El pasado 5 de julio se llevó a cabo uno de los eventos más importantes de la historia del rock: «Back To The Beginning» que marcó, por un lado la despedida los escenarios de Ozzy Osbourne y por ende de Black Sabbath (al menos en los papeles) y por el otro un merecido homenaje a los pioneros del heavy metal de la mano de varios de sus más destacados herederos y diversos invitados para la ocasión. En la redacción de MADHOUSE, con todavia algunas lagrimas corriendo por nuestros rostros, aprovechamos para escribir algunas de nuestras emociones sobre el festival.

UNA INVITACIÓN A LA CELEBRACIÓN (por Facundo Llano)

Lo que más me gustó del festival fue la sensación de ver a tantos músicos como fans. La influencia de Black Sabath y Ozzy es innegable, y este evento claramente demostró todo su alcance. Desde el respeto que los cuatro de Birmingham reciben desde arriba del escenario, a lo descontracturado del backstage, con tantas leyendas hablando y sacándose fotos como simple fanáticos. Mientras más avanzaba la jornada y más grande eran los grupos, más oscuras eran las elecciones de covers. Más allá de los gustos de cada uno o como han salido las versiones, se agradece que bandas como Metallica, Guns N’ Roses o Slayer no hayan hecho elecciones obvias en cuanto al repertorio. Esto es la evidencia de lo que hablábamos antes. Podrían despacharse con hits más obvios, que requieran menos ensayo, pero la dedicación con la causa es total. Y podemos decir que, en general, esa fue la norma durante todas las presentaciones. También, reivindicar a la figura de Sharon, que una vez más logra transformar una adversidad en algo que, probablemente, se empiece a implementar, y esto es el homenaje en vida. Amada y odiada por partes iguales, es innegable que gran parte de la importancia de Ozzy y Sabbath, también radica en las decisiones que ha tomado Sharon. Una mujer que ha cambiado la industria musical varias veces. Y al parecer, lo sigue haciendo. Finalmente, la emoción de ver a los cuatro músicos por última vez arriba del escenario. Cuatro tipos que, nacidos en Birmingham, casi sin educación, solo podían aspirar a una vida de obrero con salario básico y terminaron cambiando la historia. Con idas y venidas, en la gloria y en la intrascendencia, Black Sabbath resiste como la piedra angular de todo esto. Y a diferencia de otros géneros musicales, a nosotros nos gusta reconocer las raicees, y rendir tributo a quienes han inventado algo que nos ha dado tanta felicidad. Black Sabbath, los cuatro chicos de clase obrera que inventaron algo unico y les dieron felicidad a millones de personas.

UNA MISA CON SABOR AGRIDULCE (por Hernán Mariotti)

