La pregunta del millón: ¿fue «For Unlawful Carnal Knowledge» (título cuyas siglas forman una de las palabras más infames de la lengua inglesa) el primer paso en falso de la era Sammy Hagar de Van Halen? ¿O fue el movimiento preciso de regreso a las fuentes que la banda necesitaba hacer? En su noveno álbum, el tercero con su segundo cantante, el cuarteto californiano abandonó los teclados y la experimentación de géneros -en los que se apoyó gran parte de sus álbumes previos- en favor del rock puro. Hoy, a tres décadas de este lanzamiento, recordamos la historia de su creación y analizamos su legado:

Un recorte de prensa del primer show de Van Halen con Hagar, el 27/3/1986 en el Hirsch Memorial Coliseum de Shreveport, Louisiana, EE.UU.

Corría 1991 y si bien el hard rock aún seguía en la cresta de la ola en términos de ventas y popularidad, con la entrada a la nueva década vendría una cultura mucho más despojada de la opulencia y el culto al estilo de vida artificial y derrochador de los ochenta. El muro de Berlín había caído y el mundo volvía a ser, otra vez, uno solo, por lo que ya no era necesario ostentar el estilo de vida occidental en los medios masivos como para educar a las nuevas generaciones acerca de los privilegios materialistas del estilo de vida capitalista. Con este hito como antesala, los noventa se perfilaban como años de paz, mayor conciencia y, también, por supuesto, por la llegada de la globalización.

Una de las primeras fotos de prensa de Van Halen o Van Hagar (como prefieran)

Como era esperable, el arte -en este caso la música- no fue para nada inmune a estos cambios. Y las bandas comenzaban a presentar una estética sonora más despojada y directa, que dejaba un poco de lado la grandilocuencia ofrecida por teclados y sintetizadores y daba lugar a un sonido más directo, compacto y menos procesado por efectos. El desafío para las bandas de hard rock era el de entrar a la nueva era abandonando, en muchos casos, gran parte de sus argumentos diferenciales y vendedores. Por supuesto que esta apuesta dejó a varios en el camino…

«OU812», cuyo título puede leerse como «Oh, you ate one too» (oh, te comiste uno también), aparentemente una joda de Hagar en relación a «Eat ‘Em And Smile», el álbum de David Lee Roth. Sí, había mala onda entre todos.

Pero no estamos acá para hablar de esos varios, sino de uno. ¿Acaso en lo musical había artistas más identificados con los ochentas que Van Halen? Si lo había, definitivamente eran pocos. Su álbum anterior, «OU812», fue tan bien recibido a nivel críticas y público como todos los que vinieron luego del galáctico «1984», otorgándoles nuevamente un número uno en ventas en los States. Esta vez, el desafío era doble: por un lado, entrar a la última década del siglo y repetir el éxito comercial de sus hermanos mayores, el mencionado «0U812» y el previo «5150», ambos discos grabados con su ya-no-tan-nuevo cantante, Sammy Hagar, tras el alejamiento del carismático David Lee Roth.

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UNA VUELTA A LAS RAÍCES. Al instalarse nuevamente en el estudio casero de Eddie, la decisión fue deliberada y unánime: una vuelta a las raíces rockeras que invariablemente traería como consecuencia un recorte casi total en el uso de teclados, en favor de recuperar la preponderancia de los riffs de guitarra. Con ese plan a seguir, recuperaron a su productor legendario, Ted Templeman, quien había estado tras la consola de grabación en todos sus discos hasta que se alejó tras la salida de «1984». También contrataron a Andy Johns (fallecido en 2013) como su ingeniero de sonido, un veterano de mil batallas que no carecía de pergaminos: el tipo había trabajado nada menos que con Led Zeppelin, Free y The Rolling Stones. Así que si alguien podía darle caballos de fuerza a la música de Van Halen, definitivamente ese era él: “Lo que Alex realmente quería era sonar como Bonzo”, declararía más tarde Johns. “Recuerdo la primera vez que tocó para mí un fill de ‘Stairway To Heaven’ y me dijo: ‘Quiero sonar así’. Yo le dije: ‘Sí, claro, no hay problema’. Así que empezamos desde ahí y nos tomó mucho tiempo”.

