Varios siglos atrás, Maquiavelo escribía que para triunfar era necesario tener virtud y buena fortuna. Y vaya si estaba en lo cierto. Al menos, eso dirían los Big Star. La banda, oriunda de Memphis, encaja a la perfección con esta visión de triunfo; es que si algo les sobraba era virtuosismo y talento. Pero les falló la suerte. Muchísimo. Y eso los convirtió en uno de los grupos más —injustamente, si me preguntan— subvalorados de la historia de la música.

Lejos de alcanzar lo que su nombre auguraba, sufrieron una seguidilla de desgracias que los condenó a pasar desapercibidos por muchos años hasta que, gracias a las bondades de la era digital, lograron convertirse en una banda de culto. Claro, esto ocurrió cuando tres de los cuatro miembros ya habían pasado a mejor vida.

Las invasiones inglesas. En 1971, Chris Bell, un fanático incurable de la British Invasion, invitó a Alex Chilton, que ya conocía la fama gracias a los Box Tops y su hit mundial “The Letter”,  a sumarse a la banda que tenía junto a Jody Stephens y Andy Hummel en un pequeño estudio de la ciudad llamado Ardent.  A pesar de tener gustos musicales diferentes, ambos se respetaban y admiraban tanto que podían influenciarse positivamente para crear canciones perfectas. Un día, mientras se tomaban un recreo en la puerta del estudio, notaron que el supermercado que estaba enfrente se llamaba «Big Star» y se les encendió la lamparita: con tanta magia sucediendo en sus canciones, el nombre les venía como anillo al dedo. Poco les importó que fuera pretencioso porque, de verdad, tenían todo para convertirse en grandes estrellas.

Big Star

El primer disco que grabaron se llamó “#1 Record”, no solo por ser el primero, sino para seguir la  línea de grandiosos deseos. Los cortes empezaron a sonar en la radio y la gente comenzó a preguntarse quiénes eran esos tipos que tocaban tan bien. Llegaban a las disquerías personas que pedían a gritos una copia del álbum. Las bateas estaban vacías, sí, pero no por récord de ventas: Stax, el sello discográfico encargado de la distribución, nunca los entregó. Los pocos discos que llegaban a un local eran colocados en bateas de rebajas y descuentos. Eran hit en la radio, pero no vendieron un solo disco.

La mala estrella de la Gran Estrella. Enceguecido por la frustración que le generó el primer (mal) paso, Bell, que estaba convencido de ser un McCartney yanqui, decidió abandonar la banda e ir a perseguir sus sueños británicos a Londres, donde empezó a trabajar en su álbum solista. En 1978, ya con el material para “I Am The Cosmos” grabado, Bell sufrió un accidente automovilístico que lo llevó a la muerte. Datos curiosos: tenía 27 años y debe ser el único músico al que no le alcanzó la fama para entrar al “club de los 27″; murió el mismo día del cumpleaños de Alex Chilton; su disco no salió a la luz hasta 1992 porque… ¿qué discográfica querría vender a un tipo que ya no podía hacer giras? La maldición eterna.

Mientras tanto y a pesar de la partida de Bell al otro lado del océano, Big Star se mantuvo activo y grabó, en 1974, un segundo disco llamado “Radio City”. Ya quisiéramos que la historia fuese otra, pero no: tampoco tuvieron suerte con la distribución del material y la historia parecía repetirse. El tercer album, “Third”, lanzado en 1978, pasó sin pena ni gloria pero ya estaban acostumbrados. Cansados de fracasar, cada uno decidió seguir su camino.

Volver a vivir. Para finales de los 80s, los críticos empezaron a creer que Big Star había funcionado como bisagra entre el pop de los 60s y la new wave que copaba la escena de ese momento. De hecho, bandas como R.E.M, Wilco y The Replacements citan al cuarteto como su principal influencia. Envalentonados por estos reconocimientos, Alex Chilton y Jody Stephens decidieron reunirse para tocar en la universidad de Missouri. Corría el año 1993. Tras algunos conciertos más, que incluyeron giras por Japón y Europa, dieron el pequeño gran salto cuando los productores de Fox decidieron usar la canción “In The Street” del album debut como apertura de la serie “That ‘70s Show”.  En 2004 y con aires nuevos recorriendo la formación, deciden volver a los estudios Ardent a grabar un nuevo disco, intitulado “In Space”. Este revival dio a luz hasta un rockumental llamado “Nothing Can Hurt Me”, una gema del género cuya visión debería ser imprescindible para todo fan de la música y que ayudó a que el nombre de la banda resuene fuerte en estos años. Una tristeza que Alex Chilton no haya podido disfrutarlo, ya que murió en 2010.

Estrella del camino. Tal vez parezca que Big Star está tan mufada que no habría que correr el riesgo de darle play a ninguna de sus canciones, pero muy por el contrario, su sonido trae dicha a los oídos. Vale la pena tomarse unos minutos para viajar a otro planeta escuchando, por ejemplo, la hermosa “The Ballad of El Goodo” o “Thirteen”. Solo hay que tener cuidado de no sensibilizarse demasiado con los temas que te pegan directo en el pecho. Ya va siendo hora de darles el lugar que se merecen desde aquel primer ensayo hace 44 años. El lugar de la banda que te toca el corazón.

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