PACIENTE: JETHRO TULL/ «The Zealot Gene» (Inside Out, 2022)

HISTORIA CLÍNICA: Nunca es tarea fácil evaluar el flamante trabajo de una leyenda. Y no lo es ni para el público ni para la crítica. Más allá de en cuál lote uno se encuentre, una vez que se tiene la copia del mismo entre manos (bueno, está bien, cuando le damos play en Spotify, perdón), es inevitable tomar como referencia a aquellos monumentos sonoros que esa banda o solista parieron en su pasado glorioso y comparar. Tampoco debe ser sencillo para el propio artista, que consciente de este impulso natural del oyente promedio, sabe de antemano que terminará perdiendo en la comparación. Ni que hablar si esa banda es dueña 54 años de carrera sobre la espalda.

Decir Jethro Tull es decir en realidad Ian Anderson, factótum absoluto de ese auténtico dinosaurio del prog rock. Como amo y señor absoluto, en el 2003  puso a la agrupación en un hiato discográfico cuando se bajó del caballo que solía montar para emprender una carrera como solista en estudio, pero manteniendo activa a la banda en cuanto a giras por todo el planeta. Casi dos décadas después, el anuncio del lanzamiento de “The Zealot Gene” generó un gran revuelo en el mundo proggie. “Cuando grabé mi último álbum solista “Homo Erraticus” debí haberlo hecho bajo el nombre Jethro Tull. Descubrí que trabajar con una banda componiendo y grabando es la forma de trabajar que me resulta más cómoda. Además estos músicos vienen acompañándome hace años en las giras y en mis discos. Merecían ser parte de la historia del grupo”, explica el propio cantante.

Para ser sinceros, “The Zealot…” es un regreso parcial, que pasa más por una cuestión de nombre que otra cosa, si tenemos en cuenta que como bien dice Anderson, la formación (Florian Ophale en guitarra, David Goodier en bajo, John O´hara en teclados y Scott Hammond en batería) es la misma de sus LPs solitario, y uno de esos discos llevó por título “Thick as a Brick 2”, secuela de una de las obras más celebradas de la banda.

En esta oportunidad, el hombre de la flauta más famosa del rock vuelve a mostrar su capacidad como letrista, detrás de las cuales suele haber un concepto, un hilo conductor. En esta ocasión, Anderson elige reflexionar sobre el mundo actual, al que ve crispado (la traducción al castellano del título del álbum sería “El Gen Extremista”), atravesado por antinomias políticas e ideológicas, y el papel que las redes sociales juegan como herramienta para difundir esos discursos radicalizados. Pero al mismo tiempo traza un link con el pasado, citando episodios bíblicos que reflejan desde la remota antigüedad sentimientos que desde siempre forman parte de la humanidad como especie, de ahí su raíz genética. Como vemos, el bueno de Ian pierde el pelo (literal y metafóricamente hablando), pero no las mañas, mostrándose siempre complejo, rasgo que haciendo honor  también se traslada a lo musical. Jethro Tull sobresalió por un sonido tan personal como inconfundible, que lo hizo diferenciarse de otros titanes del prog de los 70s, y en este álbum todos esas marcas identitarias están plenamente presentes. Basta con dejar correr un par de canciones para encontrarse con esa combinación que a nadie le sale mejor que a ellos, de barroquismo progresivo mechado con tintes folk por aca, algo de música celta por allá y cierto filo hard rockero cuando la guitarra toma protagonismo en los temas.”Mrs Tibbets” abre el disco con cierto tono ligero hasta que la viola de Florian Ophale hace que la cosa se ponga heavy.

El tema que da título a la placa aporta cinco minutos de una épica intrincada. ”Mine is the Mountain” arranca con una melancólica línea de piano para dar paso a un in crescendo que alcanza su mayor intensidad de la mano de un demencial riff de… flauta!. “Shoshana Sleeping” fue elegido como adelanto del disco con acierto dada su melodía juguetona y pegadiza, mientras que “Jacob´s Tale” o la brillante “Where Did Saturday Go? nos remiten al costado más bucólico y medieval de Jethro Tull. Por otro lado, los actuales compañeros de Anderson secundan a su líder con solvencia, aportando una necesaria dosis de frescura pero sin perder ni deformar la esencia del sonido del grupo

DIAGNÓSTICO :como decíamos al principio de esta reseña, si el oyente no comete el error de escuchar “The Zealot Gene” con una copia de “Aqualung” o “A Passion Play” al lado, va a disfrutar de un rato de muy buen prog rock, hecho con altura y dignidad por un artista que demuestra atravesar una anciana vigencia que muchos de sus contemporáneos le envidiarían. Estamos sin dudas ante un más que digno regreso de Jethro Tull. El fan de toda la vida, salvo la intensidad guitarrera de Martin Barre -ladero de Anderson durante décadas y que partió de la banda en el ya lejano 2012- no tendrá al momento de sentarse a escuchar el álbum, demasiado motivo para la nostalgia.

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