Es el primer día del año y en algún lugar de Polonia, un joven detective que debuta en su primer caso desde temprano espera en la escena del crimen a su cínico y experimentado colega con inquietud: a sus espaldas está la casa donde, horas antes, tuvo lugar una verdadera masacre… Disponible en Netflix a partir del 3 de febrero de 2021, las premisas de «All My Friends Are Dead» («Todos mis amigos están muertos», casualmente -o no- igual que la canción de Turbonegro) son buenas, y los espectadores se ven catapultados a una tragicómica carnicería cuyo origen habrá que descubrir y cuya secuencia habrá que reconstruir. El inicio es atractivo, cautivante: la violencia se escenifica de inmediato pero no perturba, ya que es deliberadamente paradójica y sabiamente amortiguada por un cinismo preciso. A pesar de todo, después de un buen comienzo la película cambia repentinamente de registro, resultando un producto ligero de sabor poco expresivo. ¿Por qué? Analicemos.

De entrada, una vez traspuesto el umbral de la casa, un extraño escenario se destaca ante los ojos de los detectives, inverosímil pero igualmente convincente: una banal fiesta de la noche del 31 de diciembre… devenida una hecatombe. Por todos lados hay cadáveres de adolescentes, muertos de la forma más disparatada: están los que han sido asesinados, los que murieron por asfixia, los que se electrocutaron, los que aparecen colgados con las luces de Navidad. Todo rematado con paredes bañadas de sangre, puertas destrozadas con un hacha y entrañas que hay que tener cuidado de no pisar… «Algo salió mal». Ésta es la frase con la que el detective senior resume toscamente el escenario frente a sus ojos, y es bastante precisa. Pronto queda claro que el motor de la película no será la reconstrucción analítica de lo sucedido, sino la divertida curiosidad por ver cómo pudo haber sucedido, más allá de cualquier culpable o motivo. Este enfoque irónico funciona muy bien, y es una pena ver cómo no se ha explotado más la dinámica entre los agentes.

Es a partir de aquí cuando comienza el flashback y comienzan los problemas, en todos los sentidos. La cámara nos lleva 24 horas antes del evento, donde el dueño de casa recibe a una parejita, a la cual le presenta todos los protagonistas de esta tragicomedia inminente. Todos los clichés del género dan el presente: están los dos amigos nerds, obsesionados con el sexo que no consiguen; la MILF de turno, acompañada de su adolescente iluso y enamorado; el chico homosexual insospechado (pero no demasiado); la pareja en crisis por problemas sexuales; el playboy que da consejos no solicitados; las chicas bellas, populares, ansiosas de diversión y sin cerebro; el ex drogadicto en busca de redención; el joven religioso en crisis mística frente al punto de ebullición de la pubertad; el mismísimo Jesús que se le aparece en momentos clave… Quizá el único personaje realmente destacable, y esto porque logra liberarse de cualquier rígido estereotipo, es la del joven repartidor de pizzas. Un actor de reparto interesante, brillante estudiante universitario aplastado por la pobreza y un sentido de responsabilidad hacia su madre con Alzheimer. Lamentablemente, los clichés no se limitan a la caracterización de los personajes, sino que avanzan hacia los diálogos, que en general son planos y poco divertidos.

Como en la clásica serie de «American Pie», el humor gira completamente en torno al sexo, pero lo hace de modo soso y predecible, pasando de un tópico a otro como al voleo -de la burla banal de la homosexualidad al empalagoso doble sentido- con un resultado en general incoloro e inexpresivo. Lo que mantiene a flote la película sigue siendo su leit motiv: el deseo de descubrir la sucesión de hechos desafortunados que llevaron a la masacre final, tal como anticipaba el prometedor comienzo de la película. Aunque la escritura de Jan Belcl es todo menos memorable, hay que aplaudir la realización técnica. La dirección es fluida, rítmica, hábilmente cadenciada con pausas precisas y funcionales. La fotografía no se juega, sino que se ampara cautamente en el refugio seguro del verde azulado y naranja, o en tonos de naranja y azul que enfatizan los rostros de los protagonistas. Es un recurso moderno y ganador, y esta contemporaneidad se encuentra en las distintas influencias que nutren a esta película. El joven director le hace un guiño repetidamente a Tarantino, y lo hace con gracia, con respeto. Basta pensar en los créditos iniciales, con un sesgo cómico y seductor, o la representación cómica de la violencia, caprichosa y nunca inquietante. También hay muchas citas, más o menos explícitas y, por ende, más o menos acertadas.