Hoy se me convoca para hablar de “la despedida de Black Sabbath”. Y lo pongo entre comillas porque hace tiempo que el mundo del rock y sobre todo (y es lo que más duele), el rock pesado, vive en un estado de perpetuas comillas. Todo anuncio dentro de este mundillo es relativo. A esta altura, “anunciar una gira de despedida” es el recurso más berreta y a la mano para incrementar la venta de tickets. Amén de apostar siempre a la nostalgia y exprimir las tetas de la misma hasta vaciarlas. Lo sabe todo el mundo, pero al fan hiperestimulado por redes y el famoso “tenes que estar”, lo va a hacer caer mil veces en la trampa. Realmente siento que los fans del rock estamos siendo tolerantes y permisivos con cosas que antes marcarían la defenestración total de un artista. ¿Quieren otro ejemplo? Que una banda use pistas de voces e instrumentos en sus shows en otros tiempos hubiera sido el oprobio. No digo que esto haya ocurrido en el evento sobre el cual estamos reflexionando, pero no me sorprenderia que en algun momento Ozzy o Sabbath con Ozzy metan otro evento teñido de supuesta despedida. El show que tuvo lugar en el Aston Park hace unos dias está directamente relacionado con el tema y dejó mucha tela para cortar al respecto. La grilla del “Back To The Beginning” estuvo plagada de nombres rutilantes. Hasta dirìa que ni festivales como el Download, o el mismo Ozzfest tuvieron alguna vez semejante line up. Mis sensaciones con esta parte festivalera del evento fueron las más positivas. Hubo mucho talento sobre las tablas e incluso los supergrupos que se formaron para la ocasión, todos apuntalados por ese monstruo de las seis cuerdas que es Nuno Bettencourt, cumplieron con creces (salvo el bochorno de Axl Rose y su garganta estragada). Mis discrepancias y sinsabores tienen que ver no con los invitados a la fiesta, sino con sus anfitriones. La primera imagen que tengo del evento es Sabbath arrancando su escueta performance con todas las cámaras en ese inicio puestas en Ozzy. Ver a ese anciano, al otrora Príncipe De Las Tinieblas ahora sucumbiendo ante las mismas en el ocaso de su vida me pareciò de las imagenes mas tristes e innecesarias que alguna vez nos dio el rock. Un viejito maltrecho sufriendo las canciones, con un lenguaje corporal que indicaba que en ese pequeño setlist que le tocaba encarar estaba cargando una de las pesadas cruces de Black Sabbath, esas que un tal Iorio tan bien definió. “Sharon, cuidalo a tu marido, querelo un poco, no lo expongas así”, fue mi primera e inmediata reflexión al tomar contacto con las acciones en el Villa Park. Acciones que por otra parte mostraron una vez más el modus operandi que Sharon Osbourne tiene para con Sabbath: ningunearlos. Ya lo hizo en el show en Costa Mesa en 1992. Los puso como soportes de Ozzy para después tocar un puñado de clásicos de Sabbath juntos. Ronnie James Dio, quien era el cantante por entonces de la banda se fue a la mierda y con razón. Tuvieron que llamar a Rob Halford para suplantarlo. Esta vez no fue diferente. La declamada despedida de la banda de Birmingham, se pareció otra vez a una presentación de Ozzy Osbourne & The Black Sabbaths. Solo para terminar: lamentable ver un frontman cantando en un sofá, me parece una despedida muy triste de un grande como Mr. Osbourne. Más Spinal Tap no se consigue y me pregunto cuanto falta para ver a un frontman con suero, vía intravenosa y cama de hospital sobre las tablas. Para aplaudir: Butler y Iommi luciendo inoxidables, en lo que para mi es el verdadero corazón de Sabbath. Los demás pueden ir y venir, pero la médula ósea del sonido de la banda siempre fueron ellos. ¡Chapeau para ambos!

LAS DESPEDIDAS SON ESOS DOLORES DULCES (por Alejandro Do Carmo)

Lo que vivimos no sólo fue el evento de heavy metal más grande de la historia, sino el merecido homenaje a la banda fundamental del género, con muchos de sus descendientes directos rindiéndole pleitesía. Ver la admiración de tipos como Hetfield, Axl o Kerry King disfrutar como adolescentes mientras tocan las canciones de la banda de su vida o como Ron Wood o Steven Tyler se suman a la fiesta sin ser necesariamente del palo, es algo que demuestra como la música va más allá de los egos y las disputas internas tan propios del show business. Es que en una época en donde las marcas están más allá de sus integrantes (con cada vez más bandas que siguen en actividad con sólo uno, o a veces ninguno de sus miembros originales, algo a lo que Sabbath tampoco había podido escapar), que los cuatro miembros fundadores de la leyenda – afortunadamente todavía vivos más allá de los achaques- hayan podido darle el cierre qué merecía la historia del grupo, es algo que permanecerá tanto en nuestra retina como en los anales del género. Mención aparte para Ozzy, aquel cantante tartamudo al que echaron de la banda porque pensaron que no lo necesitaban y que se iba a morir dentro de poco, y que logró de alguna manera trascender a su propio grupo (gracias a la inestimable astucia de la hechicera Sharon) convirtiéndose en el protagonista absoluto del homenaje, contemplando todo desde su trono de Príncipe de las Tinieblas para que se haga su voluntad, así en la tierra como en el infierno.

¡Larga vida a Tony, Geezer, Bill y Ozzy!

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