Intentar reconstruir en una película una personalidad multifacética, enigmática y por definición esquiva como la de David Bowie era una empresa casi imposible. Brett Morgen, ya activo en el campo de la docu-musica con los anteriores «Kurt Cobain: Montage Of Heck» y «Crossfire Hurricane» (sobre los Rolling Stones), decidió entonces tomar un camino radicalmente diferente: no un documental, sino una experiencia inmersiva, un viaje (e interestelar, claro) en la mente del Hombre que cayó a la Tierra, de quien fuera Ziggy Stardust, el Duque Blanco, el pierrot neo romantic de «Ashes To Ashes», el platinado rockero de «Let’s Dance», el detective ciberindustrial de «Outside» y mil rostros más.
TODO ES TRANSITORIO. «Moonage Daydream» (estrenada en mayo de 2022 en el festival de Cannes y disponible desde mayo en el catálogo de HBO) comienza exactamente así: con una infiltración en la mente del artista londinense, como si a los espectadores se les hubiera inculcado el fatídico chip de «The Matrix» para acceder a los laberínticos caminos mentales del Duque Blanco. De entrada hay una doble reflexión inicial: la voz en off de Bowie cita los pensamientos de Nietzsche sobre el significado de la vida («Todas las personas, sin importar quiénes sean, esperan apreciar más la vida, pero lo que importa es lo que hacés en la vida y no cuánto tiempo tenés o lo que querrías hacer. La vida es fantástica»); entonces, mientras las notas siderales de «Ian Fish, U.K. Heir” (del álbum “The Buddha Of Suburbia”, 1993) fluyen deteniendo el tiempo, Bowie habla de “una de las expresiones más complejas que la memoria ha puesto de manifiesto, algo que cruza el pasado y el futuro, sin estar nunca del todo presente… te encontrás luchando para comprender ese profundo y formidable misterio. Todo es transitorio. ¿Importa? ¿Me importa?». Pero antes de siquiera imaginar una respuesta, nos encontramos catapultados a una nave espacial a la velocidad de la luz, a las cadencias palpitantes de «Hallo Spaceboy» (1995), con los ojos bien abiertos sobre ese caleidoscopio de sonidos, imágenes, colores y sugerencias que nos acompañará durante los 140 minutos de la película, salpicados de fotogramas, canciones, clips en directo y fragmentos de entrevistas.
COLECCIONISTA Y PROTAGONISTA. Para desentrañar la madeja de esos cinco millones de documentos raros e inéditos, dibujos, grabaciones, películas y revistas que pudo conseguir accediendo a la colección David Bowie Estate, el director noruego tomó otra clara decisión: confiarse únicamente a la voz del protagonista, renunciando al inevitable corolario de testimonios de amigos, familiares y compañeros que suele caracterizar a los documentales. Así, mientras por un lado esquivamos esa reconstrucción por cuenta de terceros que muchas veces hace pesada la narración, por otro nos mantenemos fielmente anclados a un único punto de vista, el del propio Bowie. Pero lo que puede parecer una elección demasiado «ortodoxa» –«Moonage Daydream» es también la única película aprobada oficialmente por los herederos- acaba convirtiéndose en fuente de innumerables dudas y contradicciones. Tantas como las que sembró la propia vida del autor de «Changes», quien nunca dudó en cuestionar sus propias creencias, desde su enfoque musical, siempre libre pero capaz de cambios bruscos de perspectiva (que ejemplifican el gran avance mainstream de «Let’s Dance» y el posterior y faraónico «Serious Moonlight Tour») hasta la relación con el amor, inicialmente rechazado y luego abrazado con convicción en la feliz unión con la top model Iman, con quien se casó en 1992. Una continua reconciliación con la propia identidad, cuestionando y cuestionándose. Al fin y al cabo, el propio Bowie, en una crucial entrevista-autoanálisis a mitad de la película, se define a sí mismo como «un coleccionista», por lo que tuvo que sintetizar y reelaborar incesantemente esa masa inagotable de influencias, filosofías y sugerencias. “Toda mi vida he odiado la banalidad y siempre he querido explorar territorios desconocidos, hacer amistades, conocer gente en el mundo, ser continuamente otro. El martes era budista y el viernes me gustaba Nietzsche”, confiesa.