En cualquier caso, la música y los efectos de sonido se llevan la palma. Desde el clima proto western de la introducción, hasta el cover de «Gloria» a cargo del italiano Umberto Tozzi o la infalible «I Feel Love» de Donna Summer durante las celebraciones, hasta los tonos clásicos de «Carmen» y/o el rock de Mötley Crüe para enfatizar la escalada de violencia y el amontonamiento de cadáveres (19, a juzgar por el número en la pared en la escena de la boda en el más allá). La música siempre es muy acertada y permite al espectador sentir empatía. Como decíamos, los efectos también son convincentes, capaces de dar los momentos de humor más sinceros. ¿Un ejemplo? El imponente pasaje de órgano y campana que subraya la caída en la tentación del personaje devoto, indefenso ante el poder abrumador de los placeres de la carne.

En los últimos minutos se nos ofrece un final alternativo, que recuerda a la película «Sliding Doors» (1998). Esta secuencia tiene el mérito de demostrar cómo la pluma del director tiene una profundidad diferente, que puede y debe cultivarse, en vez de limitarse a revivir parcialmente las prestaciones actorales, en general mayormente olvidables. También es interesante la opción de abrirnos a un carácter cíclico e inevitable del evento, lo que nos deja con un sabor diferente.

En suma, «All My Friends…» (la segunda película polaca original de Netflix) es una comedia negra con elementos prometedores, pero que finalmente se derrumba debido a un guión inmaduro y una comedia estereotipada que no termina de entretener como debiera, a la que le vendría bien un poco de la sutileza de los hermanos Coen (en «Lady Killers» y «Burn After Reading» en particular) o la espontaneidad de «Funeral Party», ambos elementos necesarios para dar el salto de calidad que este filme necesita. Con todo, sigue siendo un logro técnico encomiable, sobre todo por la música, a pesar de dejar un poco de sabor amargo por no haber explotado adecuadamente varias ideas que tenían un enorme potencial. Todos lo amigos de este joven director polaco podrán estar muertos, seguro, pero -por fortuna- no las esperanzas de que lo haga mucho mejor en su próxima película.

FICHA TÉCNICA

Título original: “Wszyscy moi przyjaciele nie zyja”

Género: Comedia, crimen, drama

Origen: Polonia

Estreno: 28/12/2020 (Polonia), 3/2/2021 (Netflix)

Guión & Dirección: Jan Belci

Reparto: Michal Meyer (Aspirant Grzegorz Dabrowski), Adam Woronowicz (Inspector Kwasniewski); Julia Wieniawa-Narkiewicz (Anastazja), Adam Turczyk (Jordan); Nikodem Rozbicki (Pawel)
Monika Krzywkowska (Gloria); Szymon Roszak (Robert); Michal Sikorski (Rafal); Adam Bobik (Pizza Boy)
; Mateusz Wieclawek (Filip); Yassine Fadel (Jacques); Bartlomiej Firlet (Jesús); Wojciech Lozowski (Dariusz); Aleksandra Pisula (Oliwia); Paulina Galazka (Jolanta); Magdalena Perlinska (Renata); Konrad Zygadlo (Daniel); Katarzyna Chojnacka (Angelika); Kamil Piotrowski (Marek)

Música: Bemy, The Animals, Mötley Crüe, Rolling Stones, Donna Summer, Maria Callas, Justin Tapp, Georges Bizet, Adam Graf, Teka, Harry Valentine, James Roger Graydon, Serra Sabina Altan, Tia P.

Duración: 96 minutos

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