Parece mentira, pero ya hace un cuarto de siglo que Dave Grohl puso en marcha su proyecto post Nirvana que lo convertiría en una de las estrellas de rock más relevantes de su generación. Con motivo de la edición de “Medicine At Midnight”, su décimo disco de estudio, convocamos a buena parte del staff de MADHOUSE para analizarlo en detalle y en conjunto en una edición especial de Discoanálisis. Saquen turno y acomódense en el diván, que la hora ya comienza.

PÁCIENTE: FOO FIGHTERS – “Medicine At Midnight” (RCA/Roswell Records 2021)

HISTORIA CLÍNICA:

Matías Sosa: Podemos decir que Foo Fighters (y Grohl particularmente) han encontrado, con altibajos y porrazos creativos, algunos caprichos y hasta con cierta actitud friendly que irrita a mucha gente, la forma de encauzar su creatividad de manera constante a través de los veinticinco años de duración de la banda, asignatura que no resulta fácil.

Carlos Noro: La habilidad de los Foo a esta altura es indiscutible, principalmente porque los años los han posicionado como una banda enorme y con una llegada cada vez más amplia. La sensación es que la habilidad que tienen para hacer un rock moderno, easy listening y a la vez deudor de la mejor época de Tom Petty o de Bruce Springsteen -o el rock de estadios- es sencillamente admirable. Con un sonido contemporáneo pero con cierto aire pretencioso que tienen bandas como QOTSA (aunque sin sonar tan potentes y lisérgicos como estos últimos), FF hace canciones para que escuchen tu vieja, tu viejo, tu hermano, tu tía, tu primo y todos los que te conocen. Hay que ver si a eso a vos te copa.

Noelia Adamo: Después de poco más de un cuarto de siglo de su nacimiento, y habiendo escalado a los primeros puestos de la realeza del rock, Foo Fighters volvió con un nuevo disco; este regreso es, comparando en retrospectiva con su carrera, bastante intrascendente. El afán por sonar modernos los pasó por arriba y parece un disco de rock pero liviano, típico del dad rock (rock de padres) que quiere ser relevante pero que se le pasó el cuarto de hora.

Alejandro Do Carmo: Parece que la llegada de los 25 años de la banda representó para el inquieto Dave la posibilidad de darle una nueva vuelta de tuerca al sonido del grupo. Y tal como le pasó a Pearl Jam en “Gigaton”, este “Medicine…” es una buena forma. por un lado, de celebrar el legado de Foo Fighters, y por el otro de quebrar el aburguesamiento compositivo. Por eso no resulta extraño que el disco muestre algunas de las mejores canciones de la banda en mucho tiempo, a la vez que se mete en sonidos poco explorados anteriormente, aunque sin por eso perder identidad

SONIDO Y PRODUCCIÓN:

Matías: “Medicine…, incorpora sonidos de estirpe rock y pop tradicional con influencias de David Bowie, Tom Petty circa Heartbreakers y algún que otro pincelazo de grooves bailables sin olvidar los estribillos tribuneros tan característicos, seguramente pensando en la posible vuelta a los shows de estadios donde se sienten tan a gusto.

Carlos: La sociedad con un productor pop (que trabajó con Adele por ejemplo) dio como resultado un disco con una producción que potencia el brillo de las canciones. Es obvio que a esta altura la banda sabe cómo sonar por lo que evidentemente el objetivo fue potenciar el ánimo alegre que los acompañó en varios momentos de su carrera.

Noelia: El sonido es impecable. Producido por el ya conocido Greg Kurstin, “Medicine…” se presenta como el disco festivo y bailable de la banda. No hay novedad, suena a Foo Fighters. Las voces y coros están donde tienen que estar, la base rítmica es ajustada y precisa, el trabajo de guitarras es prioritario, está bien adelante y cobra el protagonismo buscado. Es un disco lindo, pero no hay nada mágico en él, siento que básicamente estamos ante la Stacy Malibú con sombrero nuevo de Foo Fighters.

Alejandro: La búsqueda queda clara ya desde el arranque con “Making A Fire”, que refleja la nueva propuesta de Grohl con bases más jugadas, coros femeninos (a cargo de Violet Grohl, la hija de ya-se-imaginan-quién), capas y capas de guitarras, pero eso sí: sin perder la melodía y el estribillo explosivo. Y ahí está precisamente el punto fuerte de la placa: hay búsqueda y riesgo, pero también hay buenas canciones y todo lo que se espera de la banda.

CANCIONES:

Matías: El arranque con “Making A Fire” y su ritmo entrecortado decorado con coros femeninos se mezclan con riffs sincopados para unirse en un estribillo ganchero y simpático. “Shame Shame” –el primer corte de difusión- sostiene un tempo hipnótico con aires al “Fame” de Lennon y Bowie pero menos bailable (y sin tanta cocaína) que no convence a primera escucha pero que se torna adhesivo con las pasadas subsiguientes. Hay lugar para experimentos más pesados como “No Son Of Mine”, “Cloudspotter” -con su lento crescendo y explosivo final- y “Waiting On A War”, con letra sentida y fina melodía.

