PACIENTE: TEARS FOR FEARS -«The Tipping Point» (Concord Records, 2022)

HISTORIA CLÍNICA: ¿Qué es lo que esperamos cuando una banda como Tears for Fears, arraigada en la creencia popular como “típico grupo de los 80’s”, anuncia la salida de un nuevo lanzamiento discográfico? Supongo que, después de trabajos grupales como “Everybody Loves A Happy Ending” de 2004 (con un sonido bastante beatlero) o incursiones solistas como lo fueron “Tomcats Screaming Outside” de Roland Orzabal y los poco fructíferos intentos de Curt Smith por su lado, lo que hace interesante a TFF es precisamente la conjunción de los dispares espíritus de los miembros líderes.

Así como hay bandas en las cuales la suma de las partes es lo que las potencia, en el caso de TFF lo que los empuja es ese nervio que surge cuando la dupla compositiva entra en ebullición. Y eso no siempre es algo que sepan disfrutar: a las claras tenemos la separación del grupo a inicios de los 90s, o mejor dicho la primera vez que Smith decidió irse de la banda. Lo más curioso es que en medio de este “The Tipping Point”, el bajista nuevamente dijo “basta” y quiso dejar el barco. Cosa que finalmente no ocurrió, y hasta fue tomado con sorna por parte de Orzabal, que califica a las partidas de su compañero como “el evento anual”.

Si bien discos como “The Hurting”, “Song from the Big Chair” o “The Seeds of Love” establecieron lo que se considera el sonido arquetípico de TFF, amerita decir que durante los siguientes años siempre estuvieron jugando con instrumentaciones que les ampliaron más su ya de por sí interesante paleta de colores. Y aunque su primer disco data de inicio de los 80s, este regreso triunfal es recién su séptimo LP, lo que habla de que no son muy prolíficos a la hora de entrar a estudios (y de las continuas idas y vueltas del combo).    

¿Y cuáles son las señas particulares de TFF a esta altura del siglo? Principalmente, la calidad musical que ostentan, siempre muy cuidada, con canciones perfectamente abrigadas bajo ropajes que les calzan perfecto, y la inconfundible voz de Orzabal (que pese a llamarse Roland Jaime Orzabal de la Quintana, no es argentino como alguna vez en los 80s nos quisieron hacer creer). Al haber tomado el nombre “Tears For Fears” del título de un capítulo del libro de psicoterapia “Prisoners of Pain” del psicólogo norteamericano Arthur Janov, parecieran destinados a buscar en canciones de 3 minutos el costado psicológico de la industria musical. Y aquí en su 7mo opus, lo que hallamos es un mix de música y letra que combina pérdidas familiares con cuestiones sociales, entramado bajo una orquestación delicadamente uniforme que va desde la electrónica cuasi industrial hasta el clásico sonido ochentoso. 

El regreso se inició debido a una tragedia, la muerte (relacionada con el alcohol) de Caroline, quien fuera durante 35 años la esposa de Orzabal, y su propia enfermedad personal posterior. Y así como uno a veces saca fuerzas de no se sabe dónde, aquí los TFF sacaron un disco maduro e inteligente que no pierde su alegría a pesar del dolor (o quizás, precisamente a causa de él).

Lo que pareciera haber aquí es una celebración de la vida basada en un regreso a la adolescencia, a los motivos que los hizo estar juntos por primera vez. Juntarse en una habitación guitarras en mano y ver qué salía. Y lo que salió fue nuevamente un momento de gran e intensa creatividad. No estamos hablando del Santo Grial de la música, claro que no. Pero sí de un disco que va mucho más allá de lo que no podía prever después de su último disco.

Abre el fuego “No Small Thing”, que ya había sido editada como single en diciembre del año pasado. Guitarra acústica de la mano de Orzabal, balada de protesta a la que se le suma Smith y toda la banda en un “aquí estamos nuevamente”, casi un himno a todas voces que empieza como un dueto Dylan/Cash y finaliza de manera épica y deforme a lo Radiohead. El videoclip, que pareciera inspirado en “Koyaanisqatsi” de Godfrey Reggio, explicita todo lo que aquí está implícito.

“The Tipping Point” fue el primer corte del disco (salió a la calle en octubre del 2021) y es 100% TFF: combinación de sonidos electrónicos y guitarra sutil, melodía perfecta, y la letra basada en la pérdida de la compañera de vida de Roland. Aunque, claro está, también da la impresión de que los versos hacen referencia a la relación ambivalente que se da entre ambas figuras centrales del grupo.  

