No es fácil escribir sobre uno de tus discos favoritos. Calculo que todos los fanáticos de la música alguna vez intentaron explicarle a otra persona, con los ojos abiertos y gesticulando como un poseso, la importancia de una canción, lo magistral de un arreglo, el sentimiento de un estribillo o la calidad musical de un intérprete. Muchos de esos discos marcan una época de nuestras vidas y, con suerte, nos acompañan mientras dura, conectándonos con ese momento iniciático de euforia al descubrir aquel tema que te eriza los pelos de la nuca. Hoy haremos el experimento con «… And Out Come The Wolves» de Rancid: un puñado de canciones punks para punks o cómo lograr la química justa para hacer un disco atemporal, sincero y repleto de himnos.

TODO MEZCLADO. Embanderados en la nueva ola punk de principios de los 90 y líderes involuntarios del semillero ska/punk de la Bay Area californiana con Operation Ivy, los muchachos de Rancid le dieron una vuelta de tuerca al sonido llevado a la masividad por Green Day, con su pop-punk de corte ramonero y al  híbrido alterno-punk de The Offspring. Cual rara avis dentro de la escena, el sonido del cuarteto de Albany (originalmente un trío) era… otra cosa. Más influenciados por el punk británico, con impronta callejera y los gloriosos The Clash a la cabeza, tras dos discos (el debut homónimo de 1993 y «Let’s Go» del ’94) lograron hacerse una buena base de fans que disfrutaba de sus conciertos adrenalínicos y sus letras llenas de historias personales. Al igual que su banda modelo, nunca fueron de quedarse patentando una fórmula de sonido como sí hicieron muchas bandas random: siempre fueron un paso más allá y decidieron hacer lo mejor que les salía: mixturar. Un poco de reggae, otro poco de ska, algo de hardcore y una gama de influencias que salían del sonido mainstream de la época.

TODO AUNADO. Y así fue como a finales de 1994 -y todavía presentando el exitoso “disco rojo” que ganó adeptos gracias a la heavy rotation del ya clásico “Salvation” en los canales especializados- decidieron, motivados por una urgente racha compositiva, parir uno de sus discos más emblemáticos. Ya no solo hubo lugar para estribillos adhesivos ni para uptempos al palo, sino que se animaron a incluir teclados two tone, influencias Oi, DJ’s y un puñado de diecinueve himnos (sí, 19) donde la dupla compositiva de Tim Armstrong y Lars Frederiksen logró una química sublime, aunando voces y punteos con sentimientos que cualquier adolescente encontraría, al menos, interesantes y representativos. Basta oír la placa de un tirón para querer apretar play nuevamente y quedar totalmente enganchados con la expresividad vocal de un Armstrong que berrea sin entonar pero suple con sensibilidad cualquier escollo, dejando los espacios justos para que el vozarrón de Frederiksen explote y nos den ganas de hermanarnos en un abrazo en medio de un pogo imaginario en nuestras habitaciones. ¿Qué más se puede decir de semejante obra de arte? Seguramente poco más de lo que cada fan haya investigado a través de fanzines de época, comentarios de melómanos o buscadores de internet precarios, hoy en día más accesible gracias a la mano de Wikipedia.

TODO RECORDADO. «…And Out Come The Wolves» es considerado uno de los mejores discos de punk de la historia y recolectó todo tipo de reseñas favorables alrededor del mundo. A fuerza de shows en vivo y un sello independiente pero prestigioso conquistaron la cima mediática gracias a los tres cortes de difusión (un puesto 45 de la revista Billboard no es poca cosa, créanme), algo paradójico para una banda que centró su propuesta en un discurso de tipo nihilista, reivindicador de la clase trabajadora y de la cultura underground. La obra, veinticinco años después, sigue sonando auténtica e inspirada y no por nada sus temas conforman la columna vertebral de cualquier presentación del grupo en todo el planeta.

TODO EMOCIONADO. Seguramente habrá mil historias para narrar y mil anécdotas para emocionarse, todas válidas y necesarias, pero eso será debate para otra ocasión. Hoy, a 25 años de su lanzamiento, no podemos evitar sentirnos un poco viejos y algo nostálgicos pero también orgullosos de haber vivido una época convulsa y sensata, quizás la última que se manejó de manera tradicional y “artesanal” en lo referente a la expresión artística. Hoy, lejos de eso, reivindicamos el que quizá sea su disco más recordado. Y en este repaso track by track, lo festejamos.

