Cuando todo era nada en el mundo del rock pesado, El Reloj comenzaba a forjar su leyenda en el Oeste bonaerense, de la mano de un sonido potente y un vertigo rítmico que hizo historia. Celebrando en la ruta su medio siglo de carrera, y con un presente que -gracias a su inclusión en la banda de sonido de la serie «El Eternauta»- los tiene más vigentes que nunca, nos pusimos en contacto vía Zoom con su bajista, cantante y fundador Eduardo Frezza -quien sigue al frente del grupo junto al otro miembro histórico, el guitarrsta Osvaldo Zabala- para esta charla que te va a dar a alguien más en quien confiar.

Pasó más de medio siglo de la formación del grupo y las canciones de El Reloj hoy están más vigentes que nunca. ¿Cómo definís este presente de la banda?

Muy activo y con muchas sorpresas. Emocionalmente es maravilloso lo que estamos sintiendo, porque es un reconocimiento muy grande a la banda original y a todo lo que se hizo después. Gracias a la difusión que tuvimos en «El Eternauta», la gente que no nos conoce empezó a descubrirnos, acá y en otros países también. ¡»Lo viejo funciona» como dicen en la serie! (Risas) Tenemos de acá a fin de año una serie de recitales bastante importantes, como la del próximo 4 de julio en el Roxy Live, y estamos haciendo un disco nuevo, del cual vamos a adelantar algunas canciones

Además de Osvaldo y vos: ¿quienes integran este Reloj 2025?

En la batería tenemos a un capo: Maxi Zabala, el hijo de Osvaldo, quien aprendió mucho de Juan Espósito (N: baterista original de El Reloj fallecido en 2016). El nuevo tecladista es José Sammartino, un pibe excelente que es maestro de música, y después tenemos otro nuevo integrante Alexis Fillerin, que tanbién es el guitarrista de Moral, la banda de Maxi.



Me imagino que para esta etapa de la banda, es importante el vínculo entre ustedes para seguir adelante con el legado de El Reloj…

Aparte de tener talento, son pibes que están felices y se les notan las ganas de de tocar temas que tienen una estructura algo complicada, dentro de lo que es el hard rock y el rock sinfónico.

¿Y cómo hacen para que esas diferentes estructuras fluyan dentro de un show?

La clave es saber combinar bien los finales con el tono del siguiente tema, porque cada uno tiene su onda. Y después también tener en cuenta la velocidad de cada tema. Nosotros arrancamos con algo bien potente, y después en el medio vamos mechando algún tema más suave y al final de nuevo con algo bien power.

ROCKEANDO A PRIMERA HORA.

A pesar de forjar su legado en el oeste del conurbano, los antecedentes de El Reloj y de Eduardo se sitúan en Rosario, donde el bajista armó su primer proyecto serio: Lágrimas: «con Lágrimas tocamos por todo Rosario y fuimos una de las dos bandas más fuertes de la ciudad junto con Los Angeles Salvajes» cuenta Eduardo. «Hasta que en un momento surgió la posibilidad de grabar en Buenos Aires y ahí seguimos adelante pero fusionando a los miembros de los dos grupos». El single de Lagrimas -donde Eduardo sólo oficiaba como bajista- con los temas «Nena Dejame Vivir en Paz» y «Enamorada de la Perdición» les permitió, primero tocar en el BA Rock de 1971 y luego empezar a hacer una carrera en el circuito porteño, ya con el Bocón Frascino en la guitarra, quien, al recibir al poco tiempo la oferta de Luis Alberto Spinetta para sumarse a los incipientes Pescado Rabioso, recomienda en su lugar a Fernando «Willy» Gardi. La leyenda de El Reloj había nacido

Con El Reloj hacen algo muy común en la época: primero graban un single y después viene el LP. Es por eso que hay dos versiones diferentes tanto de «Alguien Más En Quien Confiar» como de «Blues Del Atardecer»…

Es que siempre estábamos investigando cosas nuevas. Y cuando llegamos al estudio para grabar el LP, encontramos un piano Steinway que fue el que usamos para la apertura de «El Viejo Serafín; y un melotrón que tenía un sonido largo, medio orquestado. Y decidimos usarlo en la nueva versión de «Blues Del Atardecer». El simple tiene sonido de órgano Hammond, y la versión del LP tiene sonido de mellotron.

