Un 22 de octubre de 1976, Led Zeppelin, la banda más grande de la década del 70, extendía su hegemonía al celuloide. “The Song Remains The Same” tomó por asalto las salas de cine del mundo entero en un intento por plasmar en imágenes un documento imperecedero de la magia irrepetible que Page, Plant, Bonham y Jones eran capaces de desatar sobre un escenario. Mitad registro documental, mitad ficción inconexa y delirante, detrás del film se esconde más de una historia desopilante, un souvenir sonoro que pasaría a integrar la discografía de la banda y un exótico culto en torno a ella en una lejana y oprimida tierra situada en el culo del mundo.

«Lo único de la peli que me dio para aplaudir fue cuando termina», confiesa un risueño Plant

La idea venía de arrastre y su mentor (como de tantas otras cosas en la carrera de Zeppelin) fue Peter Grant, su fornido y cuasi capo mafia manager. Por aquel entonces el  mundo no estaba globalizado aún y todo quedaba mucho más lejos, por así decirlo, que en la actualidad. Grant siempre tuvo en mente utilizar al cine como una manera eficaz de promocionar a la banda y poner al alcance del público la posibilidad de vivir la experiencia de un concierto de sus representados. Al comienzo de su carrera llevó al cuarteto a recorrer los estudios de televisión, pero después de varias presentaciones, desistió de seguir haciéndolo “porque el sonido apabullante de Zeppelin no encajaba en el audio de la TV”. Ya en 1970, dispuso registrar el show que  dieron en el mítico Royal Albert Hall londinense (el material se editaría dos décadas después en DVD), pero el resultado otra vez no fue el esperado y el proyecto quedó entre paréntesis. Para 1973, en pleno tour de presentación de su quinto álbum de estudio “Houses Of The Holy”, Led Zeppelin se puso manos a la obra. En la cresta de la ola de una popularidad sin rivalidad posible al respecto de parte de sus contemporáneos, para concretar el antiguo plan la banda eligió las tres fechas consecutivas que darían en el Madison Square Garden como cierre de la gira. Pero esos planes se encontraron con un horizonte plagado de dificultades. 

UN MONTÓN DE… ERRORES. Por empezar, el grupo fue víctima de un robo en el hotel neoyorkino donde se hospedaban, perdiendo en un santiamén 200.000 billetes con la cara de Washington (¡te dije Jimmy, la guita abajo del colchón nunca!). Cabe señalar que Joe Massot, el director de «The Song…», decidió registrar el incidente e incluirlo en el film. Massot será además la principal fuente de dolores de cabeza dentro de esta historia, gracias a un error fatal. Para la filmación decidió usar cámaras de 35 milímetros con cintas de 122 metros, las cuales pueden filmar solo por algunos minutos, sin tener en cuenta que Led Zeppelin se caracterizaba por alargar sus canciones con profusas zapadas. ”Hicimos tres noches seguidas en el Madison y el equipo de filmación no tenía ninguna captura completa de canciones fundamentales como ‘Whole Lotta Love’”, recordaba con ira Peter Grant. Jimmy Page agrega: «Creo que buena parte del equipo que trabajaba con Massot estaba dado vuelta. Bueno, en esa época todos estábamos drogados, pero nosotros al menos hacíamos bien nuestro trabajo». Para colmo de males, al momento del montaje Massot descubrió que no tenía suficientes primeros planos de la banda para completarlo, sumado a que el registro de los recitales tenía agujeros por todas partes… «No había manera, era un rompecabezas al que le faltaban muchas piezas, lo que volvió todo una empresa imposible», continua despotricando Jimmy. Tantos errores le costaron el puesto a Massot. Lo reemplazó Peter Clifton, quien tuvo que reunir a la banda en los estudios ingleses Shepperton (lugar en los que Stanley Kubrick filmó nada menos que “Dr. Strangelove” y “2001: A Space Odissey”), para hacer los planos faltantes sobre un escenario armado para la ocasión que recreaba al del Madison. Esto trajo algunos errores en el producto final en cuanto a la imagen y el vestuario de la banda. El aspecto de los músicos tiene pequeñas variaciones con respecto a las tomas originales, siendo el dato de color más risueño que el bajista John Paul Jones tuvo que recurrir a una peluca para rehacer sus partes, por haber cambiado de corte de pelo (!). No se sabe a ciencia cierta si el intercalado de tomas de los shows con escenas oníricas protagonizadas por cada músico a lo largo de la película, eran todas ellas ideas que estaban desde el inicio del proyecto, o agregar otras nuevas fue otro recurso para tapar los baches de registro dejados por Massot.

