¿Podemos decir que Suicidal Tendencies es una banda de culto? ¿Y del culto que el público argento le propensa a la banda, que decir? Que para alguien que lo mira de afuera como este servidor, genera sorpresa por su intensidad y fidelidad, Afuera y adentro en la previa al show ya se respiraba como diría Torrente, “un ambientillo” que presagiaba fiesta, Y así fue, y en esta crónica te cuento cómo fue.

Un colmado Teatro de Flores esperaba el regreso a los escenarios porteños después de un largo paréntesis que se extendió durante ocho años. El desembarco del quinteto que supo combinar el hardcore punk en un muy bien logrado crossover con el thrash metal (los 90s fueron un guiso que marido muchos estilos diferentes), iba a producirse con una formación renovada. Ben Weissman, ex violero de ese monstruo deforme que fue The Dillinger Scape Plan, era un punto a mirar con atención. La presencia de Tye Trujillo, el jovencito hijo de Robert (actual bajista de Metallica y bajista de ST en su etapa dorada), incitaba a ver cómo funcionaba esa especie de dinastía de las cuatro cuerdas.

Con un clima caldeadísimo, puntualmente el recinto quedó a oscuras para que arrancaran las acciones con el potente “You Can’t Bring Me Down” de ese refinamiento sonoro que significó para la banda un disco como “Lights… Camera… Revolution!” (1990).

Promediando el tema ya se podía percibir lo que sería la única mancha de la noche: el sonido. El Teatro de Flores no es acústicamente el mejor de los recintos y si el sonidista la pifia la música se vuelve un diario mojado inteligible. ¿Hizo mella esto en la fanaticada presente? Ni ahí. En mí sí porque no soy un gran fan de Suicidal, que supo apreciar algún que otro disco de ellos. Su propuesta no es dueña de demasiados matices que digamos y si a eso se le suma que lo único que se escuchaba nítido y al frente era la bata (en particular el tacho) del ex Slipknot Jay Weinberg, y las guitarras que son las que podían aportar esos matices totalmente empastadas y atrás en la mezcla, a mí el show me pareció un largo tema de más de una hora. Pero como dije, a nadie le importó esto y la celebración no sólo no quedó opacada: hace mucho que no vivo un ambiente tan festivo ni veo tanto agite en un show.

El setlist fue bastante reducido con apenas doce temas que no dejaron casi ningún clásico afuera (sonaron las infaltables “Join The Army”, “War Inside My Head”, “Send Your Money”), entonados por ese personaje tan singular que es Mike Muir. Con 61 años a cuestas, que lució intacto vocalmente a la vez que mostró todos sus dotes de frontman, con una performance que mostró todo su carisma para manejar a la audiencia. Lo destacable de ST y tal vez la clave del intenso pogo, stage diving, mosh pit y otras delicias que generan es lo física que es la performance de la banda.

Los cinco miembros de la banda recorren cada centímetro del escenario desde el minuto cero, arengando o interactuando siempre con el público. Tye Trujillo fue el que se llevó la mayor atención del respetable y no solo por su habilidad con las cuatro cuerdas: el pibito emana onda y desparpajo por doquier, y en más de un pasaje del concierto se ganó alguna ovación. No podía faltar el tribunero “ole, ole/ole, ole, ola/cada día te quiero más” entonado por una audiencia en estado de efervescencia, audiencia (o parte de ella), terminó subiendo al escenario para el cierre del show a cargo de “Pledge Your Allegiance”, dando por cerrado un setlist no muy extenso pero directo, efectivo y movilizante, que hizo que los que se acercaron al Flores el pasado viernes, se retiraran a sus casas sintiéndose vivos y felices. Así de paradójicos son los efectos de esta tendencia suicida

Txt: Hernán Mariotti

Ph: Huberto Andrada

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