MORGEN EN EL CAMINO DE LOS SUEÑOS. Es Bowie, por tanto, quien guía la mano de Morgen en la exploración de las diversas formas artísticas experimentadas vorazmente a lo largo de su vida: música, cine, danza, pintura, escultura, collage de video y audio, guión, actuación y teatro. Todo mostrado con una narrativa nunca lineal (muy pocas fechas, sin títulos ni créditos) que avanza en un flujo imaginativo y experimental de asociaciones libres, en la estela de esa «fascinación por un lenguaje artístico que trata con fragmentos y caos» que el London dandy ha reiterado varias veces: “Al final, si tengo que encontrar una línea en todo lo que he hecho, es esta, reflejar el caos, tratar de ‘organizarlo’”, comentará en el lúcido testamento-pensamiento final. Sin embargo, hay una vaga línea cronológica, aunque rota por el frecuente ping-pong entre pasado y presente. Así vemos al joven David, huérfano y poco amado por su madre, emerger del suburbio londinense de Brixton estimulado por su medio hermano Terry, quien lo encamina por el camino del arte antes de abandonarlo sucumbiendo a la esquizofrenia. Y asistimos al paseo inexorable de una carrera jugada constantemente al ataque, partiendo de la épica glam, a la que se le otorga un amplio protagonismo (después de todo, «Moonage Daydream» es también el título de una de las canciones más bellas de ese período), con el inefable Ziggy Stardust dispuesto a gambetear las entrevistas de los más o menos rígidos presentadores de la televisión británica (Dick Cavett, Russell Harty, Valerie Singleton, Mavis Nicholson, entre otros) con toda una batería de deslumbrantes y enigmáticas respuestas, sobre todo aquellas sobre su sexualidad y la relación con la imagen.
Un extraterrestre andrógino con un maquillaje inverosímil utilizado como passepartout para socavar convenciones y vallas -incluso del rock- a través de orquestaciones glamorosas y bisexualidad ostentosa (incluso en los shows, junto al guitarrista Mick Ronson). Luego, tras el boom de Inglaterra -atestiguado también por la idolatría de los fans (de hecho los únicos que hablan, además de él), llega el período de la aborrecible Los Ángeles, incubadora de fantasmas metropolitanos y desechos tóxicos, pero capaz de hacerlo «crecer musicalmente”; después pasamos al terapéutico aterrizaje en el Berlín de la trilogía con Brian Eno, donde pudo renacer imperturbable porque «a nadie le importaba lo que hiciste» y el regreso a Inglaterra, pero también hay lugar para las grandes giras mundiales de los años 80 («Serious Moonlight», «Glass Spider»), cuando el canto de sirena del mainstream corría el riesgo de comprometer su integridad hasta los límites de un «Rock’n’roll Suicide» (canción no casualmente usada en esa coyuntura), seguidas por el fatigoso camino de reconstrucción artística que pasaría por las nuevas y atrevidas apuestas de los 90 («Outside», «Earthling») y los giros posteriores, hasta el testamento artístico y espiritual de «Blackstar».
