SAXON, TEATRO FLORES, 08/05/2025

Antes de empezar con la crónica, me gustaría hacer ciertas consideraciones. En términos artísticos, no creo que exista la objetividad. Todos los que percibimos alguna manifestación artística, por el contrario, lo hacemos parados en una determinada subjetividad. ¿Podría el planteo hacerse extensivo a cualquier ámbito de opinión? A las apuradas digo que probablemente sí, pero sería abrir demasiado el tema, cuando en realidad el que me lee quiere saber qué tal estuvo la banda que nos ocupa en su fecha local. Por lo dicho antes, es que me gusta ejercer para con el lector cierto acto de transparencia cuando el artista reseñado tuvo algún grado de importancia en alguna de mis etapas como oyente. Saxon marcó mi adolescencia, como la mayoría de las bandas de la NWOBHM. Pero luego las nuevas tendencias que le siguieron hicieron que perdiera el interés en la banda. Por lo tanto ir a verlos fue una reconectar con un grupo al que hacía rato le había perdido el rastro. Eso hizo que el jueves 8 de mayo fuera hasta el barrio de Flores con más de un interrogante.

La edición de su último álbum “Hell, Fire And Damnation”, hizo que levantara una ceja. Me sorprendió escuchar a una banda longeva pero sonando vital y afilada, casi contradiciendo al almanaque. Es cierto que de los históricos que cimentaron en la década del 80 la reputación del grupo sólo quedan Biff Byford y Nigel Glocker, pero ambos lucen y suenan intactos. Por otro lado Doug Scarratt (guitarra), Nibbs Carter (bajista que luce como un émulo del querido Pete Way de UFO) y Brian Tatler no son precisamente unos pibes.

Como lo señalé más arriba, su último disco lanzado en el 2023 era un muestrario de buenas señales, en el cual sonaban frescos y sin traicionar la historia musical de la banda, lograron sonar aggiornados a este presente que nos toca. La pregunta era entonces si lo que plasmaron en estudio iban a poder reproducirlo en directo. Y la respuesta rotunda es sí. No solamente con el nuevo material, también los viejos clásicos sonaron rejuvenecidos. Clásicos que se hicieron presentes casi en su totalidad por otro lado. Además a modo de yapa, tocaron íntegro “Wheels Of Steel” de 1980, su primer gran disco, el mismo que los puso en lo más alto de la NWOBHM junto a pares de la talla de Iron Maiden, Judas Priest y Def Leppard. pero antes también pasaron cosas sobre las tablas del Teatro.

MI CARROZA MUEVE SUS RUEDAS DE ACERO

Después de arrancar con “Hell, Fire & Damnation” y “Power And The Glory” al hilo, Biff respondió a la ovación de la gente con un: “ustedes nos quieren mucho” en un perfecto español. También desgranaron en esa primera parte del concierto una fenomenal versión de ese temazo que es  “Dallas 1 P.M” (con imágenes en la pantalla de el atentado contra JFK incluidas), “Strong Arm Of The Law” y la siempre climática “The Eagle has Landed”. Terminada esta última, los cinco Saxon dejaron el escenario para volver enfundados en denim y cuero (como no podía ser de otra manera) para repasar, como ya fuera dicho, “Wheels Of Steel”. La recepción del público se hizo más intensa aún de lo que venía siendo. Después de tocar “Machine Gun”, la banda volvió a retirarse para calentar el ambiente en espera de los bises, que fueron cuatro y ¡que cuatro!. Nada menos que “Crusader”, “Denim & Leather”, “And The Bands Played On” y “Princess Of The Night”. Había llegado a su fin un concierto para recordar.

EL VUELO DEL ÁGUILA

Byfford sorprendió con su voz intacta, demostrando que si bien no es un gran cantante, tiene el decir y el tono justo para la banda en la que canta. Es imposible imaginar a Saxon con otro vocalista. Emociona verlo al viejito de Nigel Glocker aporreando la bata como un pibe de veinte, con una ntensidad que no disminuyó en ningún tramo del recital. La dupla de guitarristas también fue una sorpresa, sonando hiper ajustados y dándole a Saxon un sonido muy metalero y más actual que en los discos de las primeras épocas de la banda. Depués de casi dos horas del mejor heavy metal, había pasado Saxon por Buenos Aires, demostrando que el acero cuando es bueno, es inoxidable.

CRÓNICA: Hernán Mariotti

FOTOS: Martín Delgado


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