En 2008, Malcolm McLaren, una de las leyendas vivientes del punk rock y arquitecto indiscutido de la fama de los Sex Pistols, finalmente llegó a Buenos Aires, invitado nada menos que por Chandon para presentar su lado artístico en Arteba 2008. Quien suscribe lo entrevistó en aquella ocasión en lo que iba a ser una charlita de cinco minutos y terminó siendo un reportaje memorable, que en buena medida pinta el alma del entrevistado y que hoy 8 de abril de 2021, a once años de su desaparición física, entendí era necesario revivir a modo de pequeño homenaje… Una ocasión ideal para conocer y reconocer a un individuo tan polémico y controvertido como creativo e inspirador y una manera quizá nostálgica de comprobar que entre las ruinas también se hallan flores. (FB)
Artista, manager de bandas, marketinero, estafador, publicista, músico, cuentista, influencer temprano, animador, analista, payaso, visionario… Hay muchas formas de definir a Malcolm McLaren y lo que hace, pero asoma un denominador común: su especialidad es portarse mal, ya desde los tiempos en que su inspiración (y su capricho) convirtiera al hoy mítico grupo Sex Pistols en un descomunal fenómeno de música, moda y estilo en todo el mundo, suceso que aún perdura. Su fascinación por el arte y la moda lo llevó a una larga colaboración artística y romántica con la célebre diseñadora Vivienne Westwood (obra que incluye un hijo, Joseph Corré, fundador de la famosa marca de lingerie Agent Provocateur). En Londres, su boutique más notoria, “Sex”, vendía ropa fetichista customizada y se volvió el punto de partida para la citada banda de rock y el citado movimiento.
El ascenso y caída de los Pistols ha sido largamente documentado y el otrora estudiante de arte evolucionó por su lado; sus andanzas son célebres en el mundo de la música y la moda, pero ahora también se conocerán en el mundo del arte gracias a «Shallow (1-21)», una instalación de su autoría que comprende “pinturas sonoras”, vasto collage armado con una miríada de retazos fílmicos más una banda de sonido pletórica de clásicos del pop. Invitado a la Argentina por Chandon, presentó anticipos de su obra (a esta altura ya estrenada oficialmente en Art Basel, primera feria mundial de arte moderno y contemporáneo, en Suiza) en la feria de arte ArteBA 2008, en la Rural. En el Sofitel Arroyo, elegantemente vestido y dotado de un magnetismo único, tuvo tiempo de hablar de su trabajo, de la cultura pop y del atractivo de vivir entre ruinas…
– Su nueva obra, «Shallow (1-21)» arrancó con un show grupal en la galería neoyorquina 1-20. ¿Cómo nació el proyecto?
-El curador de la galería, Stefan Brüggemann, me dijo que hiciera lo que quisiera, pero que estuviera inspirado por -o incluyera- la palabra «hueco» (shallow, en inglés). Toda mi vida y labores como artista fueron impulsadas por la cultura pop: su espíritu indómito, su glorificación de lo amateur, su psicología grupal, su liberación sexual. Me pregunté qué pasaría si tomaba trocitos de música pop y los unía de modo que describieran esas sensaciones. La «experiencia hueca» de la cultura pop parecía un buen lugar para comenzar. Lo siguiente fue elegir ciertos retratos de gente imaginando, anticipando, esperando, deseando, queriendo, buscando tener sexo. Rebusqué en un archivo de películas sexuales -podríamos usar el término «pornográficas», pero prefiero llamarlas películas sexuales-; luego me concentré en los retratos y apliqué la música a la imagen casi como un collage. Los retratos no pueden hablar y no tienen narrativa. Esta la determina la música, de modo que sus sensaciones y las mías fueran las mismas. Para el nombre tenía, además, un número mágico, el 21, porque hasta esa edad pensaba en otras cosas, pero ahí tuve un hijo y mi vida cambió en cierto modo. Pero hasta los veintiuno yo tenía este tipo de… impulsos inocentes (Risas). Traté de recapturar esa sensación y ofrecer mis mágicos veintiún años a través de estos films. Terminé este proyecto justo antes de venir a la Argentina.
He sido increíblemente haragán. Nunca fui un constructor de imperios, nunca fui alguien preocupado por ser prolífico en un aspecto u otro. He sido una aventura constante.
Malcolm McLaren
– ¿Por qué esta técnica de recortes?
