Hoy, 15 de abril de 2019, se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del recordadísimo Joey Ramone a causa de linfoma. Esto sucedió en el New York-Presbyterian Hospital, un mes antes de que cumpliera 50 años, mientras escuchaba la canción «In a Little While» de U2. Esta mañana, en su muro de Facebook, su hermano Mickey Leigh volvió a publicar un texto escrito originalmente en 2009, el cual recuerda los momentos finales de Joey y todos los pensamientos, sensaciones y sentimientos que rodearon a este suceso. A modo de homenaje hacia la alta, desgarbada y querida figura de este cantante que tanto se extraña, reproducimos estas palabras… y, con un poco de suerte, también las emociones que despiertan. QEPD. 

(Publicado en 2009 – hace 10 años – hace aproximadamente un día de hace 18 años que recuerdo tan vívidamente como si fuera hoy)

15 de abril de 2001.

A las 7 de la mañana, el teléfono sonó. Era mi mamá.

«Hola cariño. El hospital llamó. Piensan que Jeff podría… dijeron que sería mejor que fuéramos. Te llamaré en unos minutos».

Llamé a Arturo Vega y Andy Shernoff, y les dije que se reunieran con nosotros allí… para despedirnos.

Apenas la noche anterior, después de meses de esperar y rezar por lo posible, comencé a prepararme para lo inevitable. Me pondría a tono con la realidad. Pero todo se sentía más allá de lo surrealista, como si fuera un sueño.

Mi mamá volvió a llamar.
«¿Pudiste dormir algo anoche?»
«Umm… ¿tal vez deberíamos llamar un taxi?», respondí.
«No… ya le dije a Larry que lo recogería en el camino», dijo ella, «enseguida estaré allá».
«¿Estás segura de que querés manejar, ma?»
Fue realmente sorprendente cómo esta mujer, por lo que alcanzo a recordar, logró conjurar la fuerza que tuvo. Ella había sufrido tanta agitación y tanto trauma en su vida. Y ahora estaba soportando lo que es indiscutiblemente la tragedia más devastadora que un humano puede experimentar.
Aún así, ella era intrépida.
Jeff y yo fuimos muy afortunados de tenerla como nuestra madre.

Él venía empezando sus días con una canción del nuevo álbum de U2 que nos había pedido que le lleváramos, llamada «It’s A Beautiful Day» (N.: ‘Es un día hermoso’). Decía que le daba energía.

Pero, mientras flotábamos por Queens Blvd, y sobre el puente 59th St, una canción diferente de ese álbum seguía flotando en mi cabeza, llamada «In A Little While», una melodía de estilo Otis Redding, lenta y conmovedora. Joey recientemente había estado revisando canciones de esa época, interpretando «Bring It On Home» de Sam Cook. Quise que mi hermano tuviera algo de música suave para ayudarlo a pasar al próximo reino.

Ni siquiera había pensado en la ironía del título o la letra, no conscientemente – solo era una hermosa canción.

El médico entró y nos dijo que podían pasar horas o momentos.

Después de aproximadamente una hora, saqué el CD y lo puse en el boombox que le habíamos traído.

Pero después de presionar el botón de reproducción y volverme hacia atrás para tomar su mano y decirle «Todo está OK, Joe», aún siendo una canción tan hermosa como era, de repente yo, mi madre, Arlene, Larry, Andy y Arturo nos quebramos y estábamos llorando, sin control.
El tipo había estado sufriendo tanto dolor, durante tanto tiempo, solo queríamos que su sufrimiento terminara.
Mientras sonaba la canción, todos lo tomamos de las manos, le acariciamos los brazos y le dijmos: «Te queremos, Joey. Pronto estarás bien. No más dolor, no más sufrimiento. Está bien dejarnos ahora. Te queremos.»

Y, unos segundos después de que la canción terminara, la enfermera dijo: «Ya se ha ido».
Él se había ido.
Se fue con la canción, pensé, a ese lugar donde las canciones van después de que se tocan, dondequiera que sea.

Pero, cuando salimos del hospital, vi a mi hermano por toda la ciudad.
No solo en los carteles de la revista Spin «25th Anniversary of Punk Issue» en las calles de Manhattan.
Lo vi en esos pibes en las calles con jeans viejos, tan gastados que tenían más agujeros que tela, el pelo largo caído sobre sus ojos, o anteojos, o anteojos oscuros de forma ovalada.
Lo escuché en las canciones que había escrito y cantado, y las que habíamos escuchado de chicos.
Sentí su presencia aún más fuerte que antes.
De repente parecía estar en todas partes…
Siempre estuvo en mi carne y sangre.
Pero ahora, lo sentí más que nunca, en mi corazón y en mi alma.

Para su hermano pequeño, él fue el héroe imponente que todos los niños quieren que sea su hermano mayor.
No solo porque era Joey Ramone, sino porque era mucho más.
Fue el más grandioso perdedor que lograra elevarse a un lugar mucho más allá de sus sueños. Porque, tan bajo como había estado, nunca dejó que eso le impidiera fijarse en las alturas astronómicas. Su valiente lucha fue inspiradora, como pretendo que sea la historia de la misma.

«Vení conmigo porque vamos a pasarla realmente genial», cantó.
Seguro que lo hicimos. Gracias por incluirme, hermano.
Incluso si no podés estar a mi lado, siempre serás mi mejor amigo.

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