«MAXWELL MURDER«. En un minuto y medio pasa de todo: sonidos etéreos, explosión, vozarrones que agolpan la letra y -nos ponemos de pie- el mejor solo de bajo en una tema punk que alguna vez se haya escrito a cargo del gran Matt Freeman.

«THE 11TH HOUR«. Unas guitarras sincopadas, simples pero efectivísimas y una letra que reza “¿Sabés dónde está el poder y quién maneja los hilos? ¿Sabés dónde está el poder? Comienza y termina con vos”. Redondo por donde se lo mire.

«ROOTS RADICALS». Originalmente lanzada como single en 1994, fue regrabada como primer corte promocional del disco. Representa la quintaesencia del sonido Rancid: un crossover de reggae y punk con una letra sobre un recorrido callejero. Una oda a la movida Roots con referencias a pilares del estilo como Desmond Dekker, Jimmy Cliff y Bunny Wailer.

«TIME BOMB«. Un ska hecho y derecho con un órgano Hammond que acompaña de forma magistral. Lanzado como segundo single tan solo diez días después del primero, arremete con un estribillo -ultra pegadizo-, y la línea «saco negro, zapatos blancos, sombrero negro, Cadillac / Sí, el pibe es una bomba de tiempo» que bien podría haber sido escrita por Chuck Berry en 1956. Para bailar sin vergüenza.

«OLYMPIA WA». Un rockazo con todas las letras. Armstrong lidera a puro graznido y el bajo de Freeman se luce nuevamente. Te reto a decir “baaaack tooo Olympia…” igual que Tim, a ver si podés.

«LOCK, STEP & GONE». “Esperando a los colectivos, pero los colectivos no vendrán” narra la letra y no sabemos si hace referencia a Berkeley, Avellaneda o Mataderos. Imposible no sentirse identificado: “Tan cierto hoy como cuando fue escrito”, diría Homero Simpson.

«JUNKIE MAN». Aunque las malas lenguas digan que trata sobre el asedio de discográficas que los querían entre sus filas (Maverick, de Madonna, a la cabeza) y los efluvios de la fama, preferimos elegirla como una de las canciones con mejor letra del disco. Un mix de frases para el recuerdo, garra y una prosa digna de Joyce (¡?): “Miré al gran terreno/ se abre como la tapa de una vieja biblia / Y salgan los lobos/ ¡Salgan los lobos! /Sus patas pisotean el alfabeto en la nieve/ Me paro sobre mi cabeza y veo que todo desaparece”… ¿Quién dijo que el punk debe ser escaso de recursos? En palabras del ingeniero de sonido Michael Rosen: “hicimos la mayor parte del disco en Fantasy Studios. Tomó unas seis semanas hacer todo. Grabamos un total de 45 canciones y 22 quedaron en el corte final. Lo bueno es que fuimos a trabajar en Electric Lady Studios en Nueva York para terminar de hacer sobregrabaciones. Allí descubrimos que el legendario autor y punk rocker Jim Carrol estaba arriba haciendo una entrevista para la película ‘Los diarios de baloncesto’, que acababa de estrenarse. Entonces le pedimos que hiciera algo en alguna canción. Dijo que lo haría a cambio de algunos discos que podría vender por cigarrillos. Escuchó el tema ‘Junkie Man’ dos veces, escribió el rap que está en medio de la canción y luego tomó el micrófono. Lo grabamos en una sola toma. Dejó su libreta y el manuscrito con la letra, agarró los discos y se fue. Y así es como el álbum llegó a ser llamado ‘And Out Come The Wolves’, porque él utilizó esa frase en su rap”.

«LISTED M.I.A.». Lars Frederiksen toma la batuta y se despacha con una historia de supervivencia urbana, haciendo frente a su época de adicción a las drogas y donde buscaba junto a su compañero Tim, aunque todavía sin conocerse, un rumbo entre tanto desconcierto.

«RUBY SOHO». Tercer single del disco y un hit indiscutido. Imposible no corear el estribillo por mas que no diga nada coherente. Lo que sí entendemos es la triste historia de amor que Armstrong desgrana en plan crooner. Directo al cuore.

