Son varios los artistas internacionales que han elegido Argentina como su lugar de residencia. Podemos hacer una lista tan rica como diversa; Dee Dee Ramones, Tarja Turunen, Jimmy Rip, Bob Telson y más. Algunos son argentinos sin siquiera vivir acá; Dave Mustaine y Campino de Die Toten Hosen puede ser claros ejemplo. El ultimo a sumarse a esta lista es el legendario vocalista de Killing Joke, Jaz Coleman.

Desde 2024, Coleman, de 65 años, no solo se ha instalado en la capital argentina, sino que también ha formado una banda y hasta inauguró su propio club itinerante; Club Malvinas. De dicho lugar la gacetilla dice:»Se trata de un club emergente que funciona como un espacio autónomo de música y arte underground. Su función principal es servir de nexo y plataforma para la expresión artística experimental, centrándose en colaboraciones y performances únicas entre artistas visuales y músicos. Aspiramos a crear una red en constante expansión, no solo a nivel nacional sino también global» Para ello, Coleman armó una banda que es un verdadero seleccionado local; Gori en guitarra, Nico Sorín en teclados, Gómez Casa en batería, Franco Fontanarrosa en bajo y Chowy Fernández en guitarra. La excusa para juntarnos con el cantante inglés era hablar un poco detrás de esta idea, pero con Jaz Coleman nada es predecible. Hablar con él es hablar de tópicos tan diversos como el globalismo, los crímenes del capitalismo, el misticismo, la Kabbalah, el ocultismo, la música clásica, teorías conspirativas y hasta el fin del mundo mismo. Jaz Coleman fue, es y será un distinto. Y en esta charla exclusiva con MADHOUSE, lo deja en claro.

Estaba viniendo para acá, sabiendo que te habías mudado a Buenos Aires, y pensaba en la vida fascinante que tiene Jaz Coleman. Sé que naciste en Inglaterra, pero te considero un ciudadano del mundo…

Soy culturalmente inglés, mantengo ciertas costumbres inglesas, mi sentido del humor es inglés, pero he estado tanto tiempo fuera de Inglaterra que eso es todo. Ya son 35 años que no vivo ahí. Además, soy inglés-asiático, por lo que tengo cierto conflicto con mi lugar de nacimiento. Recuerdo que desde chico nunca me invitaban a fiestas de cumpleaños y me metía en peleas todos los días. Todo por mi origen, asi que no tengo muy buenas asociaciones con el país. Nací en una familia que me ha educado sobre los excesos del Imperio Británico, así que crecí siendo consciente de todo lo que Gran Bretaña le ha hecho al mundo. Obviamente todo eso lleva a toda la situación con Malvinas; “¿Qué es lo que está haciendo este país con esta isla a miles de kilómetros”? Estas islas que geográficamente pertenecen al territorio argentino. Por todo esto es que nunca me he sentido muy británico. En cuanto me den la ciudadanía argentina, pienso renunciar a la británica.

¿Sentís afinidad por algún lugar en particular?

Me considero neozelandés en realidad, tengo la ciudadanía, pero Nueva Zelanda ha ido en una dirección que… en los 80, el primer ministro David Lange, había declarado el territorio como libre de armas nucleares. Lo cual realmente me inspiró e hizo que decidiera mudarme allí. Pero con los años creo que Estados Unidos y los diferentes imperios empezaron a tener mayor influencia sobre el país. El mundo está cayéndose a pedazos y estamos al borde de la extinción, sea por decisiones políticas o desastres naturales. Estamos mirando al abismo. Estoy muy contento de estar acá y haber empezado el Club Malvinas. Quería crear un espacio donde la gente deje sus teléfonos de lado, venga a hablar y se nutra y conozca a gente creativa. No quiero que sea solo un concierto de rock. Quiero que podamos hablar de temas como “Como alimentarte si no tenés dinero”, “Como alimentarnos cuando los recursos se acaben”. Si fuese presidente haría crecer la producción de comida y la subsidiaría. Dicho esto, no me considero una criatura de izquierda, pero no creo en las corporaciones.

