El grupo comandado por Billie Joe Armstrong recupera la espontaneidad de escribir grandes canciones y vuelve a la solidez de sus discos más emblemáticos.

PACIENTE: GREEN DAY “Saviors” (Reprise, 2024)

HISTORIA CLÍNICA: 30 años pasaron (¿así de viejos estamos?) de ese hito musical que fue «Dookie» allá por el verano de 1994, y desde entonces Green Day se ha mantenido activo de forma interrumpida con una premisa simple pero efectiva: un puñado de buenos discos y mejores shows en vivo.
Ese combo se lee más fácil de lo que parece por la sola idea que, cuando una banda mantiene vigencia y aúna a dos generaciones, es porque seguramente han hecho bien la tarea.. Entonces: ¿qué trae “Saviors” en un 2024 plagado de otros intereses, redes sociales y fenómeno pasajeros de temas sueltos y One Hit Wonders?

De movida un título ambicioso (“Salvadores”) que marca la cancha de lo que para la banda viene siendo su postura a lo largo de los años -«Idiota Americano«, «Ruptura del Siglo XXI«, «Radio Revolución«, etc.- y los ubica en una forma de narradores de la realidad principalmente estadounidense en modalidad trend topic, y esta última placa no se aleja de esa premisa.
Trump, resiliencia y autodescubrimiento, crítica social ambientalista, tiroteos, lucha contra adicciones, orgullo queer, Tik Tok y conflictos generacionales con el telón de fondo del sonido punk (o más derivado al pop) característico de la banda.


El lado A del álbum es una verdadera patada en la pera con el arsenal de recursos que la banda domina con maestría: coros gancheros, melodías adhesivas y un manejo de las dinámicas pensando los temas como si fueran compuestos para tocar en estadios. ”The American Dream Is Killing Me”, un hit con pinta de himno, “Look Ma, No Brains” y sus 2 minutos de pulso ramonero, «Bobby Sox” y pop-punk alla Weezer con un Billie Joe gritando tal cual poseso un estribillo que reza “¿quieres ser mi novia / ¿quieres ser mi novio?” indistintamente (más allá de medidas oportunistas LGBTQ+, el cantante ya le cantaba a la bisexualidad en “Coming Clean” en el 94 y salía de gira con Pansy Division, para que conste en actas).

En la seguidilla conectan más jabs directos como “One-Eyed Bastard” y “Dilemma”, el primero en una suerte de versión italo-americana del Padrino/Sopranos mezclado con Iggy Pop, y la segunda con una letra impecable acerca de la lucha contra la adicción y su cruzada A.A.

Con “1981”, recuperan cierta nostalgia representando un tiempo en el que el rock tenía una fuerte influencia contracultural y funcionaba como un medio para la expresión de la frustración y el descontento juvenil, y cerrando bien en alto la primera cara con dos puntos altos: “Goodnight Adeline», una de las mejores canciones de su última etapa con su melodía sentida y adherente al instante, y “Coma City” con un final donde el baterista Tré Cool deja en claro a sus 52 años que está más en forma que nunca repartiendo redobles en una suerte de Keith Moon 2.0.


En el lado B también hay lugar para observaciones sociales y políticas de la mano de “Strange Days Are Here To Say” (con oda a David Bowie incluida), “Living In The 20s”, con una hermosura de tema como es “Suzie Chapstick” que acopla una atmósfera que mixea a The Raspberries y Replacements -de la forma en que Armstrong sabe componer hits radiales a la par que se prepara el desayuno a la mañana- y la infaltable balada de la mano de “Father To a Son”, donde el mismo tipo que fue padre hace 30 años en pleno despegue de su carrera le canta emotivamente a sus vástagos todo lo que implicó ese loco viaje.

Por supuesto, hay momentos de relleno en la placa ya que es tarea difícil mantener cautivados a los oyentes durante un álbum de 15 canciones: “Fancy Sauce”, “Corvette Summer” y “Saviors” (que supera a las anteriores por su acertada atmósfera a lo Who) no son malas canciones, pero seguro sobran en la lista final de lo que podría haber sido una placa efectiva de principio a fin.

DIAGNÓSTICO: Si sumamos los resultados parciales, el opus número 14 del trío de Oakland nos deja un saldo a favor, quizás no en el podio de sus mejores discos, pero con puntos altísimos de calidad que sirven de recordatorio para entender que siguen vigentes aún hoy y por qué no también para renovar votos matrimoniales con ellos en cuarenta y seis minutos de energía, pasión y cierta nostalgia a pulso punk.

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