Cuando uno es un adalid de la modernidad y el clasicismo, ha tocado en bandas históricas y con músicos de alto calibre, ha sido abanderado de la cultura dark y ha surfeado indemne el advenimiento de nuevas corrientes, puede hacer lo que se le venga en gana. Eso es básicamente lo que hizo el señor Richard Coleman en su último show: sacó a pasear sus pergaminos, unió presente con pasado y futuro, invitó a amigos que le dieron aún más brillo a la noche, y nos tiró por la cabeza una catarata de temas que viven en nuestros corazones. Como siempre, como antes, y como si fuéramos héroes. ¡Pasen y lean!

Cuando se habla de rituales, misas o banquetes, a veces se pierde un poco lo que es el concepto de “rock” (cabría también preguntarse qué es el rock hoy en día, ¿verdad?). Pero estoy convencido de que lo que aconteció en el último show de Coleman en Niceto fue un verdadero rito para sommeliers de la oscuridad, pero también para aquellos que recién se inician en el mundo de la música. Se daban cita entonces viejos guerreros que sabían de memoria aquellas añejas melodías de fines de los 80s e inicios de los 90s, con jóvenes que en pleno 2024 se acercan a un patriarca como Richard para disfrutar de su presente musical. Casual o causalmente, los más grandes sabían las letras de los temas más modernos, y los más chicos se deleitaban con las canciones de vieja data. Si eso no es verdadero amor por la música, yo no estoy entendiendo nada…

Luego de una espera en la que pudimos deleitarnos con música tan variada como Soda Stereo o Turf, Richard salió al escenario con una de las clásicas camisas que supo usar cuando era un muchacho de veintis con el pelo batido (¿habrá conservado la misma todos estos años? ¿será una réplica de aquella?). No lo sabemos, pero sin dudas fue el atuendo indicado para que el el Transiberian Express se pusiera en marcha con aquella vieja canción de Fricción llamada “Entre Sábanas ”, y como si fuera poco, con el agregado de Sergio Rotman dibujando entramados oscuros con su saxo. “F-A-C-I-L” fue la elección del segundo tema, con Coleman deletreando sensualmente el título del tema. Se sabe, la banda contaba esta noche con los servicios del señor Fernando Nalé en las 4 cuerdas, y eso les daba un sabor especial a los temas elegidos. “Turbio Elixir” y “El Agua No Se Puede Beber” fueron una dupla excelente para continuar la marcha.  

La segunda invitada de la noche fue Flopa Lestani, que puso su voz en “Incandescente”, y ese término define mejor que ninguno su performance. Si claro, una balada también puede dejarte derretido de placer y extasiado por semejante voz. Sumado a que la banda de Coleman tiene a gente súper talentosa como Diego Cariola en los parches y Bodie Datino (¿o era Lou Reed?) en las teclas, más el aporte de Juan Blas Caballero en samplers, que amplia aún más el andamiaje sonoro del grupo.

Después del hermoso “Hamacándote”, el calor empieza a subir: un ángel eléctrico sobrevuela el lugar cuando “Naturaleza muerta” y “Dios nos libre” salen a escena, luego de que Richard se las dedique a Gustavo Cerati. Entre ambas, sube el tercer invitado: Baltasar Comotto incinera su guitarra en una grandiosa redención de “Normal”. “Arañas Bebé” (con Flopa) y “Como Antes” (sin Phil Manzanera, pero tremendamente post punk) son la muestra acabada de lo nuevo del artista, que no tiene nada que envidiarle a lo moderno ni a lo clásico de su pasado.

Para terminar la primera parte del show, ¿qué mejor que seguir homenajeando a Cerati con una versión muy propia de “Toma La Ruta”? Coleman bastante verborrágico, se entretiene hablando con la gente, bromea con quienes le piden que les firme discos, se enoja porque se desconecta su guitarra (lo que da pie a que Gonzalo Córdoba se luzca en el solo), y vuelve a invitar a Rotman para recrear el tema que da título al segundo y último disco de Fricción: “Para Terminar ”.

Los bises abren con la versión porteña del ”Space Oddity”, es decir “Desechos Cósmicos”. Y ahí llegó la tormenta perfecta: Richard señala que siempre hay un muerto a quien recordar, e invita otra vez a Comotto para “una canción de guitarristas”. El recuerdo al gran Luis Alberto Spinetta de la mano de “Post Crucifixión” en una recreación que dejó la temperatura a tope para que subieran todos los invitados y se despidieran con una “Héroes” más cercana a la original que a la de Fricción, con Flopa entonando a viva voz aquello de “yo, yo recuerdo… parados contra el paredón”.

Final emotivo, con todos los músicos saludando al público que estaba totalmente entregado y feliz. Y uno se pregunta, ¿son acaso estas celebraciones las que nos mantienen vivos? Desconozco la respuesta, pero shows como el del Transiberian de fin de año, hacen que aún alberguemos esperanzas en la música y en la humanidad (un poco menos que antes, pero ya es todo un logro para los tiempos que corren).

Txt: Rodrigo Cardozo

Ph: Natalia Sbert

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