No quiero caer en eso de que todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que antes se le daba otro tipo de valor a las cosas, ya sean materiales o las mismas experiencias. De alguna forma las corporaciones han hecho que todo sea homogéneo…

Recuerdo en los ’70 cuando caminaba y había diversidad de negocios, desde almacenes a tienda de discos y todas eran diferentes. Ahora en cada ciudad todo es igual. Están las mismas corporaciones, las mismas marcas. Esta forma de capitalismo que hemos adoptado es sumamente aburrida. Tengo 65 años, por lo que he visto pasar algo de historia. Cuando era joven la población era de 3 mil millones de habitantes, y ahora son 8: tardó muy poco tiempo la población en crecer exponencialmente. Eso genera cierto problema en la producción de comida y creo que todos deberíamos estar preocupados por el futuro. Por qué a eso le sumamos el estado de guerra perpetua de Europa, donde no hay ninguna diplomacia. Siguen atacándose entre ellos, siempre con la excusa de proteger a sus pueblos, cuando en realidad ningún pueblo quiere la guerra. Esto es lo que me hace enojar tanto. Los líderes gubernamentales están alineados con entidades como el Foro Económico Mundial. Creo que estamos cerca de una época donde la gente está empezando a reaccionar, como está pasando en Los Ángeles ahora. Por eso mismo es que estoy contento de vivir en el caos de Argentina.

Siento que tu obra, especialmente Killing Joke, se alimenta del caos.

Sí, es verdad. Al principio de nuestra carrera teníamos un manager que nos decía: “Cualquier cosa que hagan, nunca dejen que Killing Joke llegue a un lugar cómodo”. Nos decía que debíamos mantenernos en la ciudad, no ir a grabar a una isla. Que no haya mucho dinero para despilfarrar. Tampoco es que teníamos que tratar mucho para no tener dinero (Risas). Pero sí, el caos del mundo es los nos ha interesado retratar, sea estéticamente, líricamente o musicalmente.

Bueno, pero de alguna forma creo que ese ha sido el secreto de Killing Joke. No es común que una banda tan longeva se vuelva cada vez más prolífica y cada vez más pesada y manteniendo la calidad y coherencia artística.

Coincido. Ahora mismo me estoy tomando un descanso de Killing Joke, luego de lo que pasó con Geordie (N del Ed, el guitarrista Geordie Walker murio en 2023). Él es irremplazable. Pienso que, de reactivar la banda, necesitaría dos guitarristas para hacer todo lo que él hacía. Así que estoy en el medio de pensar si es lo adecuado o no. Lo que sucedía es que, antes de la muerte de Geordie, Killing Joke tocaba con su formación original. Entre nuestra edad y los problemas de Geordie con el alcohol, siento que era muy limitado lo que podíamos hacer musicalmente en el escenario.

¿Qué te dejó haber atravesado esa experiencia con Geordie?

Yo dejé de tomar alcohol hace 17 años, y pensé que eso podía tener algún efecto positivo en Geordie, pero solo empeoró. Estamos hablando de tomar dos botellas de tequila por concierto. Ha sido algo difícil de aceptar, porque he podido ayudar a mucha gente a dejar de beber. Y todavía lo hago; ofrezco mis servicios a quien lo necesite. Para esto sirve el Club Malvinas también. Quiero que sea un lugar seguro para la gente en problemas, donde pueda hablar de sus problemas, que pueda generar una conexión con alguien nuevo. Que sea un lugar de resistencia donde podamos reunirnos frente a apagones y guerras y hambrunas. Estos son los temas de los que me interesa hablar, pero también quiero que el club sea una usina musical, donde podamos experimentar, equivocarnos en vivo y transformarlo en algo nuevo. Quiero que la música sea algo movilizante y que todo lo caótico del mundo nos sirva creativamente. A pesar del estado caótico de las cosas, creo que es un momento muy interesante para estar vivo.

