Buddy Holly, rockeándola a pura felicidad. ¡Eso hasta que le llegó la factura del teléfono!

Buddy Holly es quizás la leyenda más anómala del rock & roll de los años 50: tuvo sus hits y alcanzó el estrellato del rock & roll, pero su importancia trasciende cualquier cifra de ventas o incluso los detalles de cualquier canción (o grupo de canciones) que escribió o grabó: Holly fue único, su status legendario y su impacto en la música popular aún más extraordinario por haberse logrado en apenas 18 meses. Si Bill Halley fue el pionero y estableció el rock and roll, si Elvis objetificó la sexualidad implícita en esta música y definió un aspecto de la juventud y el carisma necesarios para el estrellato y Chuck Berry definió las raíces del rock en el blues, la influencia de Holly fue tan amplia como la de todos estos, aunque mucho más sutil y de naturaleza más distintivamente musical. Con una carrera que duró desde la primavera de 1957 hasta el invierno de 1958-1959, Holly se convirtió en la fuerza creativa más influyente en el rock & roll inicial; hoy 3 de febrero, a 62 años de su trágica desaparición (falleció en un accidente aéreo junto con Richie Valens y J.P. «The Big Bopper» Richardson), lo recordamos repasando una particular anécdota acerca de su principal hit… y el no menos particular método que usó para editarlo.

«Me despiertan del sueño eterno para decirme que voy… a aparecer… ¿¿¿en MADHOUSE??? Oh my god!»

El 28 de febrero de 1957, Buddy Holly llamó a Decca Records, el primer sello discográfico para el cual había firmado en su carrera. En ese momento, tenía asumido que el sello lo había colgado, por así decirlo, si no directamente despedido. Como si con eso no bastara, de acuerdo con los términos de su contrato original, Holly no podía volver a grabar ninguna de las canciones que grabó mientras estuvo en la compañía durante otros cinco años, lo que equivale a toda una vida en el negocio de la música… Una de las canciones que Buddy estaba tratando de recuperar era la que terminó siendo su gran hit, «That’ll Be The Day».

Ésta y otras canciones (como «Ting A Ling», «Girl On My Mind» o «Blue Days, Black Nights») se habían grabado durante una sesión de julio de 1956 en la ciudad de Nashville, en el estado de Tennessee, pero Decca -después de que los dos primeros singles de Holly fracasaran- decidió no publicar absolutamente nada de ese material. Pero eso no arredró a nuestro héroe: en una sesión de febrero de 1957 celebrada en Nuevo México, Buddy volvió a grabar «That’ll Be The Day», lo que resultó en una toma aún mejor. Días después, Holly llamó a Decca con la esperanza de que el sello le permitiera lanzar esa canción y las otras que se habían grabado en Nashville, pero a través de otro sello.

Paul Cohen, exultante: «¿En qué web pueden estar tan locos para poner una foto mía en el siglo XXI? ¡En MADHOUSE, of course!»

Buddy grabó la llamada, seguramente para tener una prueba si acaso el sello daba su consentimiento. Pero no habría tal suerte. En la grabación que van a escuchar aquí debajo, inicialmente Holly procuró ponerse en contacto con el productor y A&R (Artistas y Repertorio; básicamente, el responsable de encontrar nuevos talentos) de Decca, Milt Gambler, pero resultó que este señor estaba fuera de la oficina en ese momento. Luego escuchamos a Buddy hacer una segunda llamada, esta vez al ejecutivo de Decca, Paul Cohen. Uno no puede evitar sentirse mal por el músico, ya que Cohen le explica -educada pero firmemente- que el señño se quedará con esas canciones suyas y que eventualmente podrán editarlas o no, pero que de todos modos él no podrá usarlas sino hasta dentro de 5 años; convengamos en que en este paso Buddy no era 100% inocente: grabó subrepticiamente las llamadas y, cuando Cohen le pregunta si había vuelto a grabar alguna de las canciones, Holly responde que no… Es una escucha fascinante (el video con la grabación tiene subtítulos incorporados).

Pero la historia no termina con una negativa y una cabeza gacha. Aunque Cohen le cerró todas las puertas y caminos, Holly encontró una manera de editar la grabación realizada en Nuevo México de «That’ll Be The Day». En lugar de publicar el single con su propio nombre, su nuevo sello, Brunswick, se lo atribuyó a su más reciente banda de acompañamiento, los Crickets. Así que el single fue lanzado en mayo de 1957 bajo ese nombre y en septiembre ocupaba el puesto número 1 en Billboard. Éxito rotundo.

Cuando los ejecutivos de Decca se enteraron de la salida del single de 45 revoluciones (si tienen menos de 30, vayan y googleen este último ítem), estaban que volaban de la bronca… ¡hasta que se dieron cuenta de que Decca era dueña de Brunswick! (redoblante + platillo). Mientras la canción subía en las listas, Decca aprovechó entonces para lanzar la versión de Nashville de «That’ll Be the Day» que tenían ahí juntando polvo en un estante.

En este punto, Coral Records, otra subsidiaria de Decca, era ahora el hogar de las nuevas grabaciones solistas de Buddy Holly, mientras que Brunswick continuaría publicando discos con el nombre Crickets.

Para cerrar esta peculiar anécdota con más música, les dejamos la conocida versión (también grabada en Nuevo México) de «That’ll Be The Day» en Brunswick:

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