¿Sabías quién fue Eric Arthur Blair? Más conocido por su seudónimo George Orwell (1903-1950), fue un novelista, periodista y crítico inglés nacido en la India que ganó fama mundial por sus críticas al totalitarismo en su novela corta alegórica «Rebelión en la granja» (1945) y su novela distópica «1984» (1949), en la que crea el concepto de «Gran Hermano», desde entonces una metáfora de las técnicas modernas de vigilancia… ¿Y sabías que el mismísimo David Bowie soñaba con convertir una de sus obras en un musical? En el día que marca el 47º aniversario del lanzamiento «Diamond Dogs», su octavo álbum de estudio, te contamos esta historia y te hacemos escuchar canciones que sobrevivieron al proyecto abandonado.
En un brillante y frío día de abril de 1973, David Bowie y su percusionista, Geoff MacCormack abordaron el ferrocarril Transiberiano en Khabarovsk. El cantante aviofóbico estaba tomando el camino más largo de su gira japonesa hacia Londres. El viaje de una semana a Moscú fue divertido al inicio, pero cuanto más se acercaban a la capital, más densa se volvía la atmósfera de tensión y sospecha. En Moscú, Bowie vio un desfile militar de un día de duración (!) desde la ventana de su hotel en la Plaza Roja. “En mis viajes por Rusia pensé, bueno, así es como debe haberse sentido el fascismo”, dijo más tarde. “Marchaban como ellos. Saludaron como ellos». Mientras el tren a París pasaba por la tierra de nadie entre Berlín Oriental y Occidental, los dos hombres quedaron en silencio ante las ruinas aún bombardeadas… Este pesado viaje intensificó la creciente sensación de paranoia y pánico de Bowie. En el último tramo del viaje de regreso, habló con Roy Hollingworth del tabloid musical inglés Melody Maker sobre cómo esta experiencia lo había cambiado. «Verás, Roy», dijo, fumando como un loco, «después de lo que he visto del estado de este mundo, nunca había estado tan asustado en mi vida».
No era necesario viajar a través de la Rusia de Brezhnev para sentirse temeroso en la Gran Bretaña de la década de 1970 golpeada por la estanflación, que, además de la semana de tres días, vio el regreso de los apagones, el racionamiento de gasolina y una campaña de bombardeos del IRA. Millones de ingleses seguían escuchando a Slade y a los Osmonds, iban a ver «Live And Let Die» y «The Way We Were», disfrutaban de sus días libres extra y, en general, se dedicaban a sus asuntos. Pero las antenas de Bowie estaban sintonizadas con frecuencias más estridentes. Su canción «Life On Mars?» había buscado un camino a seguir entre los escombros de la década de 1960; «Five Years» fue una cuenta regresiva histriónica para el Armagedón; estaba el siniestro paréntesis en «Aladdin Sane» (1913-1938-197?) escrito a lápiz en una tercera guerra mundial… «Soy un pesimista terrible», confesó Bowie a NME. No fue en absoluto sorprendente que su mente se dedicara a escribir un musical de rock basado en «1984». Bowie había estado obsesionado con la novela de Orwell desde que creció en la Bromley de la posguerra, en una casa a menos de una milla de distancia del lugar de nacimiento del famoso escritor H.G. Wells. “Siempre sentías que estabas en ‘1984’”, recordaba Bowie. «Ese es el tipo de sociedad lúgubre e inamovible en la que muchos de nosotros sentimos que crecimos… Era un lugar terriblemente inhibidor».
Fue así que el álbum de 1974 de Bowie, «Diamond Dogs», introdujo un nuevo mix de estilos musicales: «La música», escribe el actor, director y escritor inglés Nicholas Pegg, verdadero experto en la vida y obra del Duque Blanco, «era una lucha a cuatro bandas entre los sonidos del glam que ya se alejaban, la creciente influencia del soul negro, las pesadillas sintetizadas de ‘The Man Who Sold the World’ y la omnipresente fanfarronería del rock’n’roll de Mick Jagger». Con sus ecos de «A Clockwork Orange» de Anthony Burgess y «The Wild Boys» de William S. Burroughs, Bowie llamó a las canciones del álbum parte de un «apocalipsis brillante» y describió su escenario conceptual como «el colapso de una ciudad… una juventud descontenta que ya no tenía situaciones de monoblocks, pero que vivía como pandillas en los techos y realmente tenían la ciudad para ellos solos». Sus «letras fragmentadas y el retrato del sórdido colapso urbano de Estados Unidos», escribe Pegg, «estaban claramente en deuda con Burroughs».
Toda esta idea estaba en sintonía con el ethos decadente de finales de los sesenta y principios de los setenta (y un concepto que anticipó películas de culto posteriores como «The Warriors» y «Escape from New York»). Sin embargo, lejos de la decadencia social, una de las visiones originales de Bowie para el proyecto fue una adaptación de la célebre novela de George Orwell acerca del control social totalitario, la estremecedora -e iluminadora- «1984». En tal sentido, «Diamond Dogs» puede funcionar como un álbum conceptual de forma indirecta, pero se formó, según cuenta el blog de Bowie Pushing Ahead of the Dame, como «un trabajo de salvamento, una compilación de sobras de proyectos de Bowie que habían nacido muertos». Además de esta historia del «colapso urbano», un musical abortado de Ziggy Stardust produjo dos de las canciones de «Diamond Dogs», «Rebel Rebel» y «Rock’n’Roll With Me». Y la incursión de Bowie en el mundo de Orwell nos dio «We Are The Dead» (cuyo título está inspirado en una frase de los personajes de la novela), «Big Brother» y, por supuesto, la muy inspirada en Isaac Hayes «1984»… Escuchen la versión del álbum aquí abajo y arriba la versión anterior, «Dodo», con letra más orwelliana.
