BEAT, MOVISTAR ARENA, 02/05/2025
Hace tiempo y ya empezando a ser también a lo lejos, el rock fue alguna vez sinónimo de una contracultura que buscaba ser vehículo de la reivindicación de posturas vitales e ideológicas de cierta franja etaria (jóvenes y adolescentes). En la actualidad, el agua y los años pasaron inexorablemente bajo el puente modificando el estatus del mismo. Hoy ya no es la expresión musical hegemónica de un sector social, ni tampoco su principal representante. Se ha transformado en un ritmo musical de los tantos que han dejado su huella en la cultura humana, y en ese sentido su público se encuentra muchas veces más cerca de la nostalgia propia de los cuarteles de invierno que de la insidiosa búsqueda de novedades. Esto permite que el querido rock & roll a veces empiece a parecerse a una pieza de museo, a un sujeto plausible de cierta historización enciclopedista que lo desglose por eras y etapas.

Esto explica el porqué de que ciertos artistas ya longevos en el rubro propongan a la audiencia repasar determinado corte histórico de sus carreras. Ejemplos de giras homenaje a discos o etapas emblemáticas de bandas y solistas, abundan. Dentro de esa lógica, es que el proyecto Beat pudo tener forma.

Para poner en contexto al lector desprevenido, la génesis del proyecto se produce cuando Adrian Belew le propone a Robert Fripp, el padre indiscutido de la criatura llamada King Crimson, reunir a la formación que en 1980 marcó el regreso del Rey Carmesí tras la disolución de la banda en 1974.
El plan era juntarse para repasar en directo “Discipline” (1981), “Beat” (1982) y “Three Of A Perfect Pair” (1984), los tres discos grabados por esa alineación. Tony Levin respondió a la convocatoria, a diferencia de Fripp y Brufford, quienes desistieron de participar de la reunión. Sin embargo Fripp dió el visto bueno para que la idea prosperara pero con otro nombre, a tal punto que fue él quien le sugirió a Belew el nombre Beat para denominar a la empresa que iba a encarar. Fue entonces que hubo que recurrir a sustitutos y de la galera aparecieron nombres ilustres. Para reemplazar a Don Roberto, llamaron nada menos que a Steve Vai. Tras los parches que otrora ocupara Bruford lo sentaron a Danny Carey de Tool. Con esos ingresos, la agrupación cambio de identidad: de ser una reunión pasó a ser un supergrupo. El anunció del arribo a Buenos Aires de estos cuatro talentos generó una enorme expectativa entre el fandom argento de KC, que como sabemos es por demás nutrido (dos funciones agotadas en el Luna Park en la última visita de la banda allá por el 2019), lo que se vió reflejado en la noche del 2 de mayo en la numerosa concurrencia que asistió al Movistar Arena, ávida de repasar una de las eras más prolíficas de Fripp y cía.
UNA NOCHE CON LOS HEREDEROS DEL REY CARMESÍ
Eran poco más de las 21 cuando encabezados por Belew los cuatro Beat entraron a escena caminando con paso firme pero relajado, lo que no es extraño. La banda sabía que con el público argentino enfrente, el partido ya lo habían ganado en el vestuario (en este caso, en camarines). La gente los recibió con una ovación que estaba respaldada por otra certeza: estos cuatro se aprestaban a volarle la cabeza al respetable. Con músicos de semejante talla, salvo que ocurra una tragedia artística, la satisfacción estaba garantizada. Para su setlist, la banda viene haciendo una primera parte, luego un intervalo de unos 20 minutos, para volver recargados con un segunda lista de temas y cerrar con los bises (“el prog es rebuscado hasta para hacer las listas de canciones, parece”, dijo sabiamente un plateista por allí).

La primera tanda de canciones abrió con “Neurótica” y le siguieron tres títulos más al hilo del álbum “Beat”. A saber: “Neal, Jack & Me”(el Jack al que está dedicada la letra no es otro que el escritor beatnik Jack Kerouac, y Neal es su colega, Neal Cassady), la más popera “Heartbeat”, y el desfile de arabescos de “Sartori In Tangier”. En el armado de la lista no mecharon prácticamente canciones de los tres discos grabados por el renovado King Crimson de los ’80, prefiriendo en cambio armar bloques para ir repasando disco por disco. “Con “Model Man”, “Three Of a Perfect Pair” dijo presente aportando también a “Dig Me” o la tercera parte de “Larks Tongues In Aspic”, una verdadera saga musical crimsoniana . A medida que iban sucediéndose los temas la noche se perfilaba para ser perfecta en el plano musical.
La etapa de Crimson que revisita Beat es aquella en la cual luego de la caída en popularidad y prestigio que tuvo el rock progresivo a fines de los 70s, Fripp decidió volver a armar el grupo para darle cabida a la influencia que las nuevas tendencias habían ejercido en su música. Las dos más notorias eran por un lado la new wave, palo del que venía Belew en su trabajo con los Talking Heads. La otra, la world music, tan mainstream por aquellos años, movida que llevó a muchos artistas del rock y del pop a hurgar en ritmos exóticos de partes remotas del mundo para la cultura occidental. Pero a pesar de esas novedades dentro de su propuesta, lo que KC no resignó nunca fue abrazar la complejidad. Y hay que decir que pese a ciertos momentos más poperos, la producción de la banda perteneciente a ese período la tiene y en grandes dosis.Por momentos era realmente deslumbrante ver como esos cuatro animales tocaban como si los comandara un único cerebro. Una sincronización perfecta de técnica y, por sobre todas las cosas, una gran química grupal. Experimentos de supergrupos hubo miles en la historia de la música, de los cuáles muchos terminaron siendo un mero rejunte de virtuosos, justamente por la ausencia de esa química.

