BAD RELIGION, MICROESTADIO DE FERRO 28/11/23

Nueva visita de los patriarcas del género, esta vez en Ferro y después de 4 años sin vernos las caras. Si bien aún no hay disco nuevo que presentar, su «Age of Unreason» de 2019 sigue dando tela para cortar, al igual que su innumerable cantidad de clásicos. Los muchachos de Greg Graffin son un cheque en blanco al portador, y en esta reseña te contamos todo lo que fue la noche que seguramente quedará en el recuerdo de todos los que estuvimos ahí. Persígnense, tomen su cruz, y arrodíllense para leer esta nota que no, no es más extraña que la ficción.

¿Qué se puede esperar de una banda que toca hace más 40 años y sus integrantes pisan ya la sexta década de vida? Madurez, sapiencia, solidez, podríamos decir. Pero también, en el caso de Bad Religion, encontramos diversión, desparpajo, y una inherente creencia de que el mundo debería ser un lugar mejor para todos.

Pero esas cuatro décadas de subirse a escenarios para gritar sus verdades en clave hardcore punk parecieron ser un mito este martes 28, cuando los cinco músicos tomaron posición en el Microestadio de Ferro y dieron uno de los conciertos más enérgicos y pasionales que uno recuerde. Podemos estar de acuerdo o no en que fue el mejor show de la banda en estas tierras, pero lo que es innegable e irrebatible es la pasión infernal de su público, el fervor de los más de 4 mil locos y locas que llenaron el lugar y que le devolvieron algo (poco o mucho) de lo que la tropa dirigida desde siempre por la dupla Greg Graffin/Jay Bentley ofrece desde aquél seminal “How Could Hell Be Any Worse” de principios de los 80.

PONIENDO PRIMERA

Uno pensaría que el martes es un día en el cual recién estamos empezando la semana, que hay que trabajar, y encima el calor que se hacía insoportable… Pero al llegar al siempre lindo barrio de Caballito, la madeja humana hacía la previa y todo se tornaba de color punk a la espera de uno de los estandartes del estilo. Luego de breves sets de los grupos invitados Sudarshana (con su hardcore militante y sus fans con pancartas a favor de la liberación animal) y Expulsados (la tropa ramonera agradecida sobre todo con el “Cretin Hop” de los Fast Four), la gente pareció brotar desde los 4 costados y abarrotó el recinto de Avenida Avellaneda.

POR EL CAMINO CORRECTO

¿Y cómo mantener la calma y la madurez de los 40 y pico de años del cronista cuando la banda que uno escucha hace tres décadas abre con ese acople inconfundible de “The Defense” y encima le engancha pegadito ese himno que es “Against the Grain”? No, es mucho. Haciendo malabares para que los anteojos no vuelen por los aires y que ningún amigo de lo ajeno se quede con billetera/celular (nunca falta esa gente, deberían erradicarla del ambiente), y tratando de no ser arrastrado por la marea humana, vimos cómo nos decían que el pasado está muerto pero volvían a 1990 con otra bomba: “Anesthesia”, y ya se sabe que todos los buenos chicos van al cielo.

Las demostraciones de fervor no paraban y los músicos no dejaban de agradecer, sobre todo el buen Greg en un más que entendible castellano. Y como buenos muchachos que son, nos recordaron que todos supimos ser “Wrong Way Kids”. Claro, nosotros de Buenos Aires y ellos de Los Angeles. Y si de L.A. hablamos, imposible no recordar que de vez en cuando su ciudad se pone a arder (con Graffin reemplazando «It’s showtime for dry climes and bedlam is dreaming of rain» por un hermoso guiño: «Buenos Aires is dreaming of rain») . Y por supuesto, nunca olvidemos que sólo vamos a morir por nuestra propia arrogancia. Puro hardcore vieja escuela para poner patas para arriba hasta al más versado en la materia.

INFECTADOS DE POGO

Pogo, amigos, birra, sudor, música veloz y con ideas, pareciera que todo lo bueno del mundo se daba cita en ese lugar. ¿Y qué decir cuando después de “Requiem for Dissent”, le pegaron sin respiro aquél clasicazo noventoso llamado “Infected”? Todos pero TODOS corearon aquello de “You and me have a disease” con los brazos al cielo. Luego de dos temas que bajaron un poco la intensidad del asunto (“My Sanity” y “Beyond Electric Dreams”, quizás por no ser del todo conocidos), arremetieron con “Delirium of Disorder”, otro de esos que van a toda velocidad y te llevan puesto.

Como ya todo se había salido de control, ¿qué mejor que ir a los 80s y traer “No Control”? Pegada y como para entender que si no hay control uno puede hacer lo que quiera, ”Do What You Want” como representación de esta (contra) cultura que es el hardcore punk. Brian Baker toma su guitarra y empieza con la introducción de otro himno de batalla: “Recipe For Hate”, esos temas que sabes que cuando arrancan, no queda nada en pie. Ya nos íbamos acercando al final, y la gente estaba cada vez más enfervorizada. Como nafta para apagar ese fuego, tiraron una línea de 3 que ni el propio Scaloni te arma: “Tomorrow”, “21st Century Digital Boy” (un poquito más lenta que lo que debía ser) y “Drunk Sincerity” (para mí fue la perla de la noche, no recuerdo que la hayan tocado antes en nuestro país).

CONQUISTANDO FERRO

Después de “Candidate” (de los pocos que tocaron del último disco), un sopapo atrás del otro: “I Want to Conquer the World”, el inmortal “Sorrow” (de las canciones más hermosas de la banda), “You” (tema que todo el mundo ama, y este humilde cronista nunca entendió el motivo), y para cerrar el set el señor Bentley empezó a tocar con su bajo la introducción de “Fuck Armaggedon, This is Hell”. Fue una especie de llamado de armas, porque abajo la gente se abrió para arremeter con toda furia en la parte rápida del tema.

Pero si habían empezado tirando dos bombas atómicas, ¿cómo no iban a cerrar del mismo modo? Hiroshima y Nagasaki quedaron cortas cuando Graffin empezó con eso de “Like a rock, like a planet, like a fucking atom bomb” y todos unidos en el coro del final. Faltaba la última, porque tenemos el Jesús americano y una nación bajo Dios. Pero claro, con la letra cambiada: Greg no dijo “I feel sorry for the Earth’s population cause so few live in the USA sino que reemplazó a su país por Argentina.

EL ULTIMO INGREDIENTE DE LA RECETA

Final de la noche, empapados en sudor y alegría. Con la certeza de que hay bandas que jamás fallan, que vienen a dar cátedra y nosotros como buenos alumnos damos también lo mejor que tenemos. Quizás no tengamos la receta para el odio, pero seguramente tenemos la receta de la pasión.

Txt: Rodrigo Cardozo

Ph: Florencia Giuliana

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