…y con ese disco empiezan a forjar un un público que los seguíría por todos lados, sobre todo en el Oeste…

En el Oeste fuimos una explosión, desde el primer recital que hicimos en el Cine Monumental donde metimos 1200 personas y quedó gente afuera. Se puso difícil, porque los tipos querían entrar y empezaron a romper cosas (Risas) Y también tocamos en la Plaza del Cañón, un lugar muy identificado con la banda, sobre la que pronto va a haber novedades.

Y la convocatoria fue creciendo, llegando incluso a tocar en el Luna Park…

¡Metimos 7000 personas, fue muy groso! Me acuerdo que arrancamos con Willy tocando el violín con un reflector blanco qe lo iluminaba. ¡Había un silencio que no volaba ni una mosca!, Y cuando arrancó la banda, fue espectacular. Lástima que no había celulares para filmar, y no nos quedó el registro.

En esa época la difusión era muy de boca en boca…

Todo comenzó con un afichito, que habíamos dibujado con Willy y que tuvo mucho impacto. Entonces, cuando vinieron a ver a la banda, al publico le encantó, fue algo explosivo que se fue difundiendo

¿Y qué pasó que no pudieron mantenerse juntos después del Luna Park?

Lo que pasa con todos los hermanos, que a veces se agarran de los pelos, pero nunca se pelean del todo. Estábamos saturados, porque tocábamos muy seguido y arrastrábamos entre 5000 y 6000 personas. ¡Una locura para la época! Pero después hubo un problema en Capital porque no transamos con cierta gente, y nos convertimos en una banda independiente. Alquilamos un micro y salimos de gira con otras bandas importantes de la época: Polifemo y Alma y Vida, ¡Fue inolvidable! Pero eso llevó a un momento de saturación entre nosotros que nos hizo saltar la térmica. Todos eramos muy temperamentales, ¡todos italianos! (Risas)

EL RELOJ EN LOS ’90

DEL CREPÚSCULO AL (BLUES DEL) ATARDECER

A partir de ahí, la historia de la banda se bifurca, con diversos proyectos que incluian el nombre de El Reloj (a veces propulsados por Gardi, otras por Espósito y el tecladista Luis Valenti) pero nunca incluyendo a los cinco miembros clásicos, hasta mediados del ’90 donde los planetas se alinean, la banda se reune y editan «Santos Y Verdugos» en 1994 . «Ese disco lo grabó Gustavo Gauvry, en Del Cielito Records. Recuerdo que simultaneamente los Redondos estaban grabando ahí, pero hacían rancho aparte, no había mucho contacto, salvo Willy con Skay» hace memoria Eduardo. «Sacamos el disco, pero al poco tiempo volvieron los mismos conflictos de antes. Pero esa experiencia nos dejó un gran aprendizaje: seguir haciendo lo que sentís. Y cada uno fue haciendo discos por su cuenta. Yo hice tres -uno inédito- con mi proyecto Cronología«.

Luego de esa separación, nuevamente El Reloj bifurca sus caminos, pero esta vez sin Willy Gardi fallecido tragicamente en un accidente en 1995. Los miembros sobrevivientes continuaron adelante sin Frezza pero con diversos cantantes y bajistas hasta los fallecimientos, primero de Valenti en 2004 y posteriormente de Locomotora Espòsito en 2016. Hasta que Frezza y Zabala reflotaron el nombre para seguir adelante con la leyenda hasta el presente.

«Con Zabala nos llevamos muy bien. tenemos una buena charla» describe Eduardo la relación con su coequiper «Él no es de hablar mucho, es más de escuchar; pero cuando habla dice cosas concretas; en cambio yo soy más expresivo. Hubo un conflicto con el nombre que finalmente pudimos resolver y ahora nos consideramos hermanos. Son 50 y pico de años juntos, ¡hasta aprendimos a pelearnos!»

¿Qué podemos decir sobre el futuro de la banda?

¡Qué hay Reloj para rato!

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