Sabido es y resulta ocioso repetir que la oferta cultural porteña siempre fue de las más nutridas dentro de las grandes capitales del mundo.Yendo específicamente al mundo del teatro, nuestra producción independiente que se ofrece como alternativa a las grandes marquesinas ha demostrado largamente ser capaz de presentar propuestas más que interesantes sin necesitar de una gran producción. Enrolada dentro de esa escena, tuvo su estreno “Recuerdos del Olvido”, escrita por Jorge Alberto Griglio y dirigida por Lizardo Lapshitz, puesta que se presenta todos los sábados a las 21 en el Teatro El Ojo (Tte. Gral. Juan Domingo Perón 2115, CABA). La obra vuelve su mirada para arrojar luz sobre un suceso intencionalmente olvidado de la historia argentina del siglo XX, aludiendo a la importancia de la memoria como ejercicio aunque este resulte doloroso.

Antes de iniciar la reseña es pertinente ponernos en contexto. A continuación los fríos datos y las cifras que rodearon a un oscuro episodio de la vida nacional. El 16 de junio de 1955 aviones de la marina de guerra llevaron a cabo un ataque aéreo sobre la Plaza de Mayo, La Casa Rosada y el edificio de la CGT. La acción tuvo lugar en un día hábil, más precisamente a las 12:40 de ese día, arrojando 9500 kilos de explosivos sobre el centro porteño. ¿El objetivo?. Asesinar al presidente constitucional Juan Domingo Perón o en su defecto derrocarlo con un golpe de Estado. La mayoría de las bombas lanzadas tuvo como blanco a la población civil, la cual se encontraba realizando sus actividades cotidianas en pleno día laborable. ¿El resultado? 308 muertos y 800 heridos civiles, en un hecho inédito en la historia en el cual una fuerza aérea termina haciendo fuego contra los ciudadanos de su país, a excepción del bombardeo sobre Guernica por las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil Española. Lo curioso o quizás no tanto, es que un acontecimiento tan trágico suele ser ignorado por las habituales efemérides que parafraseando a un ya lejano noticiero de época, son el registro de los sucesos argentinos que nos marcaron como nación. O quizás no lo sea tanto, porque como dijera a su turno muy sabiamente don Litto Nebbia, “la historia la escriben los que ganan”. Y en este caso aunque los ganadores de turno afirmaron en un primer momento «que no habría ni vencedores ni vencidos», la realidad demostró que la frase distó totalmente de ser cierta.

LAS DISTINTAS FORMAS DE LA HISTORIA

El movimiento feminista acuñó hace un tiempo la frase “lo personal es político”. La afirmación alude a que ciertas posturas que adoptamos en nuestras vidas las creemos como propias, cuando son en realidad el producto de una estratificación social, de un modelo diseñado desde el orden establecido para imponer pautas de conducta y de pensamiento. Aunque alguien pueda decir la remanida frase “no me importa la política”, lo cierto es que a la política le interesa cada uno de nosotros como individuos dado que es sobre la gente que las distintas políticas se aplican. Ese interés de toda política pública puede estar movido por las más variadas intenciones. Lo cierto es que la Historia con mayúscula y las historias con minúsculas (nuestras propias historias cotidianas) conviven en un permanente cruce. Y es justamente ese el gran tema que impulsa hacia adelante el drama en “Recuerdos Del Olvido”. Julio (Ariel Leyra, intérprete de larga trayectoria teatral, además de músico, compositor y tecladista de, entre otros Celeste Carballo, Claudia Puyó y el quinteto hard rockero Zona Púrpura a comienzos de los ’90), el personaje principal de la obra, es piloto de la marina, ocupación que comparte con su cuñado y camarada de armas, Eduardo. Ambos forman parte del plan secreto para provocar la caída de Perón. Julio además de estar casado con la hermana de Eduardo, lleva adelante una doble vida. Mantiene desde hace años una relación paralela con una costurera con quien además tiene una hija. En ese vínculo «clandestino», tan clandestino como el accionar conspirador de Julio, existe una diferencia clasista.

Julio pertenece a la clase media acomodada que vio en la incorporación de los sectores populares a la vida nacional una amenaza. Sin embargo, su otra familia forma parte justamente de la clase trabajadora que gracias al peronismo pudo asomarse a ciertos ámbitos que antes le eran vedados. Esa diferencia de clase hará que el fatídico 16 de junio en el que finalmente se llevará a cabo la insurrección, la historia personal de Julio y la Historia a secas se vean las caras de una manera por demás amarga. Con una puesta austera pero bien pensada y sólidas actuaciones que dan carnadura al drama político que se narra, la obra de Griglio atrapa al espectador y dispara más de una reflexión. Una es si existe la Historia en abstracto o en realidad lo que existen son relatos, que luchan por imponerse en hegemonía. Otra sería entender que la memoria debe ser un ejercicio constante y necesario, aunque la práctica sea hiriente y descarnada. Porque como afirma Juan, el piloto sublevado en una escena en la que se ve invadido por la culpa de sus actos, “a veces lo más cómodo es el olvido”

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