V8 TRIBUTO, EL TEATRITO, 20 DE JULIO DE 2024
Realmente fue así: V8 Tributo hizo honor con su actuación a la frase de la letra de «Destrucción». Cuando Gustavo Rowek decidió encarar este proyecto, tal vez no imaginó que más de una década después, la idea iba a seguir funcionando. Con Walter Meza y el Topo Yañez viviendo un año muy activo con su banda, Horcas, el homenaje a la banda fundadora del metal argentino presentó a su nueva formación (Beto Ceriotti en bajo, Knario Campiano en voces) con un poderoso show en el centro porteño que repasó con altura el legado de la banda.
Toda expresión artística está habitada por clichés. A veces es bueno romperlos en búsqueda de superar cierto estancamiento o de abrir nuevos horizontes expresivos, pero también es cierto que sin clichés, sería imposible delimitar o dar forma a los géneros y estilos. Lo mismo ocurre con actividades laterales a lo artístico. Hacer una crónica de un show es una de ellas y digo esto porque sincerándome con ustedes, queridos lectores, últimamente al encarar una, siento que caigo en la fórmula de siempre: describir un poco el ambiente previo al concierto, hacer una breve referencia a la actualidad de la banda que protagoniza el evento, mencionar los títulos que se interpretan y su orden, hacer foco en el desempeño individual de los músicos, una mención al sonido, una conclusión final, y finalmente, apagar la notebook.
El paso siguiente es llamarlo a Do Carmo (N: Secretario de Redacción de Madhouse.com.ar) y decirle: “Ale, está lo de tal grupo para subir a la web, las faltas de ortografía corregirlas vos”, y siga su ruta. Entonces, esta vez vamos a empezar con una reflexión que vengo masticando desde hace un poco más de un mes, cuando también en El Teatrito, vi a Vitico y Los Leones recreando de manera impecable el repertorio de Riff. “Los temas de Riff nunca sonaron tan bien como los están tocando Don Víctor y sus muchachos”, pensé mientras le entraba a un vaso de Quilmes de un litro. Unas semanas después, cuando el Tributo a V8 se retiró momentáneamente del escenario para hacer una pausa antes de los bises, un sesentón entrecano, también munido de su vaso de Quilmes (pareciera ser que el brebaje genera cierta conexión de ideas entre quienes lo consumen), le espeta a su amigo que lo acompañaba un: «¡tremendo!, vi a V8 en vivo muchas veces y nunca sonaron tan bien como estos pibes”. Más allá de bromas sobre las bondades de una cerveza medio pelo, no es casualidad esa sintonía de pensamiento.
Está claro que es así y no hay mucha vuelta que darle: este tributo a V8 tiene intérpretes más solventes que los originales. Lo mismo ocurre con Vitico y Los Leones, técnicamente están por encima de Riff. ¿Hay que cuidarse de afirmar esto? ¿Se debe acaso tomar tal enunciado como una falta de respeto, una herejía hacia bandas que son una institución dentro del género y su historia? Sinceramente creo que no. Y ahora viene la idea que venía masticando: ¿Qué vale más en la música, ser autor o ejecutante?. ¿Aquel que acomoda las notas en determinado modo o el que luego las hace sonar mejor? Probablemente los miles de eximios ejecutantes que cada año egresan de un conservatorio interpretan mejor una composición de Mozart o Bach que sus creadores, pero jamás hubiesen sido capaces de componer esas obras monumentales. La respuesta a mi debate interno es que el de compositor y el de ejecutante son dos talentos diferentes.
Y en ese sentido, la presentación de este V8 Tributo, arrojó luz sobre ambas capacidades. Con un sonido crudo pero nítido, esta nueva formación del mismo tiró a la cancha todos los clásicos del cuarteto pionero del metal argento (“Ciega Ambición” de “El Fin De Los Inicuos” fue tal vez, la única rareza), haciéndolos sonar frescos, renovados, contundentes. Hasta acá, todo responsabilidad de la pericia de los músicos que lo integran. Pero por otro lado, esa condensación del repertorio de V8 en poco más de hora y media de show, es la confirmación definitiva del vuelo creativo y de la cantidad de grandes canciones que cuatro pibes vueltos juguetes rabiosos por un entorno opresivo, fueron capaces de plasmar en tan poco tiempo y con tan pocas herramientas en sus manos. Ese sea tal vez el mayor mérito de este proyecto, el agrandar la figura de esa banda única, violenta, caótica, cuyo destino en palabras del propio Gustavo Rowek, era “el haberse formado para estar destinados a disolverse ”. V8 fue la chispa y la llama que ardió y se extinguió prontamente, pero dejó el suelo del rock argentino marcado para siempre, y eso en definitiva es lo que cuenta.
Después, podría contarte que Berdichevsky mostró que en Rata estaba desperdiciado, que Knario es un gran frontman o que la versión de “Destrucción” fue apoteótica, pero eso sería traicionar el propósito de esta crónica y volver a caer en los clichés. Así que vamos a dejarlo acá. Ahora sí Ale, llevatelá y publicala.
Porteño, cincuentón, melómano, cinéfilo, amante del whisky y la cocina. Licenciado en comunicación, fue agente de prensa en organismos públicos, se desempeñó como productor e investigador periodístico en Arte Canal y participó como redactor de los suplementos “No” y “Turismo 12” de Página/12 y de la versión impresa de Madhouse. Como Do Carmo, baterista frustrado, padre de dos rubias y hombre librepensador.