“The Wall” es el noveno álbum de estudio de la banda británica de rock progresivo y espacial Pink Floyd. Se grabó entre abril y noviembre del año anterior bajo la dirección del productor Bob Ezrin y de los miembros de Pink Floyd David Gilmour y Roger Waters. Fue lanzado el 30 de noviembre de 1979 en el Reino Unido y el 8 de diciembre en los Estados Unidos. Es señalado por la crítica musical y seguidores del grupo como “uno de los mejores trabajos de la banda” y “uno de los mejores en la historia del rock”, cuya atmósfera morbosa y depresiva ha inspirado a muchos otros músicos. Del mismo modo fue un inmenso éxito comercial mundial, logrando discos de platino en más de veintitrés ocasiones que lo convierten en el disco más vendido de los años 70 y lo ubican en el tercer lugar de los discos más vendidos de todos los tiempos. Hoy, a más de cuatro décadas de su lanzamiento, recordamos su importancia y -ladrillo a ladrillo- reconstruimos los hechos más salientes de la historia de esta obra cumbre del rock de todos los tiempos.

Roger Waters ya estaba empezando a vivir la vida de una estrella de rock aislada cuando comenzó a trabajar en esa memorable obra de Pink Floyd que fue “The Wall” en 1978. La última gira de la banda, en apoyo de “Animals” de 1977, fue más o menos una catástrofe según la visión de Waters, ante audiencias rebeldes e inquietas, más preocupadas por hacer estallar petardos, beber, fumar y charlar en lugar de escuchar al grupo en el escenario… Las cosas se pusieron tan mal que incluso Waters terminó escupiendo a un fan en la cara durante un concierto (!). Entonces, cuando comenzó a trabajar en el seguimiento de “Animals”, se le hizo cada vez más claro que no quería ser la estrella rockera del sacrificio en la que se había convertido.

La banda, con la pared de fondo, rockea la alemana Dortmund

Noche tras noche durante la gira “In the Flesh” de Floyd en 1977, Waters se las arregló imaginando una pared entre él y el público. Fue así que esta idea se convirtió en el tema central del siguiente disco de la banda, otro álbum conceptual: este se basó en el aislamiento, el abandono y las cicatrices, tanto mentales como físicas, nunca cicatrizadas, infligidas durante la infancia. Se trató de esto y de muchísimo más, claro. A esta idea se le añadieron otros “ladrillos” como la guerra, la sobreprotección materna, el fracaso sentimental, la violencia policial, la educación infantil o la locura (de hecho Syd Barrett -fundador del grupo- dejó el grupo por ella), llegando a construir el esqueleto conceptual de lo que terminaría siendo “la pared”, cuya fama se extendería a todos los confines del planeta.

“Y lo que ven aquí detrás, amigos, es una pared”, explica un didáctico Waters. Mason prefiere mirar para otro lado.

SEPARANDO LAS AGUAS. Muy pronto, “The Wall” prácticamente se convirtió en el proyecto de Waters más que del grupo en sí. De las 26 canciones repartidas en los cuatro lados del álbum doble original, solo cuatro de ellas fueron coescritas: “Young Lust”, “Comfortably Numb” y “Run Like Hell” (que se encuentran entre las más accesibles del álbum, todas en colaboración con el guitarrista David Gilmour, quien también toma la voz principal en dos de ellas) por un lado, y por el otro “The Trial”, junto al coproductor Bob Ezrin. Todo lo demás -las palabras, la música, la historia, el concepto- son de Waters. Waters fue quien a mediados del 77 llevó a sus compañeros la idea germinal de este disco, en forma de un demo de 90 minutos titulado “Bricks In The Wall” (ladrillos en la pared). Sobre este concepto inicial comenzaron a trabajar junto a Ezrin, quien se encargó de escribir un guión para el ambicioso proyecto y, en cierto modo, servir de cemento para mantener unidos los ladrillos del cada vez más resquebrajado muro que era Pink Floyd.

El talento de Scarfe, expresado en estas animaciones

Y qué historia resultó, amigas y amigos. La estrella de rock Pink (personaje basado en Waters, con cieros toques de Syd Barrett) perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y fue criado por su sofocante y sobreprotectora madre. Sus años escolares fueron un infierno total, plagado de palizas y tortura emocional. Para cuando se convierte en una gran estrella, ya se ha establecido una vida de consumo desenfrenado de drogas, desconfianza y aislamiento. Su colapso total da como resultado un colapso en el escenario y, finalmente, el derribo de la pared protectora que construyó a su alrededor.

