En los años 90, de algunos rincones del panorama de la música indie estadounidense, surgió un extraño y pequeño género que algunos periodistas jocosamente denominan “shitty country”: música country lo que se dice de miércoles, hecha sin hacer realmente el menor intento de tocarla como se debe, ejecutada por supuesto con Una buena dosis de ironía y, sí, condescendencia… Tal es el caso que hoy nos ocupa, que involucra a Ween, a los Beastie Boys y a ciertos escarceos con el country, un género que al menos en EE.UU. está demostrando tener más adeptos de lo imaginado.

La lista de rockeros y músicos en general que se han hecho un tiempito -muchas veces algo más- para dedicarlo a la música country, pasión que suponemos llevan en sus corazoncitos, es bastante larga. Podemos mencionar a Steven Tyler con su reciente y muy country álbum off Aerosmith titulado “We’re All Somebody From Somewhere”, o por qué no el primer álbum solista de Tina Turner, que también incluyó melodías con banjos y violines. A esta lista pueden agregarse artistas tan disímiles como Tom Jones, Kid Rock, Aaron Lewis de Staind, Bret Michaels de Poison, Ray Charles, Jerry Lee Lewis, Elvis Costello, Bon Jovi o Bob Dylan, por citar algunos. En 1996, por ejemplo, Ween inesperadamente publicó un álbum llamado “12 Golden Country Greats” (que -por supuesto- solo tenía 10 canciones). La banda se tomó la molestia de contratar a un grupo de experimentados sesionistas de Nashville para grabar las pistas, sin decirles jamás que el álbum era un poco en joda. Tal parece que los músicos contratados se cabrearon un poco cuando escucharon el producto final, que desde la perspectiva de los fans de Ween hizo aún mejor toda esta travesura. Ese álbum es a la vez un chiste y una vidriera honesta de la excepcional capacidad de los músicos de country.

Cuatro años más tarde, los Beastie Boys pasaron una tarde en el estudio y surgieron con un regalo de Navidad para algunos cientos de sus amigos más cercanos. Para la grabación fue necesario crear un personaje cuasi ficcional conocido como “Country Mike”, una señal de que Mike D. estaría a cargo de la mayoría de las voces. El álbum se llamó “Country Mike’s Greatest Hits” y contó con una docena de temas country salvajemente entretenidos. El prensado inicial probablemente constó de unas mil copias, posiblemente. Los beneficiarios recibieron una tarjeta de Navidad de estilo rústico.

Debido a la naturaleza privada de esta empresa, los fans comunes han tenido dificultades para conseguir alguna copia. Un vinilo negro original ronda los U$ 250, y el vinilo rojo está disponible desde U$ 400, ambos en Discogs. La situación en Amazon es similar. Afortunadamente, hay un lanzamiento británico no oficial del año pasado que tiene un precio en el mismo rango que cualquier otro LP nuevo.

Las canciones en el álbum son ciertamente adecuadas para la ocasión, aunque a veces las voces parecen intencionalmente desafinadas, algo que a un fan del country tal vez pueda irritar, pero aparte de eso el disco zafa. La tercera canción, “We Can Do This”, parece un sobrante de “One Foot in the Grave”, de Beck. El álbum cuenta con el aporte de la steel guitar de Bucky Baxter, que grabó toneladas de cosas con Dylan y Steve Earle, y también hay algunos silbidos fantasmales de Bill McMullen, que diseñó algunas de las portadas de los discos de los Beasties en esa época.

El tema más interesante de este curioso trabajo es probablemente “Country Delight”, que incorpora la base del clásico inmortal de Sugarhill Gang, “Rapper’s Delight”. Aparte de las similitudes del título, incluso el mismo nombre de Country Mike podría ser un guiño para Wonder Mike de la mencionada banda ochentosa… En fin: sáquense las gorritas de béisbol y las Nike por un rato, pónganse un sombrero y botas de cowboy y denle play a este video. Su curiosidad -y su sentido del humor- les van a estar agradecidos.

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