
Baroness finalmente regresó al país después de unos cuantos años, despertando una gran expectativa entre sus seguidores locales dado el buen momento que atraviesa esta banda de culto enrolada en el sludge metal. Y esa expectativa fue plenamente satisfecha gracias a una presentación impecable, que explica el prestigio y el status de culto de la que es dueña la banda estadounidense.
Hay shows y shows. La afirmación parece una obviedad pero para describir lo que pasó con Baroness en la pasada y calurosa noche del Abasto, se vuelve necesario incurrir en la perogrullada. Hay conciertos que cumplen y nada más. También están los que no responden a las expectativas y defraudan, los que sorprenden, los aburridos, los cortos y los largos. Con 15 canciones como arma, Baroness construyó el 27 de febrero pasado en Uniclub una presentación que sólo puede ser calificada de histórica. ¿Hubo factores que ayudaron a tal fin? Seguramente. Podríamos citar como ejemplo que las características del recinto donde se llevó a cabo el concierto son las ideales para este tipo de propuestas. El sonido limpio y con la cantidad de decibeles apropiada, sería otro. La presencia de un público siempre efusivo como el argentino, el cual a lo que se le entrega desde arriba, genera respuesta inmediata desde abajo, también entraría en la lista. Y en ese sentido, cuando lo que ofrece un artista alcanza un nivel superlativo, el respetable caza el dato al vuelo y la fiesta entonces es redonda. Bastó con escuchar los primeros minutos de “Last Word”, el tema de apertura para entender que lo que se venía era cosa seria. Con apenas unos pocos minutos haciendo lo suyo, alcanzó para entender que en el cuarteto de Georgia las funciones de sus miembros están claras y bien repartidas.

Nick Jost en bajo, y nuestro compatriota Sebastián Thomson en batería conforman una base rítmica que sabe cuando tiene que sonar como una pared y cuando ser versátiles. Juntos componen una firme columna para que la dupla Gina Gleason/John Baizley se adueñen del centro de la escena y ser el principal foco de atención. Viéndolos juntos en acción uno no puede dejar de pensar en que lo de ellos se parece a un “noviazgo musical». Dicha afinidad artística tiene dos facetas. Como tándem de guitarras suenan ajustadísimos y con la sensibilidad justa para saber cuando entrar o replegarse y cederle el espacio al otro. O bien unirse en punteos a dos violas o pasajes guitarreros por momentos complejos, por momentos simples pero emotivos. En el plano vocal, Baizley es claramente la voz principal, pero en algunos pasajes Gina se suma como una segunda voz, armando armonías vocales que son una rareza dentro del género que curte Baroness. Creo que por ahí pasa la singularidad del grupo, el saber disfrazar detrás de los clichés del sludge metal u otra subcorriente metalera, elementos de otros estilos.

Más allá de la presencia de los riffs intrincados a lo Mastodon (Baroness fue en sus comienzos una especie de hermanito menor de Mastodon un poco menos áspero y poco más «artie») , está presente una carga melódica emparentada con estilos como el indie rock o el post punk, que le dan ese toque distintivo que logra que al escuchar algo de ellos se nos vuelvan inmediatamente reconocibles. Ese rasgo está más presente que nunca en “Stone” (2023), el último trabajo de la banda, del cual dijeron presente canciones como la ya citada “Last Word”, “Beneath The Rose” y “Under The Wheel”. También sonaron temas obligados en el set como “March Of The Sea”, durante el cual se produjo un hecho curioso. Respondiendo al pedido de poder tocar ese título que cartel en mano un fan le hacía a Gina Gleason, ésta accedió a la solicitud, lo invitó a subir y a tocarla nomás.
Lo sorprendente, es que el fan la tocó perfecta, llevándose un merecido aplauso. Para los bises, Baroness se reservó dos clásicos como “Isak” y “Take My Bones Away”, que fueron puro agite. Todos sabíamos que eran los tramos finales de una fiesta de la cual estábamos muy gustosos de participar. Después del último acorde, vinieron los saludos de rutina, tras los cuales, Sebastián Thomson abandonó raudo el escenario para saludar en la calle a nosotros, sus connacionales, en un muy lindo gesto.
Había pasado Baroness con hora y media de una performance impecable que quedará grabada de modo indeleble entre los presentes que fuimos testigos del que sin dudas será uno de los conciertos más destacados de este 2025.

Fotos: Martin Ramone

Porteño, cincuentón, melómano, cinéfilo, amante del whisky y la cocina. Licenciado en comunicación, fue agente de prensa en organismos públicos, se desempeñó como productor e investigador periodístico en Arte Canal y participó como redactor de los suplementos “No” y “Turismo 12” de Página/12 y de la versión impresa de Madhouse. Como Do Carmo, baterista frustrado, padre de dos rubias y hombre librepensador.