PACIENTE: BILLY F. GIBBONS – “Hardware” (2021, Concorde Records)

HISTORIA CLÍNICA: Si hubiese que elegir un adjetivo para definir a un personaje como Billy Gibbons, podríamos decir sin temor a equivocarnos, que “atemporal” es el más preciso. Desde hace 52 años que el barbado guitarrista pisa firme junto a ZZ Top su propia tierra prometida de rock sureño y blues, manteniendo una lealtad intransigente tanto en imagen y sonido, por esa elección inicial. Mientras su banda madre duerme en un largo hiato discográfico tras la edición de “La Futura” (2012) que ya lleva casi una década, Gibbons emprendió una prolífera carrera solista, fruto de la cual proviene esta tercera entrega que vamos a subir ya mismo al diván.

“Grabamos en pleno verano en medio de la nada en Palm Springs (NdR: California, la misma zona de donde salió Kyuss). Arenas movedizas, cactus y serpientes de cascabel, son un telón de fondo que aportan intriga. En medio del calor y la soledad sólo nos quedaba rockear. Eso se siente en el disco: la intensidad de la banda tocando y el misterio implícito del desierto”, así define el guitarrista el proceso de grabación de “Hardware”.

Con Matt Sorum (Guns N’ Roses, The Cult, Velvet Revolver), en batería y también a cargo de la producción junto al propio Gibbons, el disco sea probablemente el más personal de su autor. El inicial “Perfectamundo” (2015) resultó ser un experimento fallido, y al contrario de lo que ocurriera con el anterior, “The Big Bad Blues” (2018), en los que proliferaban versiones de artistas como Muddy Waters o Bo Diddley, aquí, salvo “¿Hey Babe, qué pasó?”, un cover de los Texas Tornados, las 11 canciones restantes que componen la placa son todas firmadas de puño y letra por el propio Billy. Volviendo a la producción del disco, además de la dupla Gibbons-Sorum, la misma contó con el aporte de Mike Fiorentino.

Sería un dato por demás relevante saber cuántos de los aciertos que recorren los surcos de “Hardware” son gracias al binomio antes nombrado o a Fiorentino, porqué si muchos de ellos fueron craneados por los primeros, bien podrían hacer carrera produciendo bandas. Con los acordes iniciales de “My Lucky Card”, se hace notorio de forma instantánea lo nítida y equilibrada que suena la mezcla. Otro acierto es haber estructurado el álbum a la antigua, con 37 minutos en total, dando por tierra con la excesiva y perniciosa duración que suelen tener los discos desde la llegada del CD. “She´s on Fire” y “More-More-More”, continúan con esa tónica, confirmando que pese a lo que nos muestra la tapa, Gibbons conduce con su vieja sapiencia al volante, pero esta vez al bordo de una Ferrari. Ese quizás sea el mayor mérito, la novedad que nos trae “Hardware”: un contenido añejo dentro de un envase novedoso.  Cuando dijo “esta vez quisimos hacer un disco de puro rock”, Billy no mentía, aunque se le olvidó agregarle el término “sureño” a la frase. Mención aparte para los solos de guitarra del hombre en cuestión, haciendo que cada aparición suya al mando de las seis cuerdas ilumine el panorama más que el sol del verano. Pero es apenas un aviso, la placa nos depara más emociones aún.

A mitad de camino de este placentero viaje nos encontramos con un temazo como la rutera “Stackin’Bones”, sostenido por una línea de bajo tan soberbia como dinámica, sumada a la acertada colaboración de las chicas de Larkin Poe en voces. En “Vagabond Man”, primer tema calmo del disco, a Gibbons se le filtra el ADN blusero por los cuatro costados. Pegadito, le sigue “Spanish Fly”, un midtempo también relajado, pero con algunos arreglos de ribetes electrónicos que contrastan con la voz aguardentosa y añeja de su autor. De la placidez sonora se ocupa de arrancarnos “West Coast Junkie”, un tarantinesco surf rock que bien podría integrar el soundtrack de alguna de sus películas y que nos lleva a mover la patita compulsivamente. En “S-G-L-M-B-B-R”, Matt Sorum muestra que además de ser un excelente coequiper para Gibbons -él fue quien le propuso al legendario guitarrista grabar el álbum-, muestra su reconocida solvencia tras los parches y ese golpe tan característico suyo.

También hay en “Hardware” lugar para más de un homenaje. El álbum está dedicado al productor e ingeniero de sonido Joe Hardy, quien pasó a mejor vida en 2019 y trabajara con ZZ Top en clásicos de los texanos como “Afterburner”. En el tema “Desert High”, en cambio, el tributo es doble. “El sapo del desierto me lleva de paseo/El Rey Lagarto siempre a mi lado”, canta Gibbons en obvia referencia a Jim Morrison. En la misma letra, también menciona a Gram Parsons, quien fuera cantante de The Byrds y The Flying Burritos. La canción fue lanzada como single y cuenta con su respectivo videoclip, filmado en el Parque Nacional Joshua Tree, lugar donde murió Parsons a principios de los 70´s.

DIAGNÓSTICO: El viejo Billy es toda una institución viviente y bien podría quedarse durmiendo en los laureles que con justicia supo conseguir. Sin embargo, a sus 71 años y cuando no sería esperable recibir sorpresas de su parte, el experimentado maestro vuelve con un trabajo refrescante y a la altura de su legado. De lo mejor en materia discográfica en lo que va del 2021.

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