UN ELENCO DE FIGURAS. Tenemos por delante una inmersión total de dos horas y 20 minutos, centrifugada por un montaje frenético y puntuada incesantemente por la música (hay un soundtrack disponible en CD doble) con 48 canciones: desde «Space Oddity» hasta «¿Life On Mars?», desde «Quicksand ” a “Aladdin Sane”, de “Word On A Wing” a “Modern Love”, de “D.J.” a «Ashes To Ashes», de «Heroes» a una emocionante «Warszawa» en vivo en el Isolar II (el tour de 1978) con el genial Carlos Alomar como líder de la banda (entre los shows en vivo inéditos, también está el popurrí «The Jean Genie/Love Me Do», grabado en el Hammersmith Odeon en 1973, durante la etapa final de la gira de Ziggy Stardust). Canciones manipuladas, deconstruidas y rearmadas en nuevas mezclas a través de un proceso que recuerda la técnica de corte de William Burroughs utilizada por Bowie en los años 70 para componer sus letras. El todo está sostenido por un equipo estelar, que incluye al productor y mano derecha de Bowie, Tony Visconti, como asimismo al dúo mezclador de sonido ganador del Oscar compuesto por Paul Massey («Bohemian Rhapsody») y David Giammarco («Ford v. Ferrari»), el personal de diseño de sonido de John Warhurst y Nina Hartstone (también de “Bohemian Rhapsody”) y el productor de efectos visuales Stefan Nadelman (de «Montage Of Heck”). Claro que desde el punto de vista deividbovuiano de «Sound And Vision», no podía faltar un componente cinematográfico conspicuo, con imágenes de algunas de las películas que contribuyeron a forjar el universo del artista inglés como «Un Perro Andaluz», «Las Zapatillas Rojas», «Nosferatu», «8½» y «La Naranja Mecánica», así como así como algunas incursiones memorables del Duque Blanco en la pantalla grande (desde «El Hombre Que Cayó A La Tierra» hasta «Furyo» y «The Hunger»), mezcladas con los rostros de maestros de la vida como el poeta estadounidense Jack Kerouac (su novela “En El Camino” deslumbró al joven David), Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, William Burroughs, Lou Reed, como así también pinturas de Picasso, Otto Dix, Pollock, Meret Oppenheim, Francis Bacon. Se puede vislumbrar a Brian Eno; sin embargo, una figura de importancia como Iggy Pop curiosamente está ausente en esta obra.
GUTEN MORGEN, HERR DIREKTOR. Todo esto y mucho más se juntó en la licuadora psicodélica de Morgen, que tardó cuatro años en armar la película y luego otros dieciocho meses en diseñar el paisaje sonoro, las animaciones y la paleta de colores. El resultado es una experiencia sensorial audiovisual compleja e inquietante, que posiblemente no satisfaga a los espectadores «neutrales» pero que sin duda fascinará a los fans, porque «Moonage Daydream» se parece exactamente a la película que David Bowie podría haber concebido y rodado él mismo. La película de un hombre increíblemente hambriento de vida, que aseguraba haberse utilizado a sí mismo como lienzo y haber cerrado cada día de su experiencia terrenal pensando en todo lo que había logrado recibir y aprender en esas 24 horas… un sueño a ojos bien abiertos para revivir la increíble vida de uno de los protagonistas más fascinantes de la cultura y el arte del siglo XX.
FICHA TÉCNICA
FICHA TÉCNICA
Título original: “Moonage Daydream”
Género: Biográfica
Origen: EE.UU. / Alemania
Estreno: 23/5/2022 (Cannes); 16/9/2022 (EE.UU.)
Dirección, producción y guión: Brett Morgen
Reparto: David Bowie, Jeff Beck, Carlos Alomar, Ken Fordham, Mick Ronson, Earl Slick, Adrian Belew, Iman, Brian Eno, Reeves Gabrels, Mike Garson, Trevor Bolde, Ken Fordham
Música: Tony Visconti (para los sellos Rhino/ Parlophone)
Duración: 140 minutos.
Periodista especializado en artes, espectáculos, gastronomía y cultura pop. Co-fundador de las revistas argentinas Riff Raff (entre 1985-86) y Madhouse desde 1989 hasta 2001. Director del primer fanzine de habla hispana dedicado a Kiss y autor junto a Carlos Parise del libro «Heavy Metal Argentino» (1993).