PACIENTE: X «Alphabetland» (Fat Possum, 2020)
HISTORIA CLÍNICA: Más o menos como una montaña que te lleva por delante mientras mirabas para otro lado. Y sí, será nostalgia, será el efecto sorpresa, pero estos 27 minutos (27, la misma cantidad de años sin que X sacara nada nuevo del estudio) nunca cansan y dan renovada emoción en cada escucha. Es que da cierta cosa volver a escuchar estas voces: John Doe & Exene Cervenka vuelven a la carga con un puñado de temas demoledores, hechos con la energía y el desparpajo que solo pueden desatar aquellos sexagenarios que estén muy seguros de su misión. Junto a ellos, la formación histórica regresa por primera vez en 35 años: hay que remitirse a «Ain’t Love Grand» (Elektra, 1985) para encontrar al cuarteto original pero en aquella ocasión con el apoyo de Dave Alvin (Blasters), con Doe y el batero DJ Bonebrake en los Flesh Eaters y la misma Exene en The Knitters, además de la producción inédita de Michael Wagener para domar el sonido.
Pero eso pasó hace mucho y el panorama hoy es muy otro. Con la producción de Rob Schnapf (Beck, Fu Manchu, The Vines), este «Alphabetland» que fuera lanzado digitalmente es no solo el octavo trabajo de estudio de X sino el enésimo fresco de una América fuera del tiempo, dividida entre metrópolis decadentes y campos contaminados. La mecha se enciende con la canción que da título al álbum, un paseo punk-rock que recuerda al speed grunge desmañado de Mudhoney y la animosidad riotera de las Bikini Kill. A toda velocidad asoma un pincel afiladísimo que pinta canciones que saben ser macizas («Strange Life»), supersónicas («Delta 88 Nightmare») o desenfadadas («Goodbye Year»), combinando tradición con reverencia y falta de escrúpulos en el rockabilly palpitante de «Water & Wine» o el ritmo de tren de «Angel On The Road». De hecho, la guitarra de Billy Zoom está de vuelta, con ese sabor corrosivo del rock’n’roll atemporal, también emparentada con la turbulencia de los riffs de Sonics y la aspereza del picking de Neil Young.
Como premio extra, encontramos la vieja «Cyrano DeBerger’s Back», escrita por Doe en la época de «Los Ángeles» (Slash, 1980), pero grabada originalmente por los Flesh Eaters en «A Minute To Pray, A Second To Die» (Ruby, 1981), para luego tomar forma de balada al final de «See How We Are» (Elektra, 1987) y re-reaparecer aquí con un groove funk-rock. Y si Ray Manzarek de The Doors (quien produjo sus primeros álbumes) ya no está para dar una mano, para el spoken word de «All The Time In The World» convocaron a la guitarra de Robby Krieger de nuevo al servicio. Desde las profundidades del infierno, Lux Interior y Darby Crash lo aprueban con una sonrisa.
DIAGNÓSTICO: Nadie ha trasplantado la veracidad del rock ‘n’ roll a la audacia del punk con el mismo lirismo diabólico que esta veterana banda punk californiana. Una actitud que todavía irrita a quienes sueñan con un arte tranquilizador e inofensivo; hoy, en pleno siglo XXI, la abrumadora frescura de estos eternos rebeldes barre la hipocresía del presente, invitándonos una vez más al más emocionante y liberador de los pogos. Para firma, con una X les alcanza.
Periodista especializado en artes, espectáculos, gastronomía y cultura pop. Co-fundador de las revistas argentinas Riff Raff (entre 1985-86) y Madhouse desde 1989 hasta 2001. Director del primer fanzine de habla hispana dedicado a Kiss y autor junto a Carlos Parise del libro «Heavy Metal Argentino» (1993).