Un caldo espeso y subterráneo se estaba cocinando a fuego lento ( bueno, tratándose del Thrash Metal habría que repensar el adjetivo) a ambos lados del Atlántico, que desembocaría en una nueva tendencia que iba a expandir los límites del heavy metal como género. Cuatro pibes de California iban a ser el ariete y la bandera de la movida, para luego ir mutando su propuesta hasta convertirse en la banda más grande de la historia metalera. Con motivo de cumplirse cuatro décadas de la presentación discográfica en sociedad de Metallica, decidimos repasar los pormenores de su gestación y contenido en la reseña que, sin victimas fatales mediante, sigue a continuación.
VENGAN TODOS, ACÁ HAY UN LUGAR. Corría 1983. En Argentina el metal había explotado tardíamente- en el primer mundo ocurrió tres años antes- como todo en aquellos tiempos de fronteras menos permeables y distancias, que aún siendo las mismas que hoy, tenían otra magnitud porque la distancia no es sólo una cuestión de millas o kilómetros a veces. Yo era un pibe con apenas trece años, soltando la mano a la pubertad para meterme en la adolescencia. Fui bastante precoz en esto de volverme fan de la música pesada y desde hace un tiempo ya había descubierto mi sonido, pese a la inquisición que mis nuevos gustos musicales eran sometidos por dos hermanos bastante mayores, tan cerrados como la mayoría en la escena local a todo lo que fuera una novedad. Yo tenía designadas mis propias deidades rockeras que iban del hard rock hasta la New Wave of British Heavy Metal. El auge del género había dado lugar a un par de programas radiales dedicados a ese palo, entre los que sobresalía holgadamente “Cuero Pesado”. emisión semanal cuyo horario de 23 a 01 hizo que mi ingreso a clase durante esos años fueran un tanto trasnochados. Una noche, su conductor Daniel Aguilar pidió especial atención a los oyentes.
“Van a escuchar a una banda nueva que es una aplanadora, escuchen esas guitarras”, dijo el hombre de voz cavernosa. Enseguida empezó a sonar el riff de “Hit The Lights” y para tantos como yo, nada volvió a ser lo mismo. Mucha agua pasó bajo el puente, y hoy el cuarteto de San Francisco es un dinosaurio rockero, pero en aquella época estos cuatro pibitos de la Bay Area pusieron los cojones sobre la mesa como muy pocos colegas lo hicieron en la larga historia del rock & roll. Metallica era la contradicción andante a la tradición rockanrolera yankee. En sus raíces eran una banda británica. Motorhead, el punk (ahí se cuelan los Misfits, que eran americanos, Diamond Head y la NWOBHM, más algunas propuestas más extremas que empezaban a asomar la cabeza como Venom, eran sus principales influencias. Pero la cosa trascendía lo meramente sonoro. En EEUU predominaba una larga tradición de bandas con una imagen glamorosa y muy producida, a la cual estos heavies re jodidos también le harían pito catalán. Dispuestos a ser la respuesta al hair metal imperante en norteamérica, los Metallica ofrecían como contracara un aspecto callejero: pelos largos pero no batidos ni teñidos, zapatillas y denim & leather. En la parte lírica decidieron dejar el tono sexista tan predominante en el rock & roll, para ir por tópicos vinculados a la bronca, el enojo, la violencia, el alcohol y la adrenalina de tocar fuerte.