«DALY CITY TRAIN». Otro ska sinuoso con estribillo punki. Más crossover. El solo de la canción es tan simple que apabulla por lo efectivo. En este caso elegimos un cover de Johnny Madcap and The Distractions para el compilado “Hooligans United”

«JOURNEY TO THE END OF EAST BAY». Otra vez la destreza de Matt Freeman con una intro de bajo que da para hacerle un monumento. La canción cuenta la breve carrera de Operation Ivy y los altibajos de tratar de ganarse la vida con la música siendo unos purretes revoltosos. Impecable Armstrong entregando el corazón (otra vez) a pura nostalgia. En el video, el capo de Matt Freeman nos enseña cómo tenerla tan clara como él (¡no somos dignos!)

«SHE’S AUTOMATIC». Otra bomba a cargo de Frederiksen, que a viva voz le canta a una chica de la cual se enamoró a primera vista. Punks y románticos por igual.

«OLD FRIEND». De vuelta al ska de buena factura, nuevamente dominado por el increíble bajo de Matt Freeman (¿de qué planeta viniste, Matt?). El corte más tranquilo del disco con una oda a la amistad, tema tan presente en este álbum y también en los próximos. En el video pueden ver a Rancid demoliendo con este tema el Teatro De Flores. Dato Nerd: El “Lars danés” al que hacen referencia no es otro que Lars Ulrich, batero de Metallica, quien estuvo presente en el show mirando atentamente desde la cabina de sonido.

«DISORDER AND DISARRAY». Se ve que el hecho de haber declinado las ofertas de las grandes disqueras por su bien amada Epitaph marcó las letras del disco, tal como sucede en este caso. Una poética forma de decirles “gracias, pero no gracias”.

«THE WARS END». Una letra que desgrana la brecha generacional y al movimiento punk como forma de diferenciarse. Imposible no asociar esta canción al mágico momento que nos regaló Lars Frederiksen en el Teatro de Flores allá por 2017, ejecutándola solo con su guitarra en volumen mil y todos los presentes asistiendo con la letra. Te pone la piel de gallina. Dato canchero: Misteriosamente no hay ningún registro del tema de la fecha de Flores, pero les dejamos este realizado en Japón. Créanme que la multitud de nipones no le hace sombra a las 2000 gargantas de fans argentinos.

«YOU DON’T CARE NOTHING». Mucho Freeman, mucho Armstrong, mucho Frederiksen, pero nada de Brett Reed. El cumplidor batero tras las sombras sale a la luz con un ritmo que lidera a puro redoble y suelta los brazos de la mejor forma. Los cuatro a la final.

«AS WICKED». Una de denuncia pura. El antagonismo entre pobres y ricos (“Vi a esta señora y estaba llorando / ella dijo que es difícil cuando alguien que amás está muriendo / Vi a este niño que tenía unos 5 años / estaba solo en el parque y tenía frío”) envasado en una melodía brillante que choca contra la cruda realidad.

«AVENUES & ALLEYWAYS». Oi! puro. Los coros de esta canción deben ir acompañados, sí o sí, de puños cerrados en alto. La letra, totalmente incendiaria y la influencia “inglesa” de Lars nos mete de lleno en este bombazo proletario y combativo. Joe Strummer estaría más que orgulloso (no en vano fue un gran amigote de Armstrong , quien editó todos los trabajos solistas del icono británico).

«THE WAY I FEEL». Un outtake de “Let’s Go” como cierre definitivo a casi una veintena de perlas. Con un Tim de dientes apretados que despotrica contra sus detractores y un estribillo que explota en un “na-na-na-na” tan adhesivo que lo seguís cantando hasta después de terminada la canción. El final perfecto de un disco perfecto.

BONUS DATA. como si fuera poco, el álbum contó con dos extras sumados en posteriores ediciones japonesas y deluxe: “Blast ‘em”, un tema punk breve y derechito cantado por Tim muy en la línea de “Let’s Go” y “That’s Entertainment” que, lejos de la perla intimista del mismo nombre de los geniales The Jam, es aquí un grito de reclamo en la garganta de Lars Frederiksen que no hubiera desentonado entre el tracklist original añadiendo velocidad y más variedad (aún).

Por veinticinco años más de buenos recuerdos e himnos generacionales, alzamos los puños y calentamos la gola para entonar estas mágicas canciones cada vez que necesitemos diversión, emoción y un poco de punk rancio. ¡Salud!

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