Dos álbumes de Los Violadores, cruciales para entender la coyuntura de la argentina pre menemismo explícito, fueron subidos recientemente a Spotify. Para celebrarlo, analizamos el contexto de ambos LP y la caída de una de las más emblemáticas bandas del rock nacional.

A fines de los ’80 y empezando los ’90, la carrera de Los Violadores (la primera banda punk argentina, que nadie se olvide) estaba en un momento álgido. O, mejor dicho, en pleno cambio violento: se habían mudado de discográfica (de la inicial Umbral a la archi famosa CBS), de manager (peleados con el histórico Mundy Epifanio, pasaron a trabajar con Andrés Vignolo), e incluso de baterista (Sergio Gramática, socio fundador, emigró harto de las diferencias entre los integrantes, y cedió su lugar a un músico totalmente diferente en cuanto a imagen, técnica y sonido: Sergio Vall).

La banda venía de cuatro discos fundamentales: el homónimo, tan rupturista que aún no se entiende cómo pudo ser grabado en condiciones tan precarias (aún con Hari B en la guitarra y Stuka en el bajo, empapados de Clash y Pistols), “Y Ahora Qué Pasa, ¿eh?” (donde metieron himnos como “Nada ni Nadie Nos Puede Doblegar” o “Sin Ataduras”, se despacharon con un hit imperecedero como “Uno Dos Ultraviolento” y una clase de historia en menos de cuatro minutos como lo es “Comunicado 166”), “Fuera De Sektor” (el disco pop/dark del grupo, totalmente influenciado por bandas como U2 o The Cure, más británico no se consigue), y “Mercado Indio” (una bomba de relojería donde inician con una patada como es “Bombas a Londres”, arremeten con un clásico como “Violadores de la Ley” y cierran con “Al Borde Del Abismo” de Michel Peyronel, quizás adelantando la tesitura de lo que se vendría).

EN BUSCA DE REDENCIÓN. Pero claro, ser un Violador en los ’80 no era nada fácil: al cuarto show de la nueva formación, el comité de bienvenida para Sergio Vall fue el grupo parapolicial PROLATIN, que irrumpió en plena prueba de sonido en la discoteca Látex (San Miguel) buscando estupefacientes y se llevó detenidos a todos (músicos, asistentes e incluso el público), en lo que fue un escándalo de tales proporciones, que salió en la tapa de todos los diarios y revistas del momento.  

En ese contexto, el grupo plasmaría su quinto disco titulado “Y Que Dios Nos Perdone”. La grabación se llevó a cabo en los estudios Del Cielito y el LP vio la luz en octubre de 1989. El sonido y la banda no eran las mismas: ahora las influencias pasaban por el rock pesado de grupos como Mötley Crüe y The Cult (imposible soslayar el look de PilTrafa en esos días, totalmente embelesado con Ian Astbury). Desglosando un poco el tema, digamos que Sergio Vall es un músico más completo que Gramática, pero carece del feeling que tenía el primer baterista. Un sonido más pesado, lleno de tambores y redobles, arroparía a Los Violadores en esta época. Todo lo que Stuka había adelantado en “Mercado Indio» en temas como “Infierno Privado” o el propio “Al Borde Del Abismo”, aquí se da rienda suelta y converge en canciones como “Soy Tu Jinete”, ” Enemigos” o el orgásmico “La Caída de la luna” (una hermosa poesía de Pil, donde el guitarrista deja en claro todo su arsenal de recursos). El disco abre con “Contra la Pared”, dedicada al juez Piotti por los sucesos acontecidos en San Miguel (el tema se convertiría en otro himno de resistencia, al igual que “Aunque Se Resistan”). Éste último tiene la particularidad de estar grabado a una velocidad menor de la que debería, causado por un error en la mesa de mezclas durante las sesiones de grabación. Como curiosidad, la canción “Y Que Dios Nos Perdone” no está incluida en este disco, sino en el en vivo que grabarían al año siguiente.   

SIN EXAGERACIONES, UNA ETAPA DIFÍCIL. Para 1991, las cosas no pintaban mucho mejores: después de grabar en el Estadio Obras lo que sería el último disco en vivo de la década (o el primero de la siguiente, según quién lo afirme), el grupo vuelve a cambiar de representante, pasando de Vignolo a Alejandro Taranto (quien se iría luego de un caótico show en Cemento junto a Beso Negro, siendo reemplazado por Esteban Cavanna). Después de telonear a los siempre bienvenidos Ramones en su segunda visita al país durante abril de ese año, se encerraron en estudios ION para grabar su nuevo LP, cuyo título (según PilTrafa) estaba inspirado en un capítulo de la serie Alf: “Otro Festival De La Exageración”. Llegado este punto de la historia, Los Violadores eran el caos en persona: el alcoholismo de Pil, la histeria de Stuka, y las adicciones del Polaco, conformaban un cóctel explosivo que detonó en un disco insípido que sólo tuvo algunos buenos momentos, a pesar del deficiente sonido (en palabras del propio cantante,: no se puede lograr un sonido rockero en un lugar donde graban los Ratones Paranoicos y los Redonditos de Ricota”). La voz en mal estado de Pil, que quedaba en evidencia más que nada en los shows en vivo, las exigencias de Stuka y de Vall (el primero, pidiendo un sistema de sonido especial para realizar las tomas por fuera de los amplificadores individuales, y el baterista queriendo grabar su instrumento desde el pasillo del estudio), fueron la muestra cabal de que en su décimo año de vida, Los Violadores llegaban en pésimo estado a los ’90

Yendo a lo que es el disco en sí, encontramos una reversión de “Ruidos”, canción estrenada en Obras durante la grabación del “En vivo y ruidoso” en agosto del 90 (aquí un poco más fría y sin ganas, aunque ese pareciera ser el estado de ánimo de todo el LP). “Motores y Rock N’ Roll” es la síntesis perfecta del decálogo del grupo para ese entonces, con una hermosa melodía acústica ayudada por las teclas de Damián Salgado. “Loco Por Ti” es un rockito de Stuka con coros gancheros, casi de cancha. “Adicto A Ti” y “Vanidad” es Violadores jugando a ser chicos duros, con Stuka exprimiendo su guitarra. La joya del disco es “Petróleo y Sangre”, análisis más que certero de Pil acerca de la Guerra del Golfo (con un videoclip que ha quedado grabado en la retina de quien escribe estas líneas). Le sigue uno de los peores temas de la banda: “Vamos Nena”, una composición de Vall “para echar a una pesada de casa” (Stuka dixit). “En el Circo” es una excelente y metafórica comparación de Pil entre un circo y la clase política/dirigente argentina. Cierra el disco “Extraña Sensación”, con su homenaje al genial riff de “Pretty vacant” de los Sex Pistols (empezaron su carrera copiando a la banda de Rotten, y terminaron de la misma manera).

Al año siguiente, mientras Stuka veraneaba en Punta del Este, los miembros restantes lo reemplazarían por el Tucán Barauskas, con quien darían shows en los cuales reinaban las peleas que pretendían mostrar el descontento del público hacia el nuevo miembro. Finalmente, para junio de ese año, llegaría la despedida en Obras junto a los anti bélicos U.K. Subs. Despedida que, en palabras de Pil, sería definitiva ya que “no somos como Serú Giran”. Claro que el tiempo negó esa proclama y los vio volver una y otra vez… ¿Cómo era aquello de “espera y verás»?     

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