Después de explorar temas similares en sus tres álbumes anteriores -el mencionado “Animals”, “Wish You Were Here” de 1975 y “The Dark Side Of The Moon” de 1973 – Pink Floyd concentró toda esta carga en “The Wall”. Esto se escucha en la voz de Waters, cargada de dolor y enojo en todo momento. También se puede escuchar en la música, que oscila del rock poderoso a susurrantes súplicas nocturas, pasando por coros de niños que piden desmantelar el sistema educativo. Y por supuesto se puede escuchar en las letras, en lo que resulta el proyecto más personal de Waters. Aquí hay toda una vida de dolor y furia, y como la ópera rock de Pete Townshend creada para The Who 10 años antes, es decir “Tommy”, este disco de largos pero no pesados 81 minutos representa el exorcismo de todo un ejército de demonios personales que han perseguido a su creador durante décadas.

CONSTRUYENDO LA PARED. A pesar del éxito comercial que el grupo ya había logrado, su situación financiera en aquel momento era desastrosa, con pérdidas que casi superaban a sus ingresos y una serie de inversiones duramente fallidas. David Gilmour y el tecladista Richard Wright se aventuraron en 1978 a lanzar sus debuts solistas, mientras que por su lado el baterista Nick Mason ya pensaba en el suyo, una muestra más del evidente distanciamiento con Waters. Con toda esta carga comenzó en los estudios franceses Super Bear la grabación del álbum a finales del ’78, proceso que se prolongó erráticamente durante casi un año, pasando también por Nueva York y Los Ángeles. En la parte técnica, Brian Humphries fue sustituido por James Guthrie, quien aportó su granito en la labor de producción a pesar del delicado equilibrio de egos que había en este campo, con Waters, Gilmour y Ezrin metiendo mano.

Detrás de escena, Waters tomó el control del proyecto y esta decisión terminó dañando su ya fracturada relación con sus compañeros de banda en el proceso. Los cuatro miembros rara vez estaban en el estudio juntos. Y al final de las largas sesiones de grabación, Richard Wright quedó fuera de la banda. Pero nada de esto les importó mucho a los fans. Cuando “The Wall” fue lanzado a finales de noviembre de 1979, casi inmediatamente se disparó a la cima de los charts, permaneciendo en el No. 1 durante 15 semanas, la estadía más larga de su carrera (técnicamente, “The Dark…” lo superó, pero como “The Wall” es un álbum doble sus dos discos cuentan cada uno para las ventas de platino, por lo que vendió 23 millones de copias frente a los 15 millones de “The Dark…”). También le dio a la banda su único single número uno con “Another Brick in the Wall Part II”, que se mantuvo al tope de las listas durante cuatro semanas.

Bob Ezrin, jugando alfíl cuatro reina

Aunque Waters decretó que no habría singles en el álbum, Ezrin sabía que “Another…” era un hit la primera vez que lo escuchó. La primera versión de la canción no tenía niños. Era solo un verso, un coro, y fuera. Ezrin le dijo a la banda: “Es demasiado corto. Lo necesitamos como single. Es un hitazo, y tenemos que tenerlo”. Waters no transó, por lo que Ezrin copió el tema, “y si escuchás, te darás cuenta de que es el mismo verso y estribillo dos veces”, cuenta Ezrin en un reportaje concedido a Consequence Of Sound. “Lo copié, edité todo junto y lo envié a Inglaterra a la Arts High School que estaba a la vuelta de la esquina del estudio. Grabamos a estos niños en las escaleras. Después de haber hecho ‘School’s Out’ con Alice Cooper, conocía el efecto de los niños, particularmente en todo lo que tiene que ver con la escuela. Le pasé el tema a Roger como una sorpresa, y la sonrisa en su rostro fue increíble. Desde ese momento, no solo entendió la idea, ¡sino que creo que probablemente creyó que fue suya en primer lugar!”

La banda en pleno tras uno de los shows de “The Wall”: si no andaban por la cornisa, era claro que todo se venía abajo

UNA PARED PARA POCOS. ¿Y qué pasó con este álbum al tocarlo en vivo? Debido al alcance de la producción que incluía un gigantesco muro de la vida real que se construiría en el escenario cada noche, así como a la aversión de Waters a volver a salir de gira, la gira en apoyo del álbum se limitó a unos pocos conciertos, 31 para ser precisos, llevados a cabo entre 1980 y 1981 en unas pocas ciudades (Nueva York, Los Ángeles, Londres y Dortmund, para luego volver a Londres y hacer cinco shows más). El espectáculo incluyó la proyección de secuencias de animación (luego usadas en la película), así como reproducciones de los personajes en forma de gigantescas marionetas, todo ello realizado por el artista Gerald Scarfe.