El tercer tema es “Long, Long, Long Time”, donde de la mano de Smith comprendemos que el paso de los años nos pone a todos en el mismo lugar y que el tiempo es un reloj de arena que no se detiene. Aquí resalta la voz de Carina Round, quien oficia de corista oficial del grupo en los shows en vivo, y demuestra que su caudal de voz forma un engranaje perfecto con la de Curt, sobre todo en canciones simples y tranquilas como esta. Round, además se meter voces aquí, es la guitarrista de Puscifer, el proyecto experimental de Maynard James Keenan de Tool y A Perfect Circle (si es que acaso se puede ser más experimental que esas bandas).

“Break the Man” fue el tercer single, editado a principios de este año. Es esa clase de temas que apenas los escuchas, te retrotrae a algo que crees haber oído antes. Y eso es la base de ser un clásico, a mi entender. La letra se centra en lo difíciles que se vuelven las relaciones interpersonales, centrándose en una mujer fuerte que le hace frente al patriarcado, pero es la melodía y la voz de Roland lo que la hace volverse tan irresistible. Tome mi dinero, este tema paga todo el disco. Sutil, clásico, bailable y alegre. Más no se puede pedir.    

“My Demons” podría haber estado en aquél primer disco solista de Orzabal. Por momentos recuerda al Depeche Mode más guitarrero y maquinoso, cuando Martin Gore pisa la distorsión y suenan más a Nine Inch Nails que a Yazoo. Aquí hay más preguntas que respuestas, todo gira en torno a la evolución y a considerar la brecha entre pasado y presente, cuando los problemas de antes y de ahora parecieran ser los mismos. Todo esto sin perder de vista el sesgo personal de hacerse cargo de sus propios demonios internos. Esos temas que en vivo seguramente te generan ganas de saltar y bailar. Si bien ya no hay un “¡Shout!”, Roland nos regala un ”¡Go Faster, Young Master!” que queda de maravillas (y remite al “¡Reach Out, Touch Faith!” del “Personal Jesus” de DM, claro que sí).

“Rivers of Mercy” es el tema número 6 y dura más de 6 minutos, siendo el más extenso del álbum. Balada típica de principios de este siglo, con una letra que hace hincapié en los problemas de toda gran ciudad y en la posibilidad de que todavía existan fe y comprensión para reconvertir el dolor a través de la misericordia. Brilla el arreglo coral de Jason Joseph, con las voces de Charles Jones, Jessi Collins y Lauren Evans

“Please Be Happy” pareciera ser un gemelo del tema anterior. Esas baladas que tanto le gustan a la dupla, con mucho piano (aplausos para Sacha Skarbek) y acompañamiento coral (aquí condimentadas por un hermoso arreglo de cuerdas a cargo de Doug Petty), que le dan una épica emotiva plena de sensibilidad. La letra es de Roland, y es una pintura acerca de alguien que supo tener el mundo en sus manos y ahora es presa de la depresión (no es explícito que sea para su ex mujer, pero todo pareciera indicar que versa acerca del alcoholismo de Caroline).   

La canción número 8 es “Master Plan”, la melancolía y la retrospección en estado puro. Otra vez Orzabal intentando navegar entre el paso del tiempo y las pérdidas personales, sumergido entre capas de sonido que le dan un aire etéreo al tema. Un tema dedicado a un ex mánager, cuyo “plan maestro” era no grabar discos, ya que los consideraba una “pérdida de tiempo”.

Para “End of Night” y ya casi llegando al final del disco, encontramos cierta efervescencia electrónica optimista con un juego de palmas que nos indican que es el final de la noche, y es tiempo de volver a ser felices. Es sobre el Mistral (un viento que sopla en el sur de Francia), utilizado como metáfora del viento refrescante del cambio. Tranquilamente podría ser el siguiente corte del LP.  

Y así llegamos al último tema, “Stay”, que empieza con la voz de Smith y solamente una guitarra a su lado. La letra es de Curt, nuevamente sobre el paso de los años, lo que creíamos al ser jóvenes y cómo ahora es a todo o nada, a pesar de las idas y venidas. La banda entra y acompaña, y da la sensación de que eso somos nosotros: solos con nuestros pensamientos, y la música abrigándonos.

DIAGNÓSTICO: Y con el final del disco, nos queda el análisis definitivo de que TFF ha hecho de la nostalgia y el dolor un antídoto, no sólo para ellos sino también para nosotros. Porque a pesar del paso del tiempo y de las personas que ya no están, aún podemos disfrutar de esta vida y aferrarnos a esta vieja banda que, como los buenos vinos, parece resultar mejor compañera con el añejamiento que dan los años.

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