Las biopics, todo un tema. Este anglicismo/neologismo reciente que concentra dos palabras (biography, biografía y picture, película) define además a un género siempre en boga, mucho más en los últimos años y especialmente en lo referido al rock y a la música popular. Luego de varias biopics de discutible valor artístico, casi parece como si la burbuja biográfica hubiera estallado, que la fórmula estuviera en problemas, que faltaran estrategias efectivas para no caer en el extraño agujero negro que representó «Bohemian Rhapsody», oscilando entre una aproximación canónica a la biografía y una representación «instintiva» de la vida de Freddy Mercury. Si uno se concentra lo suficiente, tal vez pueda ver el ceño fruncido del director Reinaldo Marcus Green, conocido por «Joe Bell» de 2020 y «King Richard» de 2021, esta última también una biopic, quien con esta película biográfica -proyecto autorizado y apoyado por la familia Marley: además de su viuda Rita, también aparecen como productores sus hijos Ziggy y Cedella– dedicada a la madurez artística de Bob Marley en el período 1976-78 intenta desarrollar una solución para escapar del callejón sin salida. Y su punto de fuga, al menos conceptualmente, parece fascinante. Porque «Bob Marley: One Love» retrata al artista ya consagrado, ocupado en gestionar su popularidad entre la violencia que sufrió en su propia tierra natal, la producción del álbum más brillante de su carrera y el diagnóstico de la enfermedad que terminaría con su vida, en un mix de situaciones que parece garantizar un relato intenso y conmovedor… y que a la postre no lo es tanto.

Ben Adir y Green, tratando de que no los tape el agua

Para ser específicos, la película abre con el concierto «Smile Jamaica» de 1976, todo un emblema del activismo social y político del protagonista (en aquel momento Jamaica estaba cerca de nuevas elecciones y al borde de la guerra civil) y una encrucijada propia: solo dos días antes del evento la estrella fue víctima de un atentado que puso en riesgo su vida y la de su esposa, que fueron baleados y heridos junto al manager Don Taylor (Anthony Welsh). En la ola emocional de estos hechos, Marley se mudó junto con los miembros de su banda a Inglaterra, donde lanzó el álbum «Exodus», considerado por críticos y fans como la verdadera obra maestra de una discografía extraordinaria. A partir de este momento tan concreto de la vida del protagonista, «Bob Marley – One Love» se amplía para perfilar su esfera privada, centrándose en la ausencia de una figura paterna, su adhesión al rastafarianismo y su compromiso político desde una perspectiva pacifista, para luego abordar el melanoma que lo llevó a la muerte.

Marley, los chicos y un abrazo por triplicado

En este film sólo se toca la infancia del recordado artista y, aunque el ritmo de escritura vacila en este sentido, resultan impactantes estos primeros años de Marley, reducidos a puras visiones que lo captan en momentos de debilidad, en los que parece vislumbrar un campamento jamaiquino en llamas mientras su padre se aleja de él, montado en un caballo que galopa hacia el horizonte. Son iluminaciones a las que la película quizás se entrega menos de lo que debería y, sin embargo, incluso cuando vuelve a un lenguaje más convencional, a los clásicos flashbacks que narran los años de juventud de Marley, sus primeras experiencias musicales o sus primeros encuentros con su futura esposa Rita, lo hace con cierto carácter, evitando todo didacticismo… Pareciera no saber muy bien qué hacer con ciertos momentos que sostienen la historia casi como si fueran necesarios paréntesis que dan respiro a una narración que, bajo la superficie, parece hambrienta de aire fresco. De hecho, el punto es que lo que sucede en la pantalla rara vez da la impresión de ser algo más que una representación; fiel e impecable en ese sentido, pero una representación.

