Parece menos, pero pasaron siete años de la primera visita de Deafheaven al país y mucho ha cambiado en ese tiempo. En esa oportunidad veíamos a una banda en su pico creativo y de popularidad la cual con su mezcla de black metal y shoegaze se había metido, de alguna forma, en el mundo mainstream. Claro, sus canciones no sonaban en las radios, pero aparecían en medios como Rolling Stone y tocaban en festivales como Coachella. Esa exposición hizo que cierta parte del público metalero los mire con desconfianza, y es así, que cuando tocaron en Uniclub en 2016, la convocatoria se contaba en apenas unos cientos de personas, curiosos y fans por igual, entre 25 y 35 años, contentos de ver una banda en el momento exacto para hacerlo.

Hoy la imagen es completamente opuesta: Uniclub cuelga el cartel de Sold Out en la puerta, y el público -en gran número- son chicos y chicas que en la primera visita de la banda, eran apenas niños… por lo menos en la parte delantera. Quizás atrás si está el publico más grande que puede regocijarse diciendo “Yo los vi cuando no los conocía nadie”.

Lo curioso es que Deafheaven agota Uniclub luego de que la exposición de los primeros años se desvaneciera bastante, sobre todo después de discos como “Ordinary Corrupt Human Love” e “Infinite Granite”, álbumes que pueden gustar mas o menos, pero que sin duda dividieron las aguas y no produjeron lo mismo que los trabajos que los llevaron a ser la próxima gran cosa, como “Sunbather”, “New Bermuda” y sobre todo “Infinite Granite”, disco que la banda venía a presentar.

Este ultimo material venía de ser el más parte aguas de su catalogo ya que de metal o intensidad hay poco y nada, ya que se inclina por el costado orientado al Post Rock. Pero la banda hoy decide empezar fuerte, con el doblete “Black Brick” y “Sunbather”; y mientras siete años atrás, el público era quizás mas contemplativo, hoy se entrega con todo. Quizás tenga que ver con el cambio generacional, pero el pogo y el mosh no se detendrían durante todo el show; algo entendible en las canciones más agresivas, aunque también sucede en temas como “Shellstar” de su ultima placa. También ocurre lo esperable con las canciones de “Infinite…”; las cuales se vuelven mas rockeras en vivo, ganan en energía, pero al mismo tiempo sirven para balancear un poco el show y así, los momentos intensos cobran más fuerza. Y ante la duda de que si el disco fue bien recibido entre el público, la gente cantando canciones como “In Blur” no deja lugar dudas, algo que saca una sonrisa a los músicos, generalmente parcos.

Algo en común con el concierto anterior es el volumen bajo de los instrumentos. Y si bien funciona bien para los momentos más calmos, en los mas intensos como “Canary Yellow” se pierde un poco la claridad. Y a esta altura tenemos que creer que es por decisión de la banda. De todos modos, parte de la intensidad recae en su vocalista George Clarke, que prácticamente canta el show entre la gente y se mueve cual bailarín de ballet, agitando las manos como guiando la música, con su garganta al borde de quebrarse.

Si el concierto había empezado de forma intensa, lo termina aun más con “Brought To Water” y “Dream House” y nos recuerdan porque fueron la gran cosa hace diez años. Quizás Deafheaven no se convirtió en la promesa que todos esperaban, pero diría que esas expectativas eran irreales. Hoy la banda tiene un publico fiel, que pudo esquivar los prejuicios y que deja experimentar a la banda como quiera. Quizás sus mejores discos ya los hayan hecho, pero eso no quiere decir que no puedan seguir haciendo cosas interesantes y dar grandes conciertos. En definitiva, vinimos a buscar buenas canciones y una buena banda en vivo… y eso tuvimos.

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