– Me la inspiró el libro “El Almuerzo Desnudo” de William Burroughs, que tuvo un gran impacto en el arte y la cultura pop y eventualmente en la moda, mediante el punk. Esto es consistente con mi estilo y modo de trabajar desde hace treinta años, usando un lenguaje visual y auditivo. Es lo que los medios alguna vez denominaron “punk”, “reconstrucción” o “apropiación”. Terminé todo justo antes de venir a la Argentina. Luego iré a Basilea para develar estos 21 cortos de tres minutos, retratos de gente a punto de tener sexo. Aquí el público los verá por primera vez, antes de que se estrenen en Europa.
-Como artista y como europeo, ¿tiene verdadero valor dar a conocer su trabajo en lugares tan distantes como éste?
-A mi edad, probablemente la respuesta sería «sí». Porque si no lo hago ahora tal vez no lo haga nunca. Y además, hay una… -odio usar esta palabra-una responsabilidad, hay una suerte de responsabilidad como artista de diseminar, exponer, explicar, estar ahí entre la gente. Como dije, darle a la gente algo de la experiencia auténtica que uno es, si es que uno importa tanto dentro de una cultura – y sé que yo sí. Entonces, antes de que la gente reciba esa información de segunda mano, es bueno estar ahí para, al menos simbólicamente, brindar este hecho cultural; aunque fuera para unas mil personas, sigue siendo bastante bueno. Estoy feliz de haber venido a Buenos Aires; quién sabe, quizá nunca retorne… He alcanzado una edad donde realmente necesito trabajar, y mucho. He sido increíblemente haragán. Nunca fui un constructor de imperios, nunca fui alguien preocupado por ser prolífico en un aspecto u otro. He sido una aventura constante. Los artistas siempre necesitan encontrar su camino, su conexión con la cultura. Y aunque estudié bellas artes muchos, muchísimos años, no creo haber encontrado aún mi nicho, mi camino, mi manera. Supongo que por haber estado tan afectado por la cultura pop.
PUNK’S NOT DEAD
– ¿El punk ha convertido el mundo en un lugar mejor?
– No creo. Pero nadie podrá negar que cambió intensamente el aspecto de algunas ciudades. Hizo que Londres pareciera diferente. Fue responsable de crear una ciudad mucho más atractiva, más excitante culturalmente, más activa de lo que era. Una ciudad que cree mucho más en sus generaciones jóvenes, como nunca lo había hecho antes. Eso es un cambio irrevocable. Los ingleses tendrán que asumir algún día que el punk es su contribución más valiosa al arte y la cultura del siglo XX. Lo verán como algo tan fundamental como la invención del auto a motor, tan impactante como una pintura de Picasso. Tendrán que aceptar que el punk fue más sexy que el sexo mismo, y eso cambió las vidas. Todos, desde el manager de banco hasta los artistas, tendrán que reconocer que el punk es la última medida de lo que es cool y la única forma de vender cosas.
– ¿Sería posible que hoy en día surja otro movimiento similar, con el mismo impacto?
– Mucha gente me hace esta pregunta. Creo que la respuesta es que el punk se volvió principalmente una definición para una cultura corporativa, la cual es, en realidad, el mundo en el cual vivimos. El mundo en el cual fue creado el punk era más ingenuo. Los medios no estaban ni cerca de ser tan astutos, tan organizados, tan funcionales como para servir a una cultura corporativa. La globalización no existía en los setenta; se discutía, se debatía, pero no estaba tan controlada como empezó a estarlo desde los noventas hasta hoy. El punk era una moneda de cambio, una estética que estaba ahí para la mayoría de la gente en control de la cultura corporativa actual, era aquello con lo cual crecieron. Encontré que los directores de management y cabezas corporativas, ya fuere en la BBC o en agencias de publicidad, editoriales o marcas de moda, dondequiera que fuera, esta gente creció a fines de los cuarenta, comienzos de los cincuenta; hoy están controlando el planeta y usan al punk como medida para definir lo que es cool. Nuestra mente puede descubrir cualquier producto corporativo, a menos que sea cool; esa es la única manera en que se pueden conectar con las generaciones más jóvenes. ¿De qué otra forma lo harían? No escuchan música, no están inmersos en la cultura popular, no están ahí. Definen todo mediante el punk, y el punk es para ellos como una especie de regla. El punk se ha vuelto algo muy metido en la cultura actual; era inaceptable y en cierto punto lo sigue siendo, pero ni se puede comparar con lo inaceptable que fue alguna vez. Su estilo ha sido digerido, su aspecto subversivo ha sido entendido como un diseño, pueden deconstruirlo y mostrarlo como un diseño antiguo…
Creo que los Sex Pistols eran arquitectos de brillantes desastres: los creamos y manipulamos porque pensamos que eso era creíble. Que tenía integridad. El éxito jamás la tiene.
