«Six six six, the number of the beast, hell and fire was spawned to be released“ (Seis seis seis, el número de la bestia, el infierno y el fuego fueron engendrados para liberarse): ​​quienes sean fans de Iron Maiden sin dudas recordarán el estribillo de una de las canciones más famosas de la banda inglesa, y bien podría sonar de fondo para este comentario porque al fin y al cabo el famoso triple 6 siempre ha estado asociado con el diablo. El imaginario según el cual estas tres ominosas cifras quedaron vinculadas a invocaciones satánicas, apocalipsis varios, misas negras y sacrificios humanos, hoy tiene un atractivo consolidado y se ha vuelto de uso común en diversas formas y contextos, a menudo en connotaciones irónicas relativas a la eterna batalla entre el Bien y el Mal. Tal es el caso de «Studio 666», que ya desde el título deja claras sus intenciones y muestra a todos los Foo Fighters probar suerte en el incómodo papel de protagonistas, incluido el difunto baterista Taylor Hawkins (QEPD). La película se convierte así también en una oportunidad para que los fans vean a uno de sus ídolos por última vez, incluso en un rol quizá inédito.

«No puede ser… no estamos en la cuarta dimensión ni en el séptimo círculo del infierno como creíamos… mucho peor… ¡estamos en MADHOUSE! ¡Miren, ahí hay lectores!»

Ahora bien, ¿de qué la va la película? Dave Grohl (que se luce interpretando el difícil rol de un músico conocido como… Dave Grohl) busca desesperadamente algo de inspiración para grabar el décimo álbum de Foo Fighters y cree que finalmente ha encontrado el lugar perfecto cuando le ofrecen instalarse en una amplia mansión de la localidad de Encino, en California. Claro que el frontman de la popular banda no está al tanto de que años atrás tuvo lugar una sangrienta masacre dentro de la casa, sufrida por otra banda de rock llamada Dream Widow (en la vida real, un proyecto de Grohl y Jim Rota, el guitarrista de Fireball Ministry). justo cuando estaban grabando el disco que debería haberlos consagrado como «los nuevos Jane’s Addiction». Ahora la pesadilla corre el riesgo de repetirse: desde el momento en que llegan, a pesar de encontrar algo de aparente inspiración Dave y el resto de FF notan un nosequé indescriptible, que se materializa de manera aún más macabra cuando Krug, uno de los esforzados plomos del grupo (¡encarnado por Kerry King de Slayer, nada menos!) pierde trágicamente la vida tras electrocutarse hasta los pelos que no tiene. Poco a poco Grohl, en plena lucha contra el bloqueo creativo, es atraído por unas presencias sobrenaturales que a través de un libro onda Necronomicon quieren abrir un portal e invadir nuestra realidad. Con la ayuda de una atractiva vecina (Whitney Cummings), el resto de la banda intentará salvar a su amigo de los demonios que le dieron inspiración creativa, pero que al mismo tiempo lo convirtieron en un caníbal asesino. En el medio, por supuesto, hay muchas sesiones musicales que por momentos dan la riesgosa impresión de estar viendo un videoclip exorbitantemente expandido.

«Vos haceme caso, Kerry: invertí todos tus dólares en la peli, te daré un rol de suma importancia, serás rico, famoso y volverás a tener una frondosa cabellera como cuando empezaste en Slayer» – A King no le gusta que le tomen el pelo

Pero entre las interpretaciones amateur y poco convincentes (Pat Smear en particular pareciera estar presente sólo para hacerle un favor a un amigo), se perfila un buen gusto por las atmósferas retro. El splatter obsceno y la inventiva en las escenas truculentas hacen que la visualización sea bastante agradable y animada. No se nos ahorra nada, incluidas escenas de canibalismo, mapaches diseccionados, decapitaciones y varios destripados, en un acto de cálido homenaje (intencional o no, no viene al caso) al viejo gore artesanal. En cuanto al lado de la comedia, hay que decirlo, funciona mucho menos bien: es cierto que la banda y Grohl no tienen el menor empacho en burlarse de sí mismos y algunas escenas realmente son graciosas -como el cameo woodyalleniano del mismísimo Lionel Ritchie para interrumpir un intento de plagio- pero la atmósfera farsesca no tarda en convertir las pocas buenas intuiciones surrealistas en situaciones tímidas, faltas del ritmo necesario para que la gracia encienda su chispa. Ni siquiera las ambiciones metafóricas, con el habitual discurso del alma del artista vendida al diablo en nombre de la creatividad, tienen tiempo de encenderse y dar todo lo que potencialmente prometen.

«Ya vi lo que le hiciste a Kerry en la foto de arriba así que conmigo no te vengá a hasé el piola, ¿tamo? O vengo con la barra del Bronx y se pudre todo se pudre» – Lionel le pone los puntos a Grohl

Y ya que mencionamos al célebre cantante, en el torbellino referencial que envuelve toda la historia hay un divertido cameo del legendario realizador John Carpenter (autor junto a su hijo Cody de la música de la película) como ingeniero de sonido del grupo. Carpenter, el maestro del horror, es la otra deidad tutelar de «Studio 666», no sólo por las evidentes referencias cinematográficas a algunas de sus obras maestras, desde «Escape from New York», hasta «Halloween» y «The Fog», sino también por el sonido: no en vano el tema inicial inaugura una banda sonora -firmada por Roy Mayorga, baterista de Ministry– que remite inevitablemente a las de Carpenter, cuyo personaje en la película tiene un ayudante con un parche en el ojo al mejor estilo Snake Plissken: otra referencia dentro de la referencia.