Carlos: La canción que da nombre al disco dice algo así como “Lluvia en la pista de baile/ contra las cuerdas” y de alguna manera marca el pulso del disco. En un conjunto de canciones que apuestan al groove en sus distintas formas (hay mucho de pop, mucho de rock radial, algo de soul, algo de blues y muchas canciones que comienzan de una manera pero hábilmente cobran otra forma), FF no deja de lado los coros, las atmósferas y las progresiones que son a esta altura su sello. En este contexto hay canciones como “Shame, Shame”, una especie de balada medio funk con arreglo de cuerdas y un estribillo bien recordable, que pueden resultar algo extrañas a la primera escucha pero luego cobran sentido y explican el porqué de la elección de la misma como primer corte. En algún punto la banda apunta a la pista de baile sin perder la identidad y en momentos más intensos y evocativos como «Waiting On A War» y “Chasing Birds” lo logra sin problemas.

Noelia: Para cada himno hardrockero como “Waiting On A War” hay un intento de ingresar elementos funky bailables como en “Shame…”, que si bien aportan algo de brillo, por debajo están los mismos tipos de jean y remeras rockeras queriendo innovar pero sin jugársela del todo: una fórmula hiper utilizada por varios y explosión en el coro. Todas las canciones de este disco existen en el universo de FF, pero lejos están de crear climas interesantes, nuevos. Se valora el intento y seguramente “Holding Poison” y “Love Dies Young” van a entrar a la playlist de clásicos de la banda. El ADN está intacto, pero gastado, casi refrito. 

Alejandro: A lo largo de los 36 minutos (la duración es otro de los puntos fuertes del disco) ese ying/yang entre lo viejo y lo nuevo se convierte en moneda corriente: si en el tema título las referencias van por el lado del “Let’s Dance” de Bowie, enseguida tenemos a “Holding Poison” que bien podría haber rotado fuerte en MTV si hubiese sido incluido en “There Is Nothing Left To Lose”  Pero para que no vayamos tan rápido a probarnos la vieja camisa leñadora, Dave también tiene un machaque motorhediano en “No Son Of Mine”, algo de melancolía Beatle en “Chasing Birds” y un cierre a pura versatilidad en “Love Dies Young” donde meten en una licuadora a Queen, Blondie y U2 sin desperdiciar una sola gota en el intento. Pero la palma se las lleva «Waiting On A War”, candidata a permanecer en la lista de temas del grupo de acá a la eternidad con su comienzo acústico, su crescendo rockero y una lírica reflexiva a tono con los tiempos como estos que estamos viviendo.

DIAGNÓSTICO:

Matías: Sin duda el último esfuerzo discográfico de Foo Fighters pasará al olvido rápidamente para aquellos fanáticos que busquen la adrenalina grunge de Grohl gritando como un poseso  y les sacará una sonrisa a quienes entiendan que “Medicine…” es una colección de canciones hecha por señores de cincuenta y tantos que ya tienen suficiente recorrido en sus espaldas para hacer lo que quieren y todavía tienen mecha para, al menos, un tiempo más. Seamos sinceros, ya no tenemos 20 años y si justificamos nuestro hastío, falta de reflejos y achaques de la edad, tampoco podemos proyectar nuestras carencias en rockeros más grandes que nosotros.

Carlos: FF ingresa a la nueva década con un disco que mira con claridad lo que pasa alrededor. A pesar del fanatismo por los grandes monstruos de los setenta, Grohl y los suyos saben perfectamente en qué época están viviendo. Por eso «Medicine…» es una interesante manera para entender de qué se trata el rock a escala masiva en los tiempos que corren en un disco que, por sobre todas las cosas, tiene una escucha hiper disfrutable.

Noelia: Como dije más arriba “Medicine…” es la Stacy Malibú con sombrero nuevo, es la nueva hamburguesa de Arcos Dorados que se presenta con toda pompa, pero todos sabemos que solo tiene una feta más de queso. ¿Funciona? Sí. ¿Es predecible? También, pero no agrega nada sustancial. Este álbum, como todo lo que hace Grohl, lleva la impronta de su personalidad y su espíritu genuino, lo que hace difícil odiarlo, como también hace difícil disfrutar su música nueva. Es un disco de rock atemporal e intercambiable en la discografía de la banda, hecho por padres de familia cool que no quieren estar fuera de onda. Seguramente sus más fervorosos fans no estén de acuerdo conmigo y un poco de razón tienen: el disco malo no es, simplemente es uno más entre tantos. No obstante, si el futuro del rock está representado por este disco que poco agrega a la historia del género, difícil será pelearle a aquellos que dicen que el rock está muriendo.

Alejandro: Grohl y su banda de amigotes lo hicieron de nuevo, entendiendo que la madurez no siempre significa solemnidad y dándonos un disco que expande el universo Foo Fighters, sin cometer nunca el peor de los pecados: el aburrimiento

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