Malcolm McLaren
– Se lo ve por todos lados…
– Se lo ve por todos lados y es parte de la cultura. Su libertad, la capacidad de tomar tus propias decisiones, esta idea de la cultura del “hacerlo vos mismo” fue muy importante, esto es también parte de un entendimiento en el mundo actual, quién iba a pensar entonces en todo esto…. Hoy el punk está vivo y bien dentro de la cultura corporativa, y también en la web. Si pensás en dónde está el espíritu, está en la web. La idea del blog es en esencia una cosa muy punk, porque podés leer un comentario en el diario pero todos sabemos que los diarios tienen control editorial, sirven a ciertas fuerzas: derecha, izquierda, etc.; si el blog nos dice más verdades, es un gran signo de interrogación. Porque bien sabemos que la web es información y más información, ¿pero cuán cierta es? Dentro de esa data hay una suerte de actitud punk; la web ha desarrollado esta cultura de hacerlo uno mismo, eso estoy tratando de decir. El punk sigue metido dentro de la esencia de las cosas.
UNO MISMO
– ¿Puede decirse que el mayor aporte del punk haya sido esta cultura del “hacerlo uno mismo”?
– Diría que sí. Se me ocurre que sí porque la cultura del “hacerlo uno mismo” es como romper todas las cadenas, liberar a la gente para bien y para mal. Creo que la cultura ha cambiado debido a esta idea… Honestamente, no creo que el arte contemporáneo hubiera sido lo que hoy es sin el punk; no creo que la música sería la misma, ni siquiera las películas, ni la industria publicitaria te vendería las cosas en la forma en que lo hace hoy sin el punk, ¡no creo que estaríamos viviendo del modo en que hoy vivimos sin el punk! El punk le ha dado ánimos a la gente para ir al frente, para pedir lo imposible, podés tenerlo. Hay una sensación así. Sí, podés ser un artista, pero hoy llega un punto donde pensás, ¿qué tan intelectualmente curioso es esto? ¿Cuán emocionalmente conectado estoy con la persona que hace esto? También llega un momento donde tenés que tener un punto de vista. En los setentas fue fantástico romper las cadenas y darle esperanza a toda la nueva generación, pero ahora buscás más. Solía decir, cuando en los setentas me preguntaban lo que era el punk, “¡Sean infantiles! ¡Sean irresponsables! ¡Sean todo lo que esta sociedad odia!” Y te acercabas, no completamente, pero te acercabas. “¡Sean stylish! ¡Sean subversivos! ¡Sean sexy!”… Si podías ser todas estas cosas en un disco, entonces estabas cerca del punk. ¿Ahora qué digo? ¿”Sean intelectualmente curiosos”? ¿”Conéctense emocionalmente”? ¡Puede ser! Cualquier cosa puede considerarse punk, ya no sé qué más decir… (Risas)
CONSTRUYENDO RUINAS
– ¿Cuál fue la esencia del punk? ¿Cuál es hoy día?