¡Marley y los pibes de su banda no pueden contener su felicidad al saber que aparecerán en MADHOUSE…! Bueno, es eso o quizá el efecto de la cannabis

La sensación, de hecho, es que el Bob Marley que pinta Green es esquivo, que todo el encanto del personaje reside en ciertos paréntesis interpolados en los flashbacks y que lo que sucede en el «presente», interpretado de forma quizá demasiado mimética por el británico Kingsley Ben-Adir (a quien habrán visto en la peli «Barbie» y en la serie británica «Peaky Blinders»), queda bloqueado en la macchietta, en esa actitud firme pero apaciguada con la que se dirige a quienes le rodean, en la obsesión por la cultura reggae y por un repertorio artístico que se ve reducido a citas vacías. Pero sobre todo parece cerrado en sus espacios, en las largas reconstrucciones de los conciertos, como si quisiera trabajar sobre formatos insólitos o quisiera dar un contexto complejo a ciertas hazañas de las biopics de músicos, quizás aprendiendo de los mejores (como pasó con la notable película biográfica de 2014 sobre Brian Wilson, «Love And Mercy»). Pero eso queda sólo en las intenciones, en el esbozo, casi como si Green hubiera tenido ideas creativas que fueron abandonadas inmediatamente después. A «Bob Marley: One Love» le falta una mirada más fuerte… para decirlo de forma más simple, al Marley de Green le falta la épica, la dramaturgia, que parece actuar siguiendo la obligación de presentarlo y contar la historia del auténtico Marley tal como se supone un fan más o menos enterado espera que la cuenten. Es así que todo deriva en un proceso mecánico y rígido, el mismo con el que la película aborda la lucha política por la igualdad, la cultura rastafari y las presiones del mundo del espectáculo a las que el cantante lucha por acostumbrarse.

En otra conmovedora escena, Bob le explica a Rita que no conviene poner todos los huevos en una sola canasta

Quizás «Bob Marley: One Love» funcione mejor como una obra sobre la compleja relación entre Bob y Rita Marley (muy bien encarnada por Lashana Lynch, ya vista en «007 – No Time To Die»). Cuando la película intenta contar su relación, en esa intimidad, en esos primeros planos, asoma una luz de esperanza. Incluso ahí quedan algunas simplificaciones básicas, pero hay ideas, hay una sinceridad básica, hay ese deseo de hacer algo que lentamente parece abandonar el resto de la película, que obstinadamente parece dar a entender que ha dejado el centro del relato fuera de la cancha… El mejor tramo seguramente se encuentra en el nacimiento de «Exodus», que coincide también con el descubrimiento del tumor. La forma de trabajar de los músicos, las fases de creación y grabación -la de «Jamming» es maravillosa- compensan al espectador por todo lo que falta. Durante esa media hora, el que aparece en pantalla ya no es el buen Kinsgley interpretando aceptablemente a Bob Marley, sino el mismo Marley en persona, incluso más convincente que el que sube al escenario al final del «One Love Concert»: acá la ilusión se cristaliza y la memoria fotográfica se mezcla con la fantasía. Lo cual, después de todo, es una de las razones por las que nunca nos cansaremos de las biopics.

Sumando aciertos y desaciertos, «One Love…» es un repaso ni exhaustivo ni satisfactorio de la vida y de la carrera -tal vez sea más acertado decir que de un momento en particular- de uno de los más grandes músicos del siglo pasado, apoyado en una excelente banda sonora (faltaría más) y quizás resulte de ayuda para volver a poner de moda (especialmente entre los más jóvenes) a una figura fundamental y decisiva de la música popular del siglo XX; con todo, lamentablemente persiste la sensación de estar ante una excelente oportunidad desperdiciada.

FICHA TÉCNICA

Título original: «Bob Marley – One Love»

Género: Biográfica

Origen: EE.UU.

Estreno: 12 de enero de 2024

Dirección: Reinaldo Marcus Green

Producción: Ziggy Marley, Rita Marley, Cedella Marley, Robert Teitel, Brad Pitt

Guión: Terence Winter, Frank Flowers, Zach Baylin, Reynaldo Marcus Green

Reparto: Kingsley Ben-Adir, James Norton, Lashana Lynch, Michael Gandolfini, Anthony Welsh, Umi Myers, Nadine Marshall, Tosin Cole, Sundra Oakley, Hector Donald Lewis, Aston Barrett Jr., Nestor Aaron Absera, Cornelius Grant, Sheldon Shepherd, Naomi Cowan, Anna-Share Blake

Música: Kris Bowers

Duración: 107′


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