PACIENTE: BOBBY RAMONE – “Rocket to Kingston” (2021)
HISTORIA CLÍNICA: Leer el nombre “Ramone” en un artista sin que el mismo pertenezca a cualquiera de los Fast Four originales o a los demás miembros que formaron parte de la banda nos produce, al menos, una mueca de desconcierto. A lo largo y a lo ancho del planeta muchas personas han rendido homenaje a sus bandas favoritas adoptando el apellido como una suerte de hermandad o sello identificatorio que deje en claro sus intereses, gustos y filosofías de vida, pero es llamativo que las estadísticas muestren un elevado porcentaje en referencia a la banda de Queens en comparación con otras bandas de igual magnitud e influencia.
De misma forma, cantidad de detractores dirigen sus misiles y sus signos de reprobación ante el sacrilegio de atreverse a utilizar cualquier nombre “sagrado” en vano, haciendo gala del famoso meme con el rapero Drake y su aprobación/ aversión hacia equis cosa.
Encontrarse de casualidad con el disco “Rocket to Kingston”, firmado por un tal Bobby Ramone y con una imagen del bueno de Bob Marley con flequillo impoluto generó -seguramente- todas y cada una de las reacciones descritas más arriba. Pero a falta de fundamentos y con los primeros acordes de “Durango 65” la mueca de desagrado mutó en una de sorpresa, ya que la propuesta de Bobby (de quien poco se sabe ya que escasea la información sobre el mismo en la web) elabora una colaboración tan inverosímil entre The Ramones y Bob Marley que termina funcionando de maravillas, logrando encontrar similitudes (estéticas y musicales) donde antes no parecía haberlas. De la misma forma que sucedió con el interesante proyecto surf-punk instrumental Ramonetures -donde participaban miembros de los Phantom Surfers, entre otros- allá por el 1999, a través de las diez canciones de “Rocket…” nos encontramos en realidad con veinte ya que los mashups presentes en cada tema unen joyas tan disímiles como “Sitting in My Room” y “Stir it Up”, por citar un ejemplo. Todas y cada una rescatan un blend interesante que funciona de forma natural, casi como concebido así originalmente. Resulta interesante la fantasía de imaginarse a Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy buscando influencias en tierras Jamaiquinas trabajando con Marley de la misma forma que The Clash lo hizo en Sandinista junto a Mikey Dread y años antes de la mano del recientemente fallecido Lee “Scratch” Perry.
Las canciones estaban ahí, los tres acordes también, las melodías poperas y con cierta urgencia minimalista convierten a Bob y a los Monchos en primos no tan lejanos. Y ese quizá sea el punto fuerte del disco editado por Guerilla Asso (sello independiente francés de interesante catálogo) al combinar de forma tan magistral “Get Up, Stand Up” con “Teenage Lobotomy” al punto que la voz de Bob le aporta una rabia impensada al hit ramonero (si no lo creen escuchen la línea “Half the story has never been told / So now you see the light / Stand up for your rights” y luego me cuentan). Las perlas se encuentran y se las ingenian para nutrirse en lugar de canibalizarse, hay aciertos muy bien trabajados como la orquestación de “Baby, I Love You” mixeada con “Redemption song”, la adictiva “Glad to see You Cry” (a esta altura ni sirve aclarar que temas se maceran) y “Three Little Surfin Birds” que aporta un boost de energía a sendas canciones ya de por sí positivas y luminosas. La medida justa entre un mundo y otro refuerza lo parejo en la elección de las canciones, pudiendo brillar todas sin sonar forzadas o mal logradas.
DIAGNÓSTICO: Hay experimentos que funcionan a prueba de ensayo y error y “Rocket To Kingston” logra ubicarse como una propuesta bien lograda, respetando la esencia de exponentes tan venerados dentro de la escena musical pasada y actual. No faltarán los puristas que fruncirán el ceño y necesiten la tranquilidad de las etiquetas para sentirse reconfortados o escudados detrás de los dedos acusadores. La misión de este disco no es ambiciosa ni pretende generar un debate antropológico sobre el legado cultural del punk y el reggae, sólo apunta a pasar un buen rato de la mano de una idea simple y concisa, pero que a nadie se le había ocurrido antes, o al menos no tan bien lograda. Bobby Ramone obviamente no es alguien real sino una construcción, un holograma para unir lo mejor de dos mundos al parecer opuestos pero que comparten más de lo que evidencian. Un par de libros de historia musical y movimientos culturales nos darán las respuestas que necesitamos. Si el bueno de Bobby lo hizo adrede o sólo por intuición ya es harina de otro costal. Lo que sí sabemos es que ha recibido una moderada atención de partes de medios especializados y los comentarios han sido en su mayoría positivos. Simpático, respetuoso y hasta con cierta originalidad, nos calzamos las camperas de cuero en pleno trópico jamaiquino al son de estas rolas y dejemos que el punky-reggae-party musicalice.
Categoría 80. Psicólogo, amante de la música y los juegos de palabras. Padre de Ciro y Amancay. Baterista e hincha de Ferro. Fanático de los libros, del helado y el café. Escritor perseverante. Hombre de mar en busca del sentido de la vida.