Entre el nacimiento del filósofo chino Lao Tse -si es que alguna vez nació- y el del escritor, poeta, traductor y editor argentino Ezequiel Zaidenwerg pasaron unos 2500 años. Al primero se le reconoce la autoría del Tao Te Ching, un escrito fundamental del lejano oriente considerado como uno de los primeros tratados de filosofía política, que acaba de ser editado en la versión de Zaidenwerg con el título “El Camino: Versiones del Tao Te Ching”. Una ética, una semiótica, una autobiografía del lector, son varias las definiciones del Tao que el autor radicado en Nueva York ofreció en este ida y vuelta con MADHOUSE que ya comienza.

ESTAO DE CONCIENCIA

¿Qué es el Tao? ¿Qué enseña?

Creo que el Tao es un lugar de ética en el conflicto, saber que la vida es conflicto y que las cosas tienen que tender al orden, pero de manera natural, tratar de ordenar la realidad por la violencia no sirve: eso es lo que enseña el Tao para mí. Pienso que tiene que ver con renunciar a la idea de que podés controlarlo todo, y a la vez pensar cuál es el mejor orden y que no tenga que ser tan administrado, tan controlado, tan policíaco. Creo que va por ese lado, encontrar equilibrios, consensos que sean mejores para todas las partes, a pesar de que todo se está moviendo todo el tiempo. 

En torno al Tao Te Ching surge el taoísmo como religión, ¿hablar del Tao implica hablar de taoísmo?

Me parece, de hecho, que el taoísmo es contrario al Tao, la prohibición de comer ajo y cebolla… ¿Qué tiene que ver eso con el Tao? El Tao no es anti-placer. Yo no soy ni taoísta, ni sé chino, ni soy filósofo. Soy un poeta, una persona, un ser. Para mí el Tao no es una religión. Si vos construís una religión a partir de un libro creo que no entendiste nada.  El Tao es el código, el libro no importa, no es un libro en chino, el libro en chino es un avatar posible del Tao. El Tao es una ética y una semiótica. El mundo es una construcción natural, no importa si son moléculas de carbono o son palabras, pero el universo es semiosis, es cambio de sentido, en términos físicos y el sentido también es construido. La identidad, todo se construye. Lo que pasa es que se construye naturalmente, porque no hay un afuera de esa construcción. De vuelta, no es una religión porque el Tao es un orden. No es lo mismo un orden relacional, una ética relacional, que una metafísica paternal o de la madre, del origen. No hay jerarquía en el Tao, está el camino, pero el camino es una forma de relacionarse de los elementos y esos elementos pueden ser personas o pueden ser montañas. Entonces no es una religión con un mito de origen heroico, no puede ser eso porque si fuera eso no sería fiel a sí mismo, sería incoherente, no haría lo que promete.

TAO PARA TAODOS

Versos como: «La gente tiene hambre. Los impuestos subieron. Los de arriba pagan poco» o «Si el costo de vida sube mucho / se opaca a su valor incalculable«, parecen muy actuales. ¿Esa actualidad tiene que ver con una búsqueda desde la traducción o más bien con cierta “universalidad” del Tao?

Lo que vos dijiste es tal cual, algo es universal cuando puede hacerse presente, cuando puede volver a hacerse presente algo es un clásico. [El escritor Raúl] Zurita, una vez dijo algo muy inteligente -no es sorpresa, él dice cosas muy brillantes: «Los clásicos son una autobiografía del lector» Y el Tao es un clásico porque es una autobiografía del lector. El Tao no es el libro, es el algoritmo del Tao. 

¿Cómo encaraste esas traducciones?

Lo que quise hacer con esas traducciones fue tomar ese orden fractal. Lo que yo quería traducir no era el contenido. El contenido son sentencias de sentido común, no es relevante de verdad el contenido, lo que importa es el orden, el malabarismo que se hace con eso. Es un sistema que parece lógico el Tao: te tira premisas y te saca una conclusión, pero esas premisas nunca tienen una relación lógica, tradicional entre sí, la conclusión tampoco, y sin embargo, te punzan, escuchás una verdad ahí, una revelación, algo que te sacude a pesar de que no entendiste, justamente porque no se trata de entender. No se puede entender todo porque el sentido está transformándose todo el tiempo. Nadie puede agarrar algo que se mueve. Podés hacer una representación que fije, pero el Tao te dice siempre la traducción de lo móvil a lo fijo. Te perdiste el próximo movimiento y el anterior, sacaste una foto nada más. 

LA POESÍA DE LA ÉTICA

¿Qué valor creés que tiene el Tao?

Me parece que el valor que tiene el Tao es que es una ética portátil, muy portátil, que describe mucho mejor los comportamientos humanos que los diez mandamientos. La mujer no era del prójimo, la mujer es de sí misma ¿No? Entonces si vos tenés que, para comportarte éticamente en el mundo, leerte, no sé, todos los libros que escribió Ratzinger, perdimos, nadie va a leer los libros del abdicado Papa Ratzinger. Pero si vos te leés un libro de poemas que te sube a la conciencia, un algoritmo que te dice, «che mirá, con estas reglitas más chiquitas, la vida se vuelve un poco más sabrosa«, y sí, es por ahí para mí. Mi intervención con el Tao tiene que ver con eso, con hacer como una ética que sea un libro de poemas, no una espada que te venga con el castigo detrás.  

El mundo parece ir más camino a la espada y el castigo, como decís vos.