Quizás la primera mención pública del proyecto fue «casi un trabajo paralelo», señala Pegg, cuando Bowie la mencionó casualmente en noviembre de 1974, durante una entrevista con William Burroughs, contándole que estaba adaptando la novela para televisión y le dio a su especial de NBC TV el travieso título «The 1980 Floor Show». Durante el programa, debutó con una nueva canción (la mencionada «1984 / Dodo»), una de las 20 que afirmó haber escrito para la adaptación, aunque los intentos de escribir un guión real con el dramaturgo estadounidense Tony Ingrassia habían fracasado. Al principio, el proyecto tenía un alcance mucho más ambicioso. Christopher Sandford, periodista y biógrafo inglés, describe la adaptación planeada de Bowie como «un musical del West End, con un álbum y una película de acompañamiento, de lo cual terminó concretándose muy poco». Por su parte la viuda de Orwell y albacea de su patrimonio, Sonia Brownell, consideró el proyecto de escaso gusto y le negó los derechos de la novela (Dicho sea de paso, su muerte en 1980 permitió al director Michael Radford hacer su versión cinematográfica y a los Eurythmics grabar su controvertido álbum de banda sonora).
Bowie estaba que trinaba: «Para alguien que se casó con un socialista con inclinaciones comunistas, ella era la snob de clase alta más grande que he conocido en mi vida», declaró a la revista Circus. «‘Dios mío, ¿ponerle música…?’ Realmente fue así». Sin duda Sonia odió la idea, pero por otro lado no había aprobado casi ninguna adaptación en ningún medio desde el fiasco de la película de 1956 y ciertamente no conocía a Bowie, por lo que esa anécdota puede tomarse con una pizca de sal. Pensar que una estrella de rock bisexual, hedonista e hipermoderna hubiera tenido mejor suerte con un Orwell de 70 años es, por lo menos, discutible… El octavo álbum de estudio de Bowie, inicialmente titulado «We Are the Dead», fue, por lo tanto, una operación de salvamento. «Para ser honesto… todo fue originalmente 19-jodido-84«, admitió Bowie en el mismo reportaje de Circus. “Ella le bajó el pulgar al musical diciendo que no. Así que, en el último minuto, lo cambié rápidamente a un nuevo álbum conceptual llamado ‘Diamond Dogs’. Nunca quise hacer ‘Diamond Dogs’ como un musical escénico; lo que quería era ‘1984’».
Volviendo a nuestra historia, lo que sobrevive son las canciones, así como las visiones de Orwell y Burroughs que continuaron resonando en el trabajo de Bowie. La combinación de estilos musicales y conceptos políticos en «Diamond Dogs» indica una especie de confusión de la propia política de Bowie -o la de sus personajes competidores- que persiguen obstinadamente sus álbumes posteriores. Por un lado, «Diamond Dogs» ve a Bowie aferrándose al papel del dandy extraterrestre Ziggy Stardust. También había abrazado la paranoia de vanguardia del sistema de creencias mágicas de Burroughs y la pesadilla de control y vigilancia institucional de Orwell. Curiosamente, uniendo estas tendencias estaba la música soul que emergió a full en el álbum «Young Americans» (1975). Cuando se trataba de Orwell, «lo que fascinaba a Bowie», continúa el ensayo de Pushing Ahead of the Dame, «lo que posiblemente haya sido lo único que realmente le interesaba a mediados de la década de 1970, era el poder y la forma esquizofrénica de pensar -el doble pensamiento, básicamente- que permite e incluso fomenta sus abusos».
Durante un tiempo, cuando Bowie pasó a su fase de Berlín, la fascinación por el poder dominó su estética, de modo que se dejó llevar un poco por los flirteos de su personaje de Thin White Duke con el fascismo. («Para 1979», cuenta el comentarista cultural y escritor neoyorquino Stereo Williams, «Bowie había abandonado la imagen de Duke y se refirió a ella como ‘un personaje desagradable para mí'»). Pero el tema del «doble pensamiento», la fascinación por las distopías orwellianas y la influencia de la paranoia y la técnica del corte de Burroughs sobrevivieron a la muerte tanto del Thin White Duke como de Ziggy, el flâneur o vagabundo interestelar.
Veinte años después de «Diamond Dogs», ciertas cepas de Orwell y Burroughs se unieron en la épica distópica de Bowie, «Outside» (1995), álbum cuyas letras, escribe Sandford, «fueron sometidas a un giro en su computadora, industrializando la técnica antes limitada a tijeras y pegamento». Los temas orwellianos vuelven a surgir en otros álbumes conceptuales posteriores de Bowie y, en cierto modo, continuó adaptando la novela mucho después de los experimentos literarios en «Diamond Dogs», aunque con su técnica de recortes en vez de como un teatro musical glamoroso.
Periodista especializado en artes, espectáculos, gastronomía y cultura pop. Co-fundador de las revistas argentinas Riff Raff (entre 1985-86) y Madhouse desde 1989 hasta 2001. Director del primer fanzine de habla hispana dedicado a Kiss y autor junto a Carlos Parise del libro «Heavy Metal Argentino» (1993).