Un botón aquí, otro más allá y una mesa larga que baja y se pierde: el mítico John Carpenter se concentra en lo que parece ser un mítico cameo

Volviendo al filme propiamente dicho, se destacan la eficaz intervención de los efectos especiales y del maquillaje, que apoyándose en soluciones «clásicas» y limitando al mínimo lo digital, logran aportar sanos momentos temáticos, entre risas y sustos, en secuencias que por momentos resultan un gran homenaje a la mítica «Evil Dead» de Sam Raimi. El barómetro de la historia oscila entre el splatter, la farsa, la cita cinéfila y el elogio promocional, y es un juego fácil detectar qué contribuciones puede haber hecho Jeff Buhler al guión (nacido de una idea original de Grohl), autor, entre otras cosas, de la más reciente adaptación de «Pet Sematary» y «Midnight Meat Train», que se deja entrever en la parte de terror, y de Rebecca Hughes, que ha puesto a disposición su experiencia en la comedia televisiva y cinematográfica para insertar una buena dosis de humor. En cuanto al director BJ McDonnell, que ya con su debut en la secuela «Hatchet III» (2013) había demostrado ser afín a los salpicones de hemoglobina, consigue hacer aceptable y hasta enfermizamente cautivante lo que fácilmente podría haber terminado como un experimento cinematográfico chistoso entre amiguetes.

¡Pat Smear se luce en su rol de jarrón del living!

Lo cierto es que «Studio 666» es un producto diseñado para un target limitado, ideal para amenizar cualquier velada desenfadada de pizza y cerveza entre amigos rockeros/as y/o cinéfilas/os. Estamos, en efecto, ante una comedia de terror para disfrutar con el cerebro apagado, al margen de los fallos narrativos o de la funambulesca aproximación actoral que caracterizan los cien minutos a través de los cuales se extiende. Porque toda esta operación no es más que un tributo paródico a los clásicos del género, citando todas las muestras mencionadas de manera a veces confusa pero a menudo divertida, con algunos gritos ahogados que asoman aquí y allá. La ligereza es el elemento distintivo de un guión que nunca se toma a sí mismo en serio, tratando de ofrecer sustento a sus improvisados ​​actores: además de Dave Grohl, que ya presumía de algunas experiencias en la gran pantalla (basta pensar en su papel como el mismísimo demonio en «Tenacious D») y sus amigos y las estrellas invitadas, también hay otros dos grandes protagonistas: la música -mucha, poderosa, el rock en todo su esplendor y potencia- y la ironía. Es la autoironía de los Foo Fighters (uno de los momentos más graciosos es cuando el tipo de un delivery afirma que la banda «es mi segunda favorita, después de Coldplay») y de Dave Grohl en particular, para compensar las deficiencias de la película, entre bromas de colegas y, sobre todo, sobre el juego de roles que cabe esperar dentro de una de los más grandes. bandas de rock, en las que el líder puede incluso sufrir algún ataque de divo (posesión demoníaca aparte).

«Oh my god! ¡Juro que es la ÚLTIMA vez que ceno guiso de mondongo antes de acostarme!»

Por eso Studio 666 es «la película de los Foo Fighters»: porque representa su esencia rockera, su genialidad más allá de las reglas y no menos sujeta al humor humano, el gusto por el terror de culto (desde Carpenter a Wes Craven), la esencia de los noventa (y el look: ¡viva las remeras de Grohl!) y ese divertimento por momentos freak que puede esconder (aunque no demasiado) algunas reflexiones, entre lo serio y lo jocoso, sobre el antiguo vínculo entre el rock y el diablo, sobre la ambición y el precio que se está dispuesto a pagar por el éxito y sobre la presión del mercado discográfico, especialmente en lo que se refiere a la hipótesis de una carrera solista para el líder de una banda. A pesar de sus fallas y desprolijidades, «Studio 666» es una película honesta, que destila pasión por el terror, en la que los Foo Fighters se ponen al servicio de la historia y no al revés (el mayor riesgo para proyectos de este tipo)… Si la banda te es indiferente, posiblemente sean tus amigos fans de la banda quienes te arrastren al cine o te sienten ante la tele para ver esta película, pero no te preocupes: la diversión está garantizada.

FICHA TÉCNICA

Título original: “Studio 666”

Título en Argentina: «Terror En El Estudio 666»

Género: Terror/ gore/ musical/ comedia

Origen: EE.UU.

Estreno: 25/2/2022 (Netflix)

Dirección: BJ McDonnell

Producción: John Ramsey, James Rota

Guión: Jeff Buhler, Rebecca Hughes (sobre una idea original de Dave Grohl.

Reparto: Dave Grohl, Taylor Hawkins, Rami Jaffee, Nate Mendel, Chris Shiflett, Pat Smear, Kerry King, Lionel Ritchie, John Carpenter, Will Forte, Whitney Cummings, Leslie Grossman, Jenna Ortega, Jason Trost

Música: Foo Fighters, John Carpenter, Cody Carpenter, Daniel Davies, Roy Mayorga

Duración: 106 minutos

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