A ver, te remito al Tao de vuelta: los seres humanos tenemos que convivir, no hay otra forma, tenemos que encontrar alguna armonía posible. No la estamos encontrando y no es el fascismo la respuesta. El fascismo es la respuesta del que perdió la fe, que dice: «bueno, violento al otro porque acá sálvese quien pueda«. Yo tengo fe de que nos podemos tratar mejor. Eso no significa que un día me voy a enojar y le voy a pegar a uno que me esté provocando, o que me voy a mandar una cagada, porque la transición es parte de la ley, digamos. 

Bueno, el Tao dice “el bien es tratarse bien”...

Es eso, el bien se trata de tratarse bien, nada más. Tratarse bien uno mismo y tratar bien a los demás. Para mí, que soy anarquista precisamente… o sea, no es que el anarquismo sea no creer en la ley, sino en que esta ley no es legítima. No le reconozco legitimidad a una ley que hace del abuso y de la explotación de los recursos del planeta y de los seres humanos algo sistémico. El Tao es una ley, pero es una ley que no necesita del peso de la ley porque no castiga ni prohíbe nada, solamente ordena, armoniza. Por eso habla de un gobierno maternal. Y también el gobierno maternal tiene que ver con que alguna gente, tal vez, no tiene que dedicarse a pensar tanto, tiene que disfrutar y que la gente que piense y que ejerce el poder sean los más responsables, no los más gozosos, los más perversos. 

Quizás esto sea un lugar común, pero eventualmente el poder suele traer esa perversidad que mencionás.

El poder tiene que ser inclusión, tiene que ser cuidado. Si no, no es poder, es abuso. Y el poder es importante. Estamos en una época en la que decir «vos tenés más poder que yo» es una presunción. Si yo tengo más poder o más fuerza, tengo que poder usar esa fuerza para disfrutarla, pero el límite de mi disfrute es el otro, la otra persona, le otre. No podés gozar destruyendo a los demás, eso está mal, todo el mundo lo sabe y nadie lo practica. Todo el mundo sabe y los perversos saben, pero no les queda otra porque están desesperados. Yo no quisiera ser un perverso y no sé qué hacer con la aberración. Mi problema es el mal. ¿Qué haces con el mal? Con todo lo demás yo puedo lidiar, pero ¿qué haces con el tipo, el aberrante, el que viene a destruirte, el que no puede dialogar? Por eso tenemos un Estado y un sistema de justicia, porque existe el problema de la violencia. Si no existiera el problema de la violencia, sería más sencillo, creo, ordenar una sociedad donde todes tengamos lugar.

¿Creés que representó un desafío particular para vos traducir el Tao? 

No lo vería de esa manera, fue algo más difícil que un desafío. Un desafío uno puede aceptarlo o no, con el Tao no pude no aceptar el desafío. En ese sentido fue más fácil y más difícil, pero bueno, corresponde al objeto, al Tao, que sea fácil y difícil a la vez. Hay un verso que dice eso, de hecho. Creo que el experimento fue exitoso en el sentido de que más que traducir yo el Tao, me dejé traducir por el Tao, digamos. Y por eso decía que las traducciones son muy disímiles, esa es mi forma de ordenar el Tao: yo entiendo que el Tao necesita risas, necesita capricho, necesita lo inesperado, porque la lógica del mundo es el accidente, no es la continuidad previsible, eso es la lógica del sentido, la lógica de lo que los humanos entendemos por una vida que nos tranquilice vivir, pero la vida no ofrece tanta tranquilidad, te vas a morir en una cantidad de años y bueno, hay que aceptarlo o sufrir o negar. Yo prefiero usar la energía que usaría para negar en otra cosa y decir sí, me voy a morir, estoy envejeciendo, estoy cada vez más cerca de la disolución total y bueno, mientras tanto uso el tiempo que tengo. Traducir para mí no es solamente una actividad que tenga que ver con verter un material lingüístico que está en un libro o en algún soporte mecánico o digital de texto a otro código lingüístico. Traducir es otra cosa, es crear algo nuevo, es plantar otra cosa. No tiene que ver con la fidelidad o con llegar de un punto a otro, sería con conectar puntos, pero no hay identidad entre una traducción y el original y es imposible que haya identidad. ¿Por qué seguimos buscando identidad? (Risas).

EL TAO BIEN ENTENDIDO

Te confieso que al momento de hacer esta entrevista, aún no terminé de leer todo el libro. ¿Cómo se lee el Tao?

No hace falta terminar de leerlo. Con un solo poema basta, porque nada basta. Todos los poemas son fractales, en todos está contenido el orden, pero su ser fractal no agota su singularidad. Es decir, cada poema dice algo en sí, pero también es parte de un conjunto que señala a la coherencia de ese conjunto. No tenés que leer los 81 poemas. Para mí, de hecho, la persona que escribió el Tao, que no sé si es Lao Tse o alguien inventado, hizo de más. Se podrían hacer muchos menos poemas y de hecho hay momentos en que yo quité versos que vi que estaban repetidos en chino y que evidentemente eran un error de un copista. Yo me tomo esa libertad porque soy un loco y no me importa nada, pero una persona que está en una universidad va a decir, «¿cómo le voy a sacar un verso al Tao?» Eso sería una reliquia de un museo, si no está vivo y no lo podés usar, no sirve.

En ese sentido, creo que una especie de «sacrilegio» es el feat de Sor Juana Inés de la Cruz que pusiste en uno de los poemas. ¿Cómo surgió esa idea?

Bueno, para mí me parece el poema favorito del libro. Pero yo no sé cómo surge nada en mi mente. No me preguntes, misterio, no sé, no quiero saber… Si supiera sería una mierda mi vida, no quiero saber más, ya sé demasiado (risas). Algo tiene que ser sagrado, ¿no? Como dice el Tao, si dejás de tratar de entender todo, enseguida se acaban tus problemas. Yo tengo muchos problemas por querer entender.

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