Al conocerse la noticia de que el guitarrista Tom Morello, uno de los cerebros de los indomables Rage Against the Machine, sería el productor musical ejecutivo de «Metal Lords», una película que ya desde los avances prometía sumergirse a fondo en la música metálica, el interés aumentó de inmediato. Sin embargo, aquí sólo existe eso, que es la impronta musical del metal: una banda sonora eficaz, dominada por los grandes clásicos del género (desde Metallica hasta Black Sabbath pasando por Slayer, Anthrax y Pantera, por citar algunos), que sin embargo no es suficiente para sustentar una interpretación bastante sosa y una historia predecible. Lanzada el 8 de abril en Netflix, «Metal Lords» es una decepción. La premisa del filme parece simple a primera vista, pero no carece de complejidad: en esta película, D.B. Weiss, el guionista de la exitosa serie «Game Of Thrones», intenta explicar o traducir lo que es el heavy metal para padres ansiosos. Posiblemente ahí radique el problema: la preocupación desmedida por ofrecer una versión limpia, correcta y sobre todo moderada de una subcultura mucho, mucho más compleja.

Kevin, Emily & Hunter contemplan con tristeza al realismo que se aleja de la historia.

La idea que sostiene el andamiaje de «Metal Lords» es, cabe destacarlo, muy fuerte y muy centrada. Hay un poco de todos los clichés del cine americano clásico adolescente/coming of age (género que cuenta historias de pibes y pibas que pasan de la niñez a la edad adulta): la relación conflictiva con unos padres que no escuchan o no entienden; la secundaria, un lugar de tortura y frustración donde el bullying campea sin ser visto por los maestros; los primeros amores; amistades traicionadas y encontradas… En sí mismo, el cliché no es dañino: una vez que se establece una meta, existen muchas formas de alcanzarla. Pero el director Peter Sollett -regresado al cine tras un silencio que duró siete años, interrumpido solo por algún trabajo televisivo- y Weiss parecen elegir la más trillada, tanto que mirando «Metal Lords» es imposible quitarse de encima la sensación de dejá vú. La película, justo es decirlo, centra a la perfección el gancho que tiene el metal en los adolescentes, lo que les dice y los valores que la música (que muchas veces coincide con una forma de vestir y más aún con una forma de entender la vida) les aporta. Todo bien, pero al mismo tiempo… todo mal.

Scott Ian intenta enseñarle a hacer cuernitos al guionista Weiss, que a pesar de la remera tiene menos metal que Gasalla. Al lado, Hammett y Morello fingen no conocerlos.

Ahora bien: ¿qué corno pasa en la película, se estarán preguntando? Antes de que la ansiedad los acometa y empiecen a hacer slam dancing en el living, en el subte, en el laburo o donde sea que estén leyendo esto, sepan que se trata de tres quinceañeros cursando la secundaria en la Glenwoon Lake High School. Uno es Hunter Sylvester (Adrian Greensmith), un verdadero metalero; otro es Kevin Schlieb (Jaeden Martell), su amigo más nerd y desgarbado que se le une en el proyecto de formar una banda, llamada Skullfuckers (no es más cliché porque el día solo tiene 24 hs.) y la tercera es Emily Spector (Isis Hainsworth), una talentosa violoncellista británica trasladada a la escuela secundaria estadounidense que tiene todo el metal en la actitud… pero que nunca tocó ni siquiera una nota de un tema de Judas Priest o Iron Maiden. El objetivo que los une es algo clásico en este tipo de películas: superar la aversión de sus compañeros de clase (y de la escuela toda, vamos) ganando la Battle Of Bands, es decir una competición musical organizada por la escuela, pero en realidad esta circunstancia hace de telón de fondo para el quid de la cuestión, que es cómo podés vivir (y sobrevivir a) los clásicos problemas de la adolescencia si tu pasión es el heavy metal. De hecho, dentro del trío será el verdadero adepto del metal, fan acérrimo de todos los grupos clásicos y también un guitarrista en busca del virtuosismo y de desafiar a la autoridad, quien deberá atravesar una seria revisión de sus creencias.

