Plasmar un álbum que se constituya en el acto fundacional de todo un estilo y que se convierta en inspiración para las siguientes generaciones de músicos, es un privilegio reservado para pocos. A más de tres décadas de su lanzamiento, “Operation Mindcrime”, lejos de opacarse , su brillo crece con el tiempo. Volver a repasar el disco siempre es un placer y la fuente de nuevos detalles a descubrir por parte del oyente. Es por eso que desde MADHOUSE nos propusimos encarar ese ejercicio y compartirlo con ustedes. A continuación, los hechos y el legado de una auténtica obra maestra.

LA ANTESALA DE UN CLÀSICO: Queensryche fue desde sus comienzos una banda atípica. Formados en el inicio de la década de los 80s, les tocó convivir con el momento de mayor apogeo en la historia del heavy metal como género. En esa era dorada, predominaron dos tendencias tan disímiles como la NWOMB y el Glam Metal californiano. La banda de Seattle no encajaba en ninguno de los dos moldes. Tanto en el EP epónimo como en “The Warning” (1984), su primer álbum, se notaba una clara influencia de Judas Priest, pero del Judas más complejo y sofisticado de la era “Sad Wings of Destiny” o “Sin After Sin”, antes que del aplastante “Screaming for Vengeance”. Ni hablar de la lejanía de sonido con sus compatriotas del Sunset Strip, a tal punto que la prensa especializada solía tildarlos de ser “la banda americana más europea de su generación”.  Originarios de una ciudad sin tradición rockera ni un sonido propio como New York, Los Ángeles o Detroit, el quinteto pudo plasmar un sonido que apeló a maridajes musicales atípicos para los tiempos que corrían. “Nunca fuí un headbanger, mis influencias iban más por cosas como Bowie o Depeche Mode«-contaba Geoff Tate por esos días-.» Michael Wilton y Chris DeGarmo (guitarristas), eran los que traían toda esa influencia de bandas británicas como Iron Maiden y Priest. En donde sí coincidíamos era en nuestro gusto por bandas prog de los 70s, cosas como el primer Genesis o Pink Floyd. Creo que toda esa mixtura fue lo que nos permitió tener una propuesta tan personal”. Otra característica de la primera parte de la carrera de Queensryche, era que con cada disco mostraban las cartas con las que jugarían en el siguiente. En el ya mencionado debut (“The Warning”) dejaban entrever una aproximación más experimental al metal que el resto de sus colegas.

En “Rage For Order” (1985), podíamos detectar cierta unidad temática entre algunas canciones- la tecnología como una amenaza a la libertad individual-, y una mayor estilización del sonido del grupo, que trazaba un eslabón muy claro entre aquel debut, y su tercer opus, que hoy nos ocupa. 

PLANIFICANDO LA OPERACIÓN : “Rage…”, pese a tener muy buenos temas, terminó navegando en cierta indefinición, que sumado a un cambio de imagen, algo futurista y poco ortodoxa para los cánones de la escena de aquel entonces, redundó en una respuesta del público más bien modesta. Apenas 300.000 copias vendidas eran una cifra magra para tiempos de ventas millonarias. Cuando fue el turno de comenzar a cranear su nuevo trabajo de estudio el quinteto se encontraba ante una encrucijada. “Cuando nos juntamos para empezar la preproducción de nuestro tercer disco, ciertamente estábamos bajo mucha presión. Veníamos de sacar material que no había funcionado comercialmente, y la compañía nos hizo saber con claridad que había que levantar el número de ventas en el próximo. Sabemos cómo eran las cosas en la industria, si te dabas un par de golpes en ese aspecto podía significar quedarse sin contrato, y poner en riesgo la continuidad de la banda”- dice recordando Scott Rockenfield, el hombre que apuntaló durante años el sonido de Queensryche tras los parches.“De todas maneras, nunca supimos seguir tendencias, nunca fuimos esa clase de banda”

