Soda Stereo, Fricción, la banda de Charly García, Los Siete Delfines… la carrera de Richard Coleman fue parte fundamental de las últimas cuatro décadas del rock local, algo que se mantiene firme con el lanzamiento de «El (in)Correcto Uso de la Metáfora», su quinto disco de estudio como solista de flamante publicación. Con todos estos temas en carpeta, citamos a Richard en New York Dogs, la panchería rockera por excelencia para una nota que no tiene desperdicio.

Richard posando post charla con MADHOUSE

Arranquemos por «El (in)Correcto Uso de la Metáfora». Te tomaste casi ocho años para sacar nuevo disco…

Tenía un ritmo de trabajo donde cada dos o tres años ya buscaba salir con material nuevo. Me defino como un constructor de álbumes, más que de canciones. Así que para el 2020 ya tenía el proyecto de empezar a trabajar en un álbum, después de «F.A.C.I.L» que había salido en 2017… pero me pasó por arriba la energía oscura del momento pandémico, de no saber para dónde arrancar. Recién en el verano del 2021 me junté con Dani Castro (N: bajista de su banda y ex compañero en Fricción) como para mantener el ejercicio compositivo, y ahí salió «Humanidad» que decidí sacar como single, algo que solía hacer con algunos covers como «Drive» de The Cars por ejemplo. Lo mismo pasó con «Arañas Bebé», que fue parte de un experimento de sonido que estaba haciendo. Además estaba con el proyecto de Soda Stereo (N: se refiere a «Gracias Totales», la gira reunión del grupo con Charly Alberti, Zeta Bosio y numerosos músicos invitados) que se había interrumpido con la pandemia, y me había quedado el compromiso pendiente. Y después había que volver a arrancar con la banda y realmente no encontraba ni un momento ni un estímulo para hacer un álbum.

Hasta que se alinearon los planetas...

Entre enero y febrero del año pasado la cosa se veía bastante oscura a nivel producción de shows, entonces decidí enfocarme en grabar un disco, como una energía reactiva de hacerle frente a la situación y decir «Estoy acá, soy un artista»

Y ahí empezaste a pensar en el disco…

Me pareció bien pensarlo como un objeto, porque el proyecto definitivo iba a ser el vinilo: ocho temas, cuatro por lado. Me propuse no generar material de descarte, y empecé a sentir que podía arrancar desde un sonido original mío, a partir de cuatro o cinco pedales que usaba en los ’80. Así que empecé a probar acordes abiertos, de cuarta suspendida, tipo Andy Summers que te permiten una melodía muy amplia. Con eso en mente rescaté un par de bocetos del 2020 que nunca habían evolucionado y me sirvieron para apoyarme en la construcción del álbum. El primer tema que salió fue «Fiebre»

“Cuando el diablo está en la lengua, mejor ni hablar/ a este diablo y su violencia habrá que callar” («Residencia»)

A nivel lírico lo noto más enfocado en el contexto social actual. Por ahí tiene que ver con esto que vos mencionabas del momento en donde empezaste a pensar en la idea del disco…

Sí, sin dudas el contexto se filtró en el concepto general del disco. Yo no soy un cronista, pero no te podés escapar de la situación socioeconómica. Desde 2020 que tenía la necesidad de hacer un álbum oscuro, no solo musicalmente sino incluyendo el genero literario, el horror, el humor y el costado romántico de lo oscuro también. Entonces no costó demasiado empezar a metaforizar. Es como que las palabras se acomodaron y resuenan algo que no es lo que fundamentó la canción. Eso me pasó por ejemplo en «Residencia» donde no estoy hablando de lo que todos piensan, pero me encanta que todos piensen que estoy hablando de eso (Risas)

La oscuridad es algo que se vincula a vos desde siempre: pero en este álbum también hay glam, hay rock, hay cosas más melódicas; es un disco que refleja todo lo que fue también tu carrera.