ZAZULA, EL MECENAS QUE TE AYUDA. El cuarteto hizo el consabido circuito de clubes en Los Ángeles, consiguiendo meter un tema en “Metal Massacre”, el recopilatorio con bandas californianas que estaba armando Brian Slagel, dueño del sello Metal Blade. De a poco y con mucho laburo, el grupo va haciéndose un nombre dentro del under local.. De la mano de Lars Ulrich, que sabía granjearse buenos contactos dentro de la escena, logran que Metallica grabe su demo hoy considerado de culto, “No Life Till Leather”, el cual es también el primer verso que canta Hetfield en “Kill Em All” (“No life till leather/Gonna kick some ass tonight). Este demo será el esqueleto en cuanto al repertorio que iba a conformar el disco debut de la banda, el cual contendría las mismas canciones más “Anesthesia (Pulling Teeth”), tema que Burton trajo de Trauma su banda anterior, “Whiplash” y “No Remorse”. Después la fortuna hizo su trabajo: una copia de la maqueta llega a manos del productor neoyorkino Jon Zazula, quien queda impresionado con el material, y les ofrece trasladarse a la costa este para girar por ese circuito y conseguir un contrato de grabación. Sin embargo, el buen hombre fracasa en su intento. La propuesta musical de sus apadrinados era tan extrema para la época que nadie quiere apostar por ellos. Ante ese panorama poco alentador, Zazula se ve forzado a fundar un sello y hacer de Metallica el primero de sus fichajes. Nacería así Megaforce Records, discográfica independiente que jugaría un papel muy importante, en un principio apuntalando a la escena thrash lanzando bandas como Anthrax, Testament, Overkill, pero más adelante también a otros nombres importantes de otros estilos (King ́s X, Black Crowes, Ministry, Bad Brains)
ARRANCANDO UNA CARRERA SIN ANESTESIA. Resuelta la cuestión financiera, el próximo nudo a desatar fue resolver la interna de la banda, cuyas turbulencias originaron que la alineación de Metallica que entraría a las sesiones de grabación no tuviera mucho tiempo de vida. Cliff Burton había reemplazado a principios de aquel 1983 a Ron McGovney en el bajo y había encajado de maravillas con sus nuevos compañeros. Sin embargo, los negros nubarrones del conflicto tendrían otro nombre y apellido: Dave Mustaine, guitarrista líder y fuerza compositiva importante, quien era dueño de adicciones y malos hábitos los cuales habían recrudecido desde el arribo a tierras neoyorkinas. La situación llegó a tal punto que los jefes, Lars y James, se hartaron del pelirrojo y decidieron mandarlo en ómnibus de vuelta para California. Para reemplazarlo convocaron a un conocido de la escena de la Bay Area. Kirk Hammett, violero de sus colegas y amigos de Exodus fue el elegido .Kirk la tuvo difícil: llegar, aprenderse los temas, y grabar en sólo un mes. Con la formación confirmada contrarreloj cual Scaloneta en la final de Qatar, Metallica ingresó finalmente a los estudios Music America en la localidad de Rochester, al norte del estado de New York. Presupuesto no había, así que de la producción del disco se haría cargo Paul Curcio, un productor de oficio puesto por el estudio. Pese a estar en el primer mundo, la banda iba a tener que lidiar con el mismo percance que las primeras bandas de metal argento que por entonces empezaban a asomar su cabeza en nuestro país. Ni los encargados de producir, ni los ingenieros de sonido sabían cómo encarar la grabación de un estilo tan potente y extremo. No se les hizo fácil hacerse entender por Curcio y tuvieron que plantar bandera para que éste no terminara sacándole a Metallica su filo más pesado. Una vez terminada la tarea del susodicho, el material fue entregado a un tal Chris Bubacz, especialmente contratado para la ocasión para que le devuelva a Metallica los cojones que Curcio le había extirpado a su sonido.
Otro tema de disputa fue la cuestión de los solos a cargo del nuevo guitarrista líder, pero esta vez el litigio iba a ser nada menos que con el propio Jon Zazula, quien se había encaprichado con que Hammett copiara íntegramente los solos que Mustaine dejó registrados en los demos. El guitarrista se negó rotundamente al principio, para luego proponer una solución salomónica. Respetaría los cuatro primeros compases de los solos de su antecesor, pero luego le daría a los mismos su impronta, mucho más rockera y melódica en contraposición con los intrincados paseos por el diapasón que terminaron siendo un sello distintivo del líder de Megadeth.
Metallica contra los fantasmas (de la censura y de Mustaine)
Terminado el registro de la placa, ahora había que pensar un título y una portada que lo represente. La banda, en un “rapto de inspiración” decidió denominar al álbum con el amable nombre de “Metal Up Your Ass” ( «Metal En Tu Culo»). Para seguir en la misma vena de fineza y buen gusto, la tapa en cuestión era una mano con un puñal saliendo amenazante del interior de un inodoro. Sí, tenés razón querido lector. el “Smell The Glove” de Spinal Tap es sutil al lado de semejante mamarracho. Los socios de Zazula le bajaron el pulgar a la propuesta, como era obvio. La noticia causó un profundo mal humor en la banda, particularmente en Cliff Burton, quien exclamó “a estos del sello habría que matarlos a todos”. La frase caló hondo en sus compañeros y decidieron abrazar la expresión como el que sería el título definitivo del álbum. Para ilustrarlo eligieron la sombra de una mano, un martillo y un charco de sangre, cambiando como punto de la agresión culo por cabeza.