Michael Wilton, guitarrista y único miembro original que permanece en la banda hasta al presente junto al bajista Eddie Jackson, tiene algo para agregar. “Veíamos que la mayoría estaba en esto para ser rockstars, salir de fiesta y cogerse minas. Nosotros íbamos por otro lado, no queríamos ser estrellas, queríamos ser músicos. Nuestra compañía estaba preocupada por ese tema. Nos veían como una banda difícil de vender. Eso en cuanto al aspecto externo. En el interno, llegamos a la grabación de “Operation…” más maduros que en los dos discos anteriores, sabíamos que necesitábamos terminar de plasmar nuestra identidad y sentíamos que estábamos cerca de lograrlo, y de poder ensanchar los límites de nuestro estilo, hacerlo evolucionar. Geoff había traído una gran historia para hacer del disco un concepto. Después con Chris (DeGarmo), nos pusimos a sacar riffs y melodías que encajaran con el tono de la historia que teníamos que contar. A nuestro management no les gustó ni medio saber esto, pero nos plantamos y les dijimos que nos dejaran decidir solos la dirección que íbamos a tomar. No fue fácil, pero nos salimos con la nuestra”. Una vez que la banda tuvo listo el material, el paso siguiente fue convocar a Peter Collins, productor de los últimos trabajos lanzados por Rush, para hacer lo propio con “Operation…”.

Debido a que Tate estaba radicado en Canadá, las sesiones de grabación se repartirían durante 1987 entre los Kajem Victory Studios en Pensilvania y Le Studio, en Quebec. Lo curioso y poco sabido es que fue justamente de la situación política canadiense de aquellos años, de donde el amigo Geoff tomaría la inspiración para la ópera rock que se proponía contar. En una entrevista dada por el vocalista durante la grabación del disco aportaba más datos al respecto. ”Gente que conocí durante mi estadía en Montreal fueron la chispa para la historia que terminé armando. El país estaba atravesando un período de mucha agitación política. Había un grupo muy poderoso e influyente con ideas separatistas y radicales. Cuando le conté lo que había armado al resto, Chris DeGarmo se volvió loco con la idea. Después, el resto vio los progresos que habíamos hecho juntos, y no tardaron en subirse a bordo de la nave”. ¿Y de qué va la historia que narra este clasicazo imperecedero?. Nikki, el protagonista, es un joven heroinómano utilizado como sicario por el Dr X, el siniestro líder del movimiento revolucionario Anarchy-X, que planea tomar el poder por la fuerza para terminar con la corrupción política imperante. X recurre al lavado de cerebro, y activa a su brazo armado para eliminar adversarios cada vez que pronuncia la palabra “Mindcrime”,

Si ya Queensryche era vista como una banda mucho más pretenciosa musicalmente hablando que sus contemporáneos, el hecho de abrazar un concepto terminó de granjearles el mote de “progresivos”. Hoy ese término se usa un poco a la ligera y se le endilga a cualquier cosa que tenga un mínimo de complejidad, pero en los 80s era visto como un adjetivo anticuado, casi una mala palabra. Para desarrollar ese tono dramático y casi operístico que querían darle al proyecto, la banda decidió recurrir a ayudas externas. Ciertas partes de la historia serían relatadas por actores. Anthony Valentine y Debbie Wheeler serían convocados para interpretar respectivamente al Dr X y a la enfermera que asiste a Nikki al inicio de la historia. Para interpretar a Sister Mary, una ex prostituta devenida en monja de la cual nuestro antihéroe terminará enamorándose, se recurrió a los servicios de la cantante Pamela Moore. La decisión de incluir ciertas partes orquestadas y el apoyo de un coro en algunos temas(“Anarchy X”, “Suite Sister Mary”, “The Mission”, “The Eye of The Stranger”), el grupo volvió a llamar para hacerse cargo de la tarea al compositor y director de orquesta Michael Kamen, el cual ya había participado en “The Warning”. Años después, Kamen se volvería célebre haciendo lo propio en “Silent Lucidity” (quizás la canción más popular en la historia del quinteto), y en sus trabajos junto a Metallica (arreglos en “Nothing Else Matters” y director de la orquesta del “S&M”).

UN DISCO DE PELÌCULA: las colaboraciones arriba mencionadas fueron todo un acierto. Porque amén de la calidad del material de “Operation…”, el disco es dueño de una increíble cohesión como relato, sumergiendo al oyente en la intensidad dramática de la historia a través de diferentes climas o situaciones, que le dan una cualidad casi cinemática a la obra. De hecho, el álbum no arranca con una canción, sino con “I Remember Now”, una pequeña pieza actuada, en la cual las voces de Nikki y la enfermera encargada de sus cuidados nos introducen en la acción, dándonos los primeros datos. Éste acaba de despertarse en un hospital psiquiátrico, sufriendo amnesia. No recuerda ni su nombre, ni por qué está ahí. Sólo permanece en su memoria que hizo algo terrible, y que ese terrible acto que cometió fue inducido por alguien. El disco está narrado a manera de racconto, con una estructura circular. La trama no es otra cosa que el recuerdo de ese pasado sangriento que llevó a Nikki a estar encerrado en el manicomio y la recuperación de su identidad. El álbum  cierra con “The Eye of the Stranger”, la cual nos devuelve al inicio de la historia, que culmina con la voz del protagonista repitiendo el “ahora lo recuerdo”, el título del inicio de la placa. Queensryche tuvo la valentía de armar un relato desprovisto de héroes o de mensajes esperanzadores. No habita redención alguna en ninguno de sus personajes. Pero “Operation Mindcrime” no es sólo un sombrío cuento sobre la violencia política y la dominación. La parte lírica está sostenida musicalmente por una banda en su mejor momento, sonando como nunca. Tate ofrece su voz omnipotente al servicio del dramatismo que exige cada tema, poniendo en evidencia que no sólo es un cantante impecable desde lo técnico, también es un gran intérprete.