Andy Johns y Eddie Van Halen: dos figuras que se extrañan

Cuando Johns hablaba de bastante tiempo, definitivamente no exageraba: la banda pasó casi un año componiendo, grabando y produciendo el disco, más precisamente entre marzo de 1990 y abril de 1991. Algo totalmente fuera de lo común para los grupos en esa época, dado que los maleantes de las discográficas presionaban a sus estrellas a sacar discos con la mayor frecuencia posible para, por supuesto, facturar más. Sobre la duración de las sesiones de composición y grabación tan largas, Sammy Hagar le dijo a la revista Melodic Rock: «Queríamos hacer nuestro disco definitivo y todo estaba funcionando bastante bien pero voy a decirlo de una vez: El único problema con la banda en ese momento era que éramos holgazanes”. Y continuaba: “Eddie y yo estábamos en cualquiera, comprando autos todos los días y corriendo carreras en la costa del Pacífico; ya sabés, pasándola bien y sin querer ir al estudio a trabajar, así que esa es la razón por la que el album se demoró tanto. Pero al final, fue un gran disco.»

VAN HALEN A LA OFENSIVA. La idea del nombre del disco surgió de Hagar, dado que el cantante se proponía exponer lo que era la censura usando un insulto fuerte como nombre del álbum, para desmayo del puritano Alex. «Eso sucedió porque en ese momento la censura era todo un tema», explica Hagar. «Por eso quise llamar al álbum simplemente Fuck». Oportunamente, el boxeador Ray «Boom Boom» Mancini le informó a Sammy que la palabra era en realidad el acrónimo de «For unlawful carnal knowledge» («conocimiento carnal ilegal», en castellano), frase que la banda terminó eligiendo como título del álbum. Sin embargo, hoy la mayoría de los fans se refieren al álbum simplemente como «Fuck», para abreviar (!)

Una de las remeras oficiales del tour promocional de «F.U.C.K.», que terminó llamándose «Fuck N’ Live». Qué tanto ni qué tanto.

Y a tono con la maldición del título, que implicaba rockear sin que nada importara un… f.u.c.k, el pulso rockero recargado se siente desde el primer taladro contra la guitarra de Eddie en “Poundcake”, auténtico cañonazo que abre la placa con un riff crudo, una batería durísima y un Hagar pelando al tope de sus capacidades. Una canción tan ganchera como agresiva resultaba la apertura perfecta para el disco que les enseñaría rock puro y duro a las nuevas generaciones (otra vez). Ni lerdo ni perezoso, “Judgement Day” es una canción rápida, pegadiza y ejecutada magistralmente por Eddie, con un Hagar verdaderamente pletórico.

Le sigue el aire groovy de «Spanked» con una batería que va por detrás del tempo de la banda, dándole esa sensación de pesadez y arreglos funky. El siguiente corte, «Runaround» es un hit inmediato, creado y parido para sonar interminablemente en las FMs de todo el mundo y, por supuesto, en mamá MTV. Las canciones gigantes se acumulan a lo largo del tracklist: “Man On A Mission” retoma esos riffs de guitarra arpegiados tan característicos de Eddie, que antaño encontrábamos en temas como “Ain’t Talkin About Love”; por su parte, “Right Now” es otra canción grandiosa, la única que no tiene guitarras sino que está compuesta sobre la base de un teclado, o el mismísimo cierre, con ese clásico instantáneo que es “Top Of The World” (con Steve Lukather de Toto como invitado estelar), que no podría ser más brillante y acertado.

FINAL A TODO F.U.C.K. Si bien todo el álbum denota a las claras que la banda aún poseía esa chispa sagrada que hace grandes a los artistas, no es menos cierto que el proceso de grabación y composición estuvo lejos de ser pacífico. Años después de la separación de la banda, Eddie reveló que Sammy Hagar no quería trabajar con Andy Johns y que grabó las voces con Templeman. Hagar, por su parte, había tenido una pelea con el sello que casi termina en instancias legales porque el cantante se negaba a filmar el video promocional del tema “Right Now”… Cabe acotar que el álbum fue bien recibido por sus fans, convirtiéndose en multiplatino y vendiendo hasta la fecha la nada despreciable cifra de tres millones de discos, obtuvo críticas mixtas al momento de su lanzamiento, siendo en su época tildado de monótono y poco inspirado. A Van Halen aún le quedaría un disco más para completar la era con Sammy Hagar en las voces, pero esa es otra historia. Hoy les dejamos esta para que conozcan, disfruten, compartan… ¡y también escuchen!

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