”Metal Up Your Ass” tendría revancha, convirtiéndose en el ítem de una de las remeras más usadas por los fans de Metallica. Hasta acá hablamos de la portada del disco. ¿Y con el contenido del mismo que pasaba? El material con el cual que contaba en sus manos el grupo estaba basado mayoritariamente en los siete temas que integraban el ya mencionado demo “No Life ´till Leather”, de los cuales cuatro tenían como compositor al desterrado Dave Mustaine. Contrariamente al soberano raje que acababan de darle al guitarrista, a la hora de acreditarlo en sus participaciones, Ulrich y Hetfield respetaron su autoría. “Kill Em All” ( y un poco “Ride The Lightning”, sucesor de éste que también incluiría algunas composiciones suyas), en cierto modo está atravesado por ese miembro de Metallica que, salvo embrionariamente, no fue parte de la fama alcanzada por el cuarteto. “Phantom Lord”, “Jump In The Fire” y “Metal Militia” fueron respetadas en cuanto a sus versiones originales, pero a “Mechanix” decidieron cambiarle el tono. Mustaine compuso originalmente la canción con una letra que básicamente hablaba de tener sexo. Lars y James querían darle a Metallica otra impronta diferente a la movida californiana, no sólo desde lo musical sino también desde la parte lírica. Es así que la pieza fue rebautizada como “The Four Horsemen”, reservándose el Colorado la versión original para “Killing Is My Business”
LANZADOS A LA GLORIA. El 25 de julio de 1983, “Kill ‘Em All” llegó a las bateas tras unas sesiones de grabación breves dado el estatus principiante del grupo y el escaso respaldo económico con el que contaban. Tuvo un gran impacto en el under y en la prensa especializada por la propuesta sumamente novedosa del grupo, pero a nivel comercial los resultados estuvieron muy lejos de las proporciones elefantiásicas que alcanzaría la popularidad de la banda a lo largo de su carrera. De todos modos la tirada inicial del disco fue de apenas 15.000 copias, con lo cual quedaba claro hasta matemáticamente que Metallica era en sus inicios una banda de nicho. En definitiva, a veces se pierde de vista que la que hoy es sin dudas la banda de metal más grande en la historia del género, empezaron desde muy abajo.
Con su primer opus bajo el brazo, el paso siguiente fue girar sin parar tocando en cuanto lugar se pudiera. Subirse al escenario transpirar la camiseta y esperar que el boca en boca hiciera lo suyo. Recordemos que el material de la primera etapa de Metallica distaba de ser algo que pudiese llegar a la radio, y que la banda se negó a filmar videoclips para difusión. No fue hasta la edición de «…and Justice For All»(1988), que el cuarteto llegó a la pantalla de las emisoras de TV dedicadas a pasar videos, de la mano de «One» Con los años, de la mano del estrellato del cuarteto, el tiempo le daría revancha a la placa siendo un objeto de culto para millones de fans alrededor del orbe. Aquel que se preste a escucharlo en este presente, notará que el álbum mantiene vigente la furia y excitación que tenía por aquel lejano 1983. Sigue transmitiendo esa frescura de los grandes discos debut de bandas que luego perfeccionan o pulen su fórmula pero pierden lo antedicho.
Escuchando ayer y hoy a esos cuatro pibitos enojados con el mundo y con el estado de las cosas del género que decían abrazar, estaba en el aire esa sensación de que eran una fuerza imparable que venía quedarse con todo. No obstante, a medida que la fama de Metallica fue creciendo, no tardaron en aparecer detractores que lo fustigan por cierta desprolijidad, falta de técnica en las ejecuciones y la mala calidad del audio. Pierden de vista que lo fundacional y gestante no suele ser atildado, ni preciosista. Pensemos en los partos de la historia que generan los cambios sociales. Pensemos en nuestro propio nacimiento, violento e intempestivo. El arte y la cultura se mueven también con esa dinámica. Al tablero se lo patea, no se lo corre amablemente pidiendo permiso. Escuchando “Kill ´Em All” cuarenta años después, todavía se puede ver al tablero volando por los aires con la misma furia de entonces
Porteño, cincuentón, melómano, cinéfilo, amante del whisky y la cocina. Licenciado en comunicación, fue agente de prensa en organismos públicos, se desempeñó como productor e investigador periodístico en Arte Canal y participó como redactor de los suplementos “No” y “Turismo 12” de Página/12 y de la versión impresa de Madhouse. Como Do Carmo, baterista frustrado, padre de dos rubias y hombre librepensador.