El tándem Wilton-DeGarmo se saca chispas a lo largo de todo el disco. Por momentos dialogan con sus guitarras, en otros se persiguen en feroz batalla o aportan climas e introspección, como en el instrumental “Waiting For 22”. Por su parte, la base Eddie Jackson (bajo)-Scott Rockenfield (batería), cumple sin fisuras la tarea de sostener el sonido de Queensryche. Al contrario de otros colegas con propuestas de tintes progresivos, la banda de Seattle se muestra inspirada antes que virtuosa. No hay en el álbum solos extendidos al pedo, ni demostraciones estériles. Hay una sabia economía de recursos, tocando lo necesario para la canción y punto. Pese a ser un trabajo que se propone arduo y demandante de cierta atención especial de parte del oyente, la mayoría de las canciones tienen estribillos y melodías que se pegan al tímpano fácilmente, ya sea en las piezas más metaleras (“The Needle Lies”, “Speak”) o las más gancheras (“I Don’t Believe In Love”, “Breaking The Silence”, “Eye of The Stranger”).

El éxito está llamando: Finalmente “Operation Mindcrime” fue editado un 3 de mayo de 1988 por el sello EMI, el cual apostó fuerte por el álbum.”Revolution Calling”, “I Don’t Believe In Love”, “Eyes of The Stranger” y “Breaking The Silence”, fueron los cortes de difusión elegidos para apoyar su lanzamiento. No obstante la movida de la discográfica,  la respuesta inicial por parte del público no fue la más alentadora. Si bien las reviews de la crítica fueron muy positivas y la banda giró teloneando a grandes nombres como Metallica, Guns & Roses y Def Leppard, la cifra de placas vendidas no aumentaba. “La jugada maestra vino de parte de MTV”- se sincera Geoff Tate. “EMI jugó como una carta fuerte ir por el lados de los temas de difusión para que sonaran en la radio- cosa que finalmente no ocurrió-, pero perdió de vista que en esas épocas dónde tenías que decir presente era en la señal televisiva MTV. Un día, de la nada nos llamó un miembro influyente de la cadena, que se presentó como un gran fan nuestro. Nos dijo que si teníamos un clip, se lo pasáramos, que él se iba a encargar de meterlo en la programación. Así que invertimos todo el dinero que teníamos disponible y filmamos el video de “Eyes of The Stranger. Fue la llave maestra para que todo cambiara”.

Gracias la exposición en la «caja boba», pronto la canción se convirtió en un hit y las ventas se dispararon, llevando al álbum al puesto 50 de Billboard, alcanzando así la certificación de doble platino. Queensryche obtuvo finalmente la popularidad que se les venía negando, pero también habían creado un clásico inoxidable y la piedra fundacional del metal progresivo. Un par de años después, la banda simplificará la fórmula en “Empire”, un trabajo más orientado a las canciones accesibles, pero sin perder calidad y sofisticación, lo que hizo que la banda de Seattle se volviera más grande que nunca. Luego de su máximo apogeo, las malas decisiones y los egos minaron la unidad interna del grupo, en una serie de conflictos que alcanzaron niveles de puterío pocas veces vistos en la escena musical. Con el objetivo de volver a los primeros planos, «Operation Mindcrime» tuvo una segunda parte que no estuvo a la altura.. Más tarde sobrevino una disputa legal que llevó a la coexistencia de dos «Queensryche» paralelos. En la actualidad Wilton y Jackson son propietarios del nombre de la banda, mientras Tate hizo lo propio con el nombre «Operation Mindcrime» para la suya. Pero esa es otra historia, bastante triste y mucho menos gloriosa que la que te acabamos de contar.

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