«El violoncello se toca con trabajo», afirma una sonriente Emily (sí, el chiste es malísimo)

Y es quizá en este punto donde reside el problema de esta película escrita por Weiss (aquí también coautor con Morello de la canción que tocará el grupo en el concurso, «Torture Machine»): en su cuidado relato del personaje metalero y al mostrar una honesta pasión por esa música que se abre paso entre los otros dos amigos del protagonista (conquistados y en cierto sentido, cambiados por el contacto con el metal), obtiene lo contrario de lo que la filosofía metálica -que uno supone rebelde e inconformista- propugna, es decir una película indie limpita y tranquilizadora, edulcorada y redondita, tierna y con moraleja: todo un himno a la moderación y al compromiso. De hecho, si bien al principio los personajes aspiran a elegir el estilo de vida metalero, a formar parte de ese mundo e incluso en algún momento hasta se aventuran a dar una definición de lo que es, en su esencia, el metal (vale decir, aventurarse, experimentar, arriesgarse, tener el coraje de ir donde todos temen ir), con el paso de los minutos se hace evidente no solo que esta idea del metal es apenas una reelaboración de la clásica filosofía de vida americana, esa que hace que una persona esté dispuesta a ir al infierno con tal de conquistar una meta y no formar parte del ejército de losers a base de la más férrea determinación, sino que tampoco hay mucha consistencia. Baste decir que «Metal Lords» es una de las películas sobre drogas blandas más puritanas que se haya visto en mucho tiempo, una que parece estar dirigida más por una madre preocupada que por un metalero aguerrido.

Ian, Morello, Hammett y Halford discuten a ver a quién le toca hacerla de bañero del jacuzzi esta noche.

Esto queda claro en el relato: hay tanto miedo a cualquier exceso que mientras se muestra y ensalza un género musical cuyas estrellas comen murciélagos en el escenario y se han destrozado la vida y/o quemado el cerebro con las drogas (dicho sea de paso, además de Morello, van a encontrar cameos de estrellas del género tales como Rob Halford, Kirk Hammett y Scott Ian), el guionista se siente obligado a decir, cada vez que aparece un porro, que eso está muy mal y que quien fuma eso tiene serios problemas que hay que tratar. Y en un clima así está claro que al final la moraleja será que el más metalero de los tres protagonistas tendrá que aprender a ser menos intransigente hasta, literalmente, poner una flor en el cráneo, eliminar las malas palabras del nombre de la banda y aprender a ser más bueno y menos protestón; lo que muchas madres y padres querrían de sus díscolos retoños, digámoslo de frente. Es de suponer, claro está, que la película no pretende resumir la riqueza y la problemática de la música metalera en solo una hora y media y también es comprensible -estando Netflix de por medio- la necesidad de hacer una película que resulte lo más accesible posible para el público mainstream. Pero quizá Weiss pudo haber elegido un género musical diferente y más «simple» (remarcamos las comillas) para esta tarea.

«¿Todavía le faltan dos párrafos a esta crítica? ¡Dios mío, en MADHOUSE siguen tan hinchapelotas como en los 90!»

Así las cosas, «Metal Lords» resulta una película sobre el metal para quienes conocen poco o directamente no conocen el metal y, en todo caso, están más dispuestos a interesarse solo en una versión limpia y moderada, que acepta todo aquello que, a decir verdad, constituye la negación. El heavy metal aquí parece entenderse como un disfraz para ponerse más que algo en lo que creer, más que una forma de entender las relaciones entre las personas y entre el individuo y la sociedad. Efectivamente, cuanto más avanza la película, más se ríe de la integridad del género y deja en claro que la felicidad para el metalero está en aceptar no ser duro y puro, cambiar y volverse presentable, plegarse a lo que el sistema nos destina y aprueba, para así poder alcanzar los propios objetivos no a través de la coherencia extrema sino a través de la dulzura y la aceptación de lo opuesto. Todo ello hunde mucho a la película junto a un guión y un desarrollo que desde luego no brillan por su dinamismo, ritmo y profundidad…. si hay un consuelo, posiblemente esté en considerar que el soundtrack de esta película muy posiblemente perdure; en cuanto al film, muy posiblemente se perderá entre los miles de títulos que ofrece el catálogo.

«Me habían dicho que este pibe era de guitarrear en los exámenes, pero no pensé que tanto»

FICHA TÉCNICA

Título original: “Metal Lords”

Género: Comedia / coming of age

Origen: EE.UU.

Estreno: 8/4/2022 (Netflix)

Dirección: Peter Sollett

Producción: Greg Shapiro

Guión: D. B. Weiss

Reparto: Adrian Greensmith, Jaeden Martell, Isis Hainsworth, Noah Urrea, Katie O’Grady, Brett Gelman, Joe Manganiello, Rob Halford, Kirk Hammett, Scott Ian, Tom Morello

Música: Ramin Djawadi + canciones de Iron Maiden, Judas Priest, Black Sabbath, Avenged Sevenfold, Metallica, Mastodon, Ozzy Osbourne, Zeal & Ardor, Guns N’Roses y Pantera

Duración: 98 minutos

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here