– El punk fue considerado una forma de alzarse contra un establishment, cuestionar ciertos valores morales y éticos que tenía y cambiar la cultura, y al hacerlo, posiblemente cambiar la vida. Nada cambió en ese aspecto, creo que la gente sintió que el punk era la solución… No creo que haya sido en verdad una solución, sino una forma de llevar a su fin algo que estaba sofocando la cultura. No podés, realmente, ser lo suficientemente contemporáneo. Ese fue el problema. La cultura, no importa cuán moderna luciera en ese entonces, era incuestionablemente sofocante. Había una sensación de que lo que era nuevo, era algo que no te iba a gustar. Los 60 precedieron al punk y fueron una suerte de teoría de lo nuevo: todo era nuevo, todos estaban enamorados de lo nuevo. Lo viejo lo podías tener por moneditas. Y entonces llegaron los 70, todo cambió, y de golpe… lo nuevo era una mierda. No me gusta lo nuevo. Es como una tiranía. No lo entiendo. No me conecto. Sentías los motores del mundo corporativo rugiendo en la autopista, como chacales, buscándote. ¡De golpe no te importaba que te empujaran, no te importaba vivir en una ruina! En las ruinas había más significado para vos que en lo nuevo. Este fue un cambio fuerte, fue la gran sensación de los setentas. Y de golpe, yo estaba abriendo un negocio, un estúpido negocito en el King’s Road de Chelsea, adorando las ruinas de la cultura. Entre las ruinas yo trataba de encontrar aquello que me interesaba, que no podía encontrar en lo nuevo. Eso fue un gran cambio para mí y el punk representó algo de eso, porque si escuchás al punk, no era algo realmente nuevo sino una adaptación de lo viejo. La idea de no tocar tan bien, de no usar una tecnología, de la simplicidad, de destruir tu identidad, de tirar todo abajo, de vivir y vestir… ¡en ruinas! Ese fue el punto de todo. Era una declaración contra la tiranía de lo nuevo. Fue una curiosa contradicción, que condujo, supongo, a que la gente gustara de la idea otra vez, y digo “otra vez” porque en los lugares que he visitado recientemente, ya fuere en Europa o Inglaterra, noto la sensación del punk en el aire una vez más: hay algo acerca de la idea de que el punk representa no lo nuevo, sino un cierto deseo de mirar a las ruinas y aferrarse a algo que es auténtico, y a veces eso es una ruina. No hay nada malo en vivir en las ruinas. Buenaventura Durruti, el famoso anarquista español, creía en las ruinas. Un hombre de la radio americana lo entrevistó en medio de la guerra civil española: “Mister Durruti, ¿por qué voló estos magníficos edificios?”, y Durruti le contestó: “Si los construimos una vez, los construiremos otra, y esta vez mejor”. No hay problema con las ruinas. Hay que creer en las ruinas. Me gusta esa idea. (Risas)
PUNK PARA VIVIR, FRACASAR PARA SER FELIZ
-¿Por qué se autodefine como «un magnífico fracaso»?
– Cuando estudiaba arte, en la primera clase aprendí algo para toda la vida. Un profesor entró en el aula y nos dijo: “Y bien, supongo que todos piensan que van a tener éxito: pintores, escultores, artistas gráficos, diseñadores de moda” y por supuesto todos asentimos, era algo que uno deseaba escuchar. Y luego dijo: “Bueno, no es así. Ninguno de ustedes lo tendrá”. Nos quedamos duros. “No, ninguno. Lo que van a hacer, todos ustedes, es fracasar. Si alguno piensa que va a tener éxito, ahí está la puerta”. Pasó otro minuto de silencio. No volaba una mosca. Y entonces nos dijo: “Verán, el fracaso no es algo tan malo. Es sólo una larga lucha. Ser artista es emprender un viaje que nunca termina. Entiendan eso. Y tan pronto como hayan llegado a destino, estarán muertos. Insisto, el fracaso es algo que vendrá para ayudarlos, los hará desafiar la vida. Encontrarán una manera de quebrantar las reglas, y al hacerlo así, desafiar la cultura espero, porque es mejor ser un magnífico, brillante, extravagante fracaso que cualquier tipo de éxito benigno”… En ese momento, a mis 18 años, aprendí más de la vida, del camino recorrido y los compromisos asumidos de lo que sabía hasta entonces.
-Fue una gran impresión.
-Claro, me preguntaba cómo iba a hacer para explicar este mundo desde mi limitada visión de clase media y de pronto comprendí que lo que este hombre sugería era un modo muy diferente de ver el mundo. Cuando me fui de la escuela, ocho años después, seguía debatiendo cómo diablos iba a ingresar en el mundo real como un magnífico, brillante, extravagante fracaso; cómo crearía soberbios desastres. Y quizá con eso me acercaba a lo que él entendía era el rol de un artista. Creo que los Sex Pistols eran arquitectos de brillantes desastres: los creamos y manipulamos porque pensamos que eso era creíble. Que tenía integridad. El éxito jamás la tiene. Si alguien es responsable del punk rock y de mi papel en este movimiento, es probablemente aquel viejo profesor.
-Bueno… estoy impresionado.
-¡Ese era el punto! (Risas)
Periodista especializado en artes, espectáculos, gastronomía y cultura pop. Co-fundador de las revistas argentinas Riff Raff (entre 1985-86) y Madhouse desde 1989 hasta 2001. Director del primer fanzine de habla hispana dedicado a Kiss y autor junto a Carlos Parise del libro «Heavy Metal Argentino» (1993).