«Che Peter, te dije que lo barato sale caro. Trajiste a ese muerto para hacer la peli, y acá estamos, filmando todo de nuevo», dice Plant, mientras John Paul Jones lo mira con ganas de partirle la botella en el marulo

«LA PELÍCULA AMATEUR MÁS CARA DE LA HISTORIA». Así definía socarronamente Grant a “The Song…” y motivos no le faltaban. Terminarla llevó dos años y el presupuesto original se había inflado sideralmente. Sin embargo, cuando Led Zeppelin y su entorno temían ver sus cuentas bancarias en rojo, la taquilla salvó las papas: la recaudación por exhibición en salas superó la suculenta cifra de 10 millones de dólares después de estar un año en cartel. La premiere mundial del film se llevó a cabo dos días antes de su estreno al público (20 de octubre del 76) en el Cinema 1 del Ritz Theater, de Manhattan. Al estreno asistieron invitados notables: Mick Jagger, Ron Wood, Linda Ronstadt, Mick Ronson y Carly Simon, entre otros. En Inglaterra la película fue puesta en cartel un par de semanas después, y para la ocasión la banda decidió celebrar el evento con una fiesta para los medios en Covent Garden, esta vez con la presencia de Paul y Linda Mc Cartney, Rick Wakeman y Roy Harper. No obstante, en su tierra natal la prensa musical y cierta parte del público no trató del todo bien a Page y compañía. Para algunos críticos lo visto en pantalla era una trama absurda que mostraba a una banda sobrepasada de auto indulgencia. Por otro lado, cierto «ambiente de época» tampoco les jugó a favor. El punk empezaba a asomar la cresta y grupos como Led Zeppelin eran vistos como el enemigo a vencer, tildándolos de “dinosaurios”, y productos como «The Song…» una muestra de su decadencia. El propio Robert Plant es ácido a la hora de evaluarla: «Cuando vi terminada la ridícula escena medieval que me tocó en suerte haciendo las veces de un moderno Errol Flynn, no sabía si llorar o reírme»

La banda a pleno y de elegante sport para el estreno londinense de «The Song Remains The Same» (noviembre de 1976)

 EN EL VINILO, ALGUNOS TEMAS… NO SON LOS MISMOS. Jimmy Page, dueño de la mayoría de las decisiones artísticas de la banda, sabía que a Zeppelin le faltaba llenar un casillero en la pizarra de toda megabanda de rock: un disco en vivo. Mientras la postproducción de la película no hacía otra cosa que alargarse, decidió hacerse responsable del armado del soundtrack de “The Song…”, con la intención de editarlo conjuntamente con la película, para entonces sí poder cantar cartón lleno. Como banda sonora, sin embargo, guarda ciertas diferencias en su contenido con respecto al material incluido en la película. En el álbum aparece “Celebration Day” en lugar de “Black Dog” que sí forma parte de ésta. También dicen ausente en la placa “Since I’ve Been Loving You” y la intro de “Heartbreaker”. No son pocas las voces que aseguran que tanto lo que suena en el disco como en la película, es en parte en vivo y parte material retocado en estudio (como la mayoría de los discos en “vivo”, digamos todo). Para alentar esos rumores, el ingeniero de sonido no fue ni más ni menos que Eddie Kramer, el arquitecto detrás de los famosos overdubs de “Alive” de Kiss. Más allá de la larga polémica sobre la veracidad de los álbumes en directo que nos llevaría a discusiones éticas y estéticas, Kramer volvió a mostrar su oficio y reconocida maestría para estos menesteres

EL CULTO PORTEÑO. Estrenada en Buenos Aires en el ya desaparecido Cine Lara sito en la Av. de Mayo 1221, allá por el remoto1978 (si, así de tarde nos llegaba todo en esas épocas), nadie imaginó el rito rockero que iba a dar inicio a partir de entonces. Eran los oscuros años del Proceso, y mientras afuera la maldita Junta reprimía todo lo que le pasaba cerca, la magia de Led Zeppelin transformaba el interior de esa sala en zona liberada. La misa rockera que ahí tenía lugar se extendió a través de las trasnoches de cada sábado durante nada menos que 11 años, casi al final del gobierno de Alfonsín, cuando en diciembre de 1989 los dueños del lugar decidieron bajarla de cartel… Cuenta la leyenda que la singular historia llegó a los oídos de los mismísimos Page y Plant, quienes en ocasión de su visita al país en 1996, pidieron visitar ese auténtico “recinto de lo sagrado”

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