes se escucha un Lap-steel, que ayuda a darle grosor a la de por sí personalísima forma de armar los riffs que tiene Homme. En “Six Shooter” recurren al theremin, y en “Mosquito Song” (un hidden track, algo muy en boga por esos tiempos) tenemos de todo: acordeón, trompa, guitarra flamenca y a la marplatense Paz Lenchantin aportando un piazzolesco solo de violín. Es justamente esa canción la última parada de este intento de Homme de hacer de un simple disco algo que se aproximara a una experiencia, a un viaje musical con aires de road movie. Con aceleres y frenadas, con rectas intrépidas y sorpresas en cada curva, el hombre no sólo se salió con la suya. también plasmó un gran clásico, quizás uno de los últimos dentro de un género un tanto alicaído de un tiempo a esta parte como es el rock.

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