Es totalmente cierto, y me di cuenta de eso recién cuando lo terminé. Desde el vamos estaba esa idea de pensarlo como un vinilo donde la escucha se puede hacer en dos veces: primero escuchas cuatro temas, te servís algo y después escuchas los otros cinco. Y también el disco tiene una resonancia, un audio que emocionalmente repercute en la gente de nuestra generación, como un deja vu, porque remite a los ’80, los ’90, los 2000, los 2010… pasa por toda mi trayectoria sin que sea nostálgico.

No pensar en la nostalgia en el rock hoy en día es ir en contra de lo establecido...

Esa es una de mis luchas, de mis quijotadas. Entiendo el sentimiento nostálgico humano de una persona, pero no la acción marketinera y el uso comercial de eso, para mí es deleznable. Lo que me enorgullece es darle un contenido nuevo a nuestra generación para contarle que no tiene qué irse a escuchar la canción que lo hizo sentir bien hace 30 años, cuando era otra persona. ¡No terminó todo, no te des por hecho!

Aparte artísticamente basar tu carrera en eso también te limita…

¡Como artista es el final! La industria misma te dice: «Vos seguís escuchando lo viejo, que no hay nada nuevo para vos. Y encima tenés que pagar por lo viejo como si fuera nuevo.

A propósito de esto: en el disco aparece como invitado Phil Manzanera, alguien a quien admirás. Pero su participación no remite a Roxy Music…

Lo grosso es haber podido establecer una relación con él en los últimos años, porque es un artista maravilloso. Y tiene que ver con lo que te estaba diciendo, no le iba a mostrar una canción tipo Roxy Music para que hiciera lo que hace siempre, el tipo es un artista mucho más grande. Le dije: «Te mando tres canciones, elegí la que más te guste» Le di canciones que ya estaban bastante avanzadas en la producción, y que tenían todo un abanico de violas. Y a la semana me dice: «Toqué en las tres, porque la verdad que me gustaron todas, la pasé bárbaro, me divertí mucho haciéndolo» Y fue lindísimo lo que hizo, había cosas que a mi como guitarrista no se me hubieran ocurrido.

Y el otro link con el pasado es la reversión de «Entre Sabanas» un tema de Fricción que no fue de los más conocidos…

Mi idea era que el disco tuviese ocho temas, pero cuando estábamos llegando al final me di cuenta que estaba quedando corto. Y había algo del fluir del álbum que tampoco me terminaba de cerrar. Y el momento de componer para mí ya había pasado, no iba a hacer otro tema para rellenar. Y «Entre Sábanas» lo ingresamos al repertorio en el 2023, por esto que te decía que estaba ya carburando un momento más oscuro, y quería oscurecer el sonido de la banda. También tocar con The Cure en el Primavera Sound nos fue girando para ese lado. Entonces la probamos y quedó muy bien. Para mí fue un gran acierto.

RAROS PEINADOS NUEVOS. Richard en épocas de Fricción

Es pleno mediodía de sol en el centro porteño, pero el tema de la oscuridad se cuela en la charla, un tema recurrente desde las primeras épocas de Richard, primero en Siam, proyecto compartido con el recordado Ulises Butrón, para después pasar a ser uno de los tantos cuartos integrantes de Soda, en el comienzo de una relación con Gustavo Cerati que lo acompañaría el resto de su vida, con un mojón fundamental en su carrera: Fricción, banda señera del dark local.

De las bandas dark de la época, Los Pillos y sobre todo Don Cornelio tuvieron una especie de revalorización en los últimos años, pero a Fricción quizás le faltó ese reconocimiento visto a la distancia…

(Piensa) No estoy muy de acuerdo con eso que planteas. Creo que Fricción se transformó en un mito mucho más grande, y tiene un reconocimiento verdadero. No fuimos una banda de hits, salvo la versión de «Héroes» que nos sacó del under, pero Fricción era otra cosa.

En tu etapa solista incluís bastantes temas de Fricción en vivo…

Para mí fue un alivio poder integrar esas canciones, porque para mí lo que vale la pena es el sonido de la banda, que va variando, se va adaptando a la propuesta de cada disco. Y es ahi donde voy rescatando temas de mi repertorio, ya sea de Fricción o Los Siete Delfines que pueden cobrar otra sonoridad, sin perder la esencia.