La banda en el show de Dortmund, Alemania, en 1981

El espectáculo comenzaba con los supuestos miembros de Pink Floyd enmascarados, que poco a poco iban siendo ocultados a la audiencia por la construcción de un gigantesco muro en el que se sucedían las proyecciones y las actuaciones de las marionetas, y que finalmente era destruido de forma explosiva durante el tema “The Trial” (el juicio), todo ello según se desarrollaba la propia historia. Este impresionante montaje requirió grande sumas de dinero, lo que ocasionó un desastre económico para Pink Floyd. Paradójicamente, Richard Wright, que debió dejar el grupo por petición expresa de Waters durante la grabación en 1979 y que participó en estos conciertos como músico a sueldo, fue el único que ganó dinero con la producción. La gira se cerró en el Earls Court de la capital británica el 17 de junio de 1981, en lo que sería el último concierto oficial de Waters, Gilmour, Richard Wright y Nick Mason (aunque luego se reunirían en 2005 para un concierto benéfico en la capital británica).

Bob Geldof, una rockstar con poder totalitario

LADRILLOS Y CELULOIDE. En 1982, se lanzó una versión cinematográfica basada en la narrativa del álbum a través de Metro-Goldwyn-Mayer bajo el título “Pink Floyd – The Wall“, con Alan Parker como director y Bob Geldof (frontman de los new-waveros Boomtown Rats) en el rol de Pink. También participaron el actor Bob Hoskins y la joven Joanne Whalley. La película sigue la estructura musical del álbum, con algunas modificaciones y remezclas en las canciones originales y alguna nueva incorporación como “When the Tigers Broke Free”, pero cuenta con una intriga específica y narrativa (a pesar de los escasos diálogos) que le es propia. Las escenas de animación, a cargo de Gerald Scarfe, son un elemento asimismo clave de la obra. El filme cumple perfectamente su función como complemento visual del álbum y su concepto, ayudando así a entenderlo y a disfrutarlo mejor. No obstante, la película, como no podía ser de otra manera, tiene su propio ladrillo que agregar a la interminable pared.

La historia cuenta que Waters presionó para hacer los últimos cinco shows de Londres ya que su plan original era protagonizar la película, que incorporaría escenas de los conciertos de Pink Floyd. Al final y como mencionamos más arriba, Waters fue reemplazado por Geldof, lo que hizo que las tomas en vivo con Waters fueran incompatibles; más allá de este detalle, se determinó asimismo que el metraje en vivo era oscuro, granulado e inadecuado para la presentación teatral. Parker describió luego los intentos de filmar la versión en concierto de “The Wall” como “cinco oportunidades dilapidadas”.

Bob Geldof, perseguido por la cámara durante la filmación de la película

Por su parte, Gilmour afirmaría luego que solo un puñado de canciones fueron apropiadamente capturadas por las cámaras. “Aproximadamente se filmaron unos 20 minutos, por ejemplo en ‘Hey You’, donde la cámara estaba detrás de la pared enfocándonos a nosotros, luego sube por la pared hacia la audiencia”, declaró Gilmour a Record Collector. “Hay una gran cantidad de tomas. Pero solo se grabaron tres temas”.

LA PARED MARAVILLOSA. En 1983, Pink Floyd lanzó “The Final Cut”, una especie de secuela de “The Wall” que era a grandes rasgos un álbum solista de Waters, dada la escasa participación de sus coequipers. Tras lanzar otro disco solista, “The Pros And Cons Of Hitchhiking”, en 1984, Waters intentó disolver a Pink Floyd solo para descubrir que los otros tres miembros estaban interesados en mantener vivo al grupo. Después de algunos feos litigios, Gilmour, Wright y Mason se convirtieron finalmente en Pink Floyd. Como parte del acuerdo, Waters retuvo los derechos de “The Wall” que luego revivió en forma de gira solista en 2010 después de una única puesta en escena en el sitio del derruido Muro de Berlín en 1990.

Pink Floyd - The Final Cut

Incluso con el enorme prestigio ganado en su lanzamiento allá por el remoto 1979, el legado del álbum continuó creciendo en los últimos 35 años. Sigue siendo uno de los trabajos conceptuales más grandes y más completos de toda la historia del rock, si no el mayor. Al final, sin embargo, tal como Pink, el personaje de Waters construido ladrillo a ladrillo, “The Wall” construyó una división entre Waters y sus compañeros y efectivamente puso fin a la carrera de una de las bandas más audaces que produjo el rock. Pero a cambio, Pink Floyd nos dejó un trabajo de impresionante, poderosa, avasalladora intimidad y profundidad, el cual -todos estos años después- sigue sorprendiendo… y sumando nuevos ladrillos a su historia.

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