Sin embargo, el mundo parece ir cada vez hacia lugares seguros y estériles…

Estoy contento de haber nacido cuando nací. Soy de una época donde existían los trenes a vapor y me siento muy afortunado de haber visto los diferentes avances. Pero ahora no creo que la tecnología nos esté ayudando a hacer algún avance y mejorar nuestra experiencia. Creo que hay un déficit de atención severo, donde consumimos las cosas de forma más comprimida. He trabajado con la música clásica toda mi vida también y he visto como la gente ya no tiene la capacidad de absorber una obra. ¿Qué pasaría si un día dejásemos de tener internet? Entraríamos en guerra, sobre todo en esta época donde el dinero ya empieza a no existir; es todo digital. Creemos que ahora somos más libres, pero en realidad, somos más controlados. Claro que creo en la libertad, como dice Milei, pero no es la que ellos nos venden. Prefiero el caos a la libertad que ellos proponen. Todos estos líderes, que se juntan en Davos, nos consideran “comedores inútiles” (N: «Useless eaters»). Somos solo financistas de sus fantasías de guerra y megalomanía. Fue Lawrence Durrel quien dijo “Cuando la multitud se vuelva el artista, es que hemos entrado a la era dorada”. Eso resume mi pensamiento. Eso es el objetivo del Club Malvinas.

¿Qué significa el Club Malvinas para vos?

Lo veo como un lugar de resistencia. No puedo creer que haya gente que pague 150 dólares por un concierto cuando hay gente que apenas pueda alimentarse, muchas veces siendo los mismos que pagan esas entradas. Siento que he tenido una vida privilegiada y quiero devolver algo de eso. Quiero ser consecuente conmigo mismo. No quiero ser Bono, hablando de salvar el mundo y luego sacándose fotos y sonriendo con criminales de guerra. ¿Decirle a Bush que es el salvador de África? No quiero tener nada que ver con esa gente.

La sociedad se va volviendo más descreída. Creo mucho en ese concepto de que la música puede cambiar el mundo. Obviamente no va a parar las guerras, pero puede generar cambios individuales en cada uno de nosotros que desembocan en algo más grande.

He visto como la música ha cambiado la vida de las personas. Quizás sea de la última generación que crea eso. En los ’60 y ’70 era algo tangible, la posibilidad de cambiar el mundo a través de la música. Y ha habido años oscuros, pero creo genuinamente que puede suceder de nuevo. Creo que al arte le hace bien la tensión. He convivido con la tensión desde mi nacimiento, al ser parte inglés y parte asiático. Y en los comienzos de Killing Joke, muchos de nuestros primeros seguidores venían de familias que eran mezcla de inglesas y asiáticas, porque se sentían identificados. De repente nuestros conciertos era un lugar de resistencia, sea musical, artista o política. Me considero un internacionalista y creo que ese ha sido un poco mi legado al mundo.

Bueno, lo seguís haciendo. Ahora formaste una banda con músicos argentinos.

Me encanta. Me encanta estar acá, y el trasfondo intelectual que tiene este país. Personajes como Borges son ídolos populares. Pero también me interesa este país como santuario. Lo que me duele es ver los recursos naturales de este país arrasados por empresas transnacionales. Cuando vivía en Nueva Zelanda, el pueblo Maorí sentía que habían heredado esas tierras, sin que sean de su pertenencia. Su deber era cuidar de ellas. Las corporaciones no creen eso. Creen que están en su derecho de tomar las tierras y hacer negocios con ellas. Y las corporaciones están en todos lados. En 1999 me habían encargado la producción musical para el mundial de rugby. A último minuto decidimos que Hinewehi Mohi cante el himno neozelandés en maorí. Nadie pudo cantar el himno, creo que un solo jugador sabía hablar maorí.  Y fue tal el rechazo que hasta me llegaron amenazas de muerte. Por suerte al mismo tiempo me llego el ofrecimiento de dirigir la orquesta sinfónica de Praga, por lo que me fui de ahí (Risas). Ahora me despierto en Argentina y doy gracias de estar en este hermoso lugar. Realmente siento que este lugar será una usina en algún futuro. Y no estoy solo en ese pensamiento. Dicen que hay solo dos lugares que sobrevivirán una guerra nuclear; Nueva Zelanda y Argentina. Y he vivido en ambos. 

Jaz Coleman and The Orchestra of Death se presenta el domingo 29 de junio en Lucille (Gorriti 5520). Las entradas se consiguen a través de Passline.

ENTREVISTA: Facundo Llano

FOTOS: Holy Smoke

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