Y entre la época de Fricción y este presente solista, hay un eslabón que concatena la carrera de Richard: Los Siete Delfines, el proyecto que Richard armó con el siempre díscolo Horacio «Gamexane» Villafañe en un parate de Todos Tus Muertos. Una alianza que teniendo en cuenta la volátil personalidad de ambos, era difícil que durara. «Éramos dos machos Alfa con el Negro» recuerda Richard entre risas. «La verdad es que fue una gran alianza… que terminó literalmente a las piñas»

¿Cuándo se conocieron?

A fines del ’89, y de a poco nos fuimos mostrando algunas canciones y viendo cómo tocaba uno y cómo tocaba el otro. Y ahí decidimos hacer algo, porque teníamos muchos gustos en común, desde Television a Wire o The Birthday Party o Sisters Of Mercy que eran parte de mi nueva genética en los ’80

Ahi ya había algo importante en común…

Y tampoco ninguno de los dos era un virtuoso; nos gustaba tocar las guitarras rítmicas con precisión por un lado, pero también hacer quilombo con las violas. Entonces nos fuimos juntando y la cosa fluyó. Y en un momento las personalidades empezaron a chocar. Desde el principio fue un desenlace que se veía venir. Horacio quería una respuesta más rápida del público, porque para él, Los Siete Delfines tenía que ser un éxito comercial, y para mí no. En eso, fue al revés: ¡yo era más punk que él en ese momento!

¿Y esa tensión se reflejaba en vivo?

¡El vivo era muy explosivo! Me acuerdo que Ulises Butrón cuando nos iba a ver, lo disfrutaba mucho, se cagaba de risa. Me decía: «en un momento de repente los dos aprietan al mismo tiempo la distorsión y todo se convierte en un volcán de acople, distorsión y armónicos». Era una lucha, y de ahí tenía que salir algo bueno.

DALE SALIDA. La primera formación de L7D con el recordado Gamexane (primero desde la izquierda)

Y cuando Gamexane se va, seguís con esa propuesta sonora

A nosotros nos pegó más Sonic Youth que por ahí My Bloody Valentine y toda esa movida. Me gustaba esa cosa imprevista que podía pasar con las guitarras.

Y con ese sonido lograste pasar de costado por todo lo que fue el rock barrial y lo que era el concepto de rock en una época donde se lo bastardeaba un poco…

Eso fue raro, porque en realidad desde el principio sabíamos que queríamos hacer algo clásico… pero teníamos otra idea de lo que era el rock clásico. Algo que tenía que ver justamente con no dejarse llevar por la moda, sino confiar en la propia influencia, y desarrollar un carácter personal. Pero eso fue sufriendo bastantes mutaciones, hasta que en un momento L7D terminó siendo un experimento mío personal.

CON LA MIRADA PUESTA. Richard despuntando el vicio en New York Dogs

Y nadie dudaría de que Los 7 Delfines fue siempre la banda de Richard Coleman. Por eso sorprendió cuando en 2019, los compañeros de la última formación de la banda (Germán Lentino, Braulio D’Aguirre y Diego Soto García) decidieron seguir adelante con el nombre, sin la aprobación de Richard. Una situación que se mantiene hasta el presente, aunque de manera indefinida

¿Te sorprendió la actitud de tus ex compañeros de seguir adelante como Los Siete Delfines?

No, realmente no, Pero no quiero ni hablar de eso.

¿Estás dolido?

No, pero no voy a hablar (firme)

OK te cambo la última pregunta entonces. Después de tanto tiempo en la música: ¿te queda algo pendiente en tu carrera?

(Piensa) Si me hubieras preguntado hace un tiempo, te hubiese respondido que me gustaría hacer un disco con orquesta, o con una sección de bronces… pero ahora estoy muy contento con lo que estoy viviendo y quiero disfrutarlo mientras sucede. Estoy enfocado en la presentación del disco, que va a ser el 27 de septiembre en Niceto. Ojalá pueda invitarlo a Manzanera en algún momento, y hacer algo a la altura de las circunstancias, por ahí el año que viene. Pero me gustaría que este disco fuera muy escuchado.

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