Para decirlo de otro modo, Beat aprobó el examen en la noche del Movistar Arena tanto a nivel grupal como individual. Porque por supuesto también hubo momentos para que cada uno de los miembros de la banda tenga su lucimiento personal. En ese sentido, es reconfortante ver a Steve Vai encorsetado por el formato de banda, tocando las notas justas cuando la canción lo requiere, sin los excesos pirotécnicos en los que suele incurrir cuando se presenta en solitario. Reemplazar a un grande como Bruford no es tarea sencilla. Haber elegido a Danny Carey fue todo un acierto en ese sentido. El corpulento baterista volvió a demostrar lo que viene dando desde hace décadas en Tool, esto es su capacidad para la polirritmia y tocar métricas complejas. Levin, el único soldado fiel que le quedó a Belew, volvió a demostrar que tanto a la hora de tocar el bajo o el stick, ambos parecen una extensión de su anatomía. El instrumento se somete a los designios del bueno de Tony, que arranca de las cuerdas el sonido que se le ocurra. Por último, hay que mencionar a un Belew intacto pese al paso de los años, dejando en claro que sí hubo una pieza clave para que el “cambio de piel” de aquel KC llegara a buen puerto, esa pieza era él.
UNA DISCIPLINA QUE LLEVA AL ÉXTASIS
“Larks Tongues In Aspic III” cerró la primera parte, dando paso a un intervalo que dejó a un público expectante. Tras veinte minutos de pausa, todos sabíamos que se venía el plato fuerte de la noche. Faltaba repasar “Discipline”, una auténtica obra maestra y sin dudas el álbum más icónico (NDR: besito para mis colegas del staff de MADHOUSE que “aman” el término y su uso) del período homenajeado. Así desfilaron “The Sheltering Sky”, con una percusiva intro a cargo de Carey y Belew, quienes luego dejaron que sea Vai quien se luzca con sus solos; “Frame By Frame” y “Matte Kudasai” (aportando el momento más cancionero del show) y esa maravilla sonora que es “Elephant Talk” (¡cuanto tomó de ahí Les Claypool y Primus!). Para el final, se reservaron la tortuosidad de “Indiscipline”, que sonó más opresiva y esquizoide que nunca. Después de que vibrara la última nota, saludo de los cuatro con los brazos en alto y…, ¿fin?.
Pues no. Por suerte para todos los presentes quedaban un par de cartuchos en esa máquina de matar que es Beat. Y volvieron con una sorpresa que sacudió a todo el estadio. Nada menos que “Red”, tema que da nombre a uno de los trabajos más recordados de Crimson, cuando eran un trío con Bruford y Wetton como laderos de Fripp. ¿Qué decir de la versión que no sea que fue impecable? Pues nada, salvo que fue este el momento más emotivo del concierto, con la gente levantándose de sus butacas para bancar lo que bajaba del escenario. Hubo tiempo para una más y ahí fue “Thela Hun Ginjeet” con Belew estirando la última nota a palancazo limpio como si no quisiera bajarse de las tablas. Después vino el aplauso cerrado, broche final de un show inolvidable que habilita una reflexión. En varias notas pude leer que se referían a Beat como a un tributo a King Crimson. Sinceramente creo que esa caracterización es errada. Es difícil hablar de tributo con dos miembros de aquel King Crimson entre las filas del cuarteto. Diría que más que un tributo, Beat es el alter ego del Rey Carmesí, un proyecto que está a la altura de las circunstancias y que no hace otra cosa que tomar la antorcha que alguna vez encendió Fripp y hacerla arder con una exquisita y virtuosa maestría.

Porteño, cincuentón, melómano, cinéfilo, amante del whisky y la cocina. Licenciado en comunicación, fue agente de prensa en organismos públicos, se desempeñó como productor e investigador periodístico en Arte Canal y participó como redactor de los suplementos “No” y “Turismo 12” de Página/12 y de la versión impresa de Madhouse. Como Do Carmo, baterista frustrado, padre de dos rubias y hombre librepensador.