Corría diciembre de 1997 y celebrábamos en Buenos Aires la tercera edición del Monsters of Rock, festival heavy metal por antonomasia, y MADHOUSE daba el presente, cómo no.

Éramos especialistas en el género como nadie. Habían pasado en los años anteriores Kiss, Slayer (TREMENDO), Black Sabbath (TREMENDÓN), Hermética, Gatos Sucios, Alice Cooper (TREMENDÓNN), Megadeth, Therapy?, Clawfinger (qué banda que ni fu ni fa) y Logos. No, no recuerdo el orden, lo busqué en Wikipedia. Pero ahí estuvimos siempre.


Para este nuevo festival venían Whitesnake, Megadeth, Queensrÿche y los locales eran Riff y Halógena.
La redacción de MH estaba en Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini. Ahí pasamos mucho tiempo muertos de frío y muertos de calor pero eso será otra historia. Paralelamente a trabajar en la revista, colaboraba yo por esos tiempos como traductora e intérprete para MuchMusic. Suena el teléfono en la oficina, era el productor del programa donde laburaba y me pide que vaya volando al hotel, creo que era el Intercontinental de la calle Moreno. Las bandas habían llegado de tocar en Brasil y como gringos que son todos, se habían prendido fuego bajo el sol abrasador sudamericano. Siempre fui la drag queen del lugar y mi portacosméticos era mi pequeña fortuna.


Como sea, este productor me pide que vaya a Casa Tía -sí, Casa Tía, señoros y señoras, nuestro Corte Inglés (?)- a la vuelta de la redacción a comprar lo que fuera necesario porque Adrian Vandenberg, en ese tiempo el guitarrista de Whitesnake, tenía la cara on fire. El holandés no estaba preparado para el incipiente verano austral. Compré cremas, lociones, algo de maquillaje, accesorios y rajé.


“Hi, I’m the make up stylist”, le dije cuando toqué la puerta de su habitación. Hablamos andá a saber de qué, sé que fue muy amable, risueño, lo recuerdo alto y con la piel rosa encendida. Le puse una toalla sobre el pecho porque temía mancharlo con el make up, el polvo volátil que había llevado para bajarle el tono que desplegué con habilidad utilizando unas brochas espectaculares que había aprovechado a comprar en Casa Tía. Le dije que odiaba Brasil, sus playas y su alegría de vivir y se mató de la risa. Me sirvió algo para beber, un té, un agua, no sé, pero quedamos charlando un rato relajados. Hice mi magia y lo dejé listo para salir en cámara.


Esa noche en Ferro andaba por el backstage corriendo de un lado para el otro (siempre eran así los festivales, entrevistando a todos y cada uno sin parar), veo a David Coverdale en un momento parado frente a mí y me quedé mirándolo, me gustaba Whitesnake aunque mi hermana es la true fan y quería contarle algo, lo que fuera que pudiese observar (no teníamos teléfonos inteligentes como para hacer un reel rapidito y subirlo a redes, cosa que por igual lamento y celebro) y me sorprende Vandenberg desde atrás: “Hello, you, the make up stylist”.


El 1º de noviembre toca Adrian Vandenberg en El Teatrito, me avisan si necesitan un retoque.

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