Corría el tramo final del hoy lejano 1974, y Neil Bogart, CEO del sello Casablanca Records, se estaba desmoronando. Tras nueve años, su esposa se había divorciado de él; por otro lado, Warner Bros., la casa matriz de Casablanca, se había desprendido del joven sello, abrumando a Bogart con una montaña de gastos generales y costos publicitarios. La sede de la compañía, una casa de dos pisos en el Sunset Strip de Los Angeles que Bogart (nada que ver con Humphrey, el famoso protagonista del no menos célebre filme «Casablanca») decoró para que luciera como el Rick’s Cafe de la película, se había convertido en un espacio hedonista inundado de cocaína y Quaaludes. Unos años antes, Bogart había tocado el cielo convirtiendo en estrellas a los Isley Brothers y Curtis Mayfield, cuya banda sonora para «Super Fly» había sido un éxito instantáneo…. Ahora, a los 31 años, el empresario veía, impotente, cómo se desmoronaba su carrera.
EL PLAN MAESTRO. Pero Bogart tenía un plan. Como parte de la separación con Warner Bros., Casablanca heredó un proyecto prometedor: un doble LP de momentos destacados del famosísimo programa televisivo «The Tonight Show Starring Johnny Carson». Parecía un éxito seguro. En 1974, «The Tonight Show» convocaba a 14 millones de espectadores por noche. Un año antes, como CEO de Buddah Records, Bogart había vendido más de un millón de copias de una compilación similar titulada «Dick Clark: 20 Years Of Rock And Roll». Bogart confiaba tanto en el proyecto de «The Tonight Show» que imaginó el álbum como el primero de una serie de cuatro discos de audios del programa, que tenía abundante material a través de los años.
UN FRACASO ROTUNDO… PERO DE PLATINO. Antes de que SoundScan existiera para rastrear las ventas de álbumes, la industria discográfica confería el status de «oro» a cualquier álbum que lanzara más de 500.000 copias. Fue así que el confiadísimo Bogart envió a las disquerías estadounidenses nada menos que 750.000 copias de «Here’s Johnny: Magic Moments From The Tonight Show». Pero resultó que, al parecer, nadie quería escuchar clips de audio de un programa de entrevistas nocturno… El álbum fue un fracaso tan grande que los distribuidores incluso devolvieron por correo sus copias promocionales gratuitas. Los expertos de la industria bromearon diciendo que había sido un lanzamiento de oro y «una devolución de platino». O, como lo expresó el cofundador de Casablanca, Larry Harris, «se fue a la lona con un ruido sordo y sin vida»… A fines de 1974, dadas las circunstancias mencionadas, Casablanca estaba en quiebra. Para pagar los sueldos, Bogart pidió crédito a un casino de Las Vegas (!). El sello parecía condenado. Necesitaba un golpe de suerte, al menos para sobrevivir.
ENTER KISS. Una de las bandas de Casablanca vivía una situación similar. Kiss, por entonces considerado un extravagante grupo de heavy metal de la ciudad de Nueva York, había lanzado tres álbumes en la primavera de 1975. La banda tenía seguidores de culto que adoraban sus apabullantes shows y su potencia escénica. Pero en el momento en que Kiss entraba al estudio, se desinflaban, incapaces de replicar la energía estridente de sus conciertos en vivo. Esto parecía una tarea imposible, claro. Desde su primer concierto en 1973, los cuatro siempre habían actuado con maquillaje estilo Kabuki, disfraces de cuero negro y botas con plataforma. En el escenario, Gene Simmons, el bajista con una lengua de 7 pulgadas, escupía fuego y sangre falsa ante una deslumbrada audiencia. Explosiones de humo y pirotecnia subrayaban canciones rockerísimas como «Strutter», «Deuce» y «Black Diamond». Al final de cada set, el baterista Peter Criss se elevaba tres metros sobre el escenario con su batería montada sobre un elevador hidráulico… Este escenario intimidante desmintió el sonido de Kiss: en aquel momento estban más próximos al pop que al metal, más cerca de David Bowie que de Black Sabbath en el espectro de rock de los 70.
EL ÁRBOL QUE TAPA AL BOSQUE, EL SHOW QUE TAPA A LA BANDA. El espectáculo en el escenario de Kiss era tan excesivo para la época que Bogart lanzó a la banda como cabeza de cartel antes de que el grupo tuviera un éxito legítimo; de hecho, Queen, Genesis y Aerosmith cancelaron sus conciertos junto a Kiss porque nadie quería tocar después de la banda.
Pero si Kiss era un acto circense, Bogart era su director escénico. En las reuniones de lanzamiento, hacía trucos de magia soltando bolas de fuego de su mano (usando un papel especial), declarando que «¡Kiss es magia!». Bogart acosaba a los disc jockeys radiales, a los presentadores de televisión, a críticos y revistas de música, promocionando la marca Kiss. Incluso convenció al grupo de grabar una versión de «Kissin’ Time «, un single del ídolo adolescente de los 60 Bobby Rydell, como un vínculo promocional para un concurso de besos a nivel nacional llamado «The Great Kiss-Off» (!)… Con todo, ninguna de estas movidas funcionó. Y en Kiss estaban hartos. La banda recibió un exiguo adelanto de U$ 15000 por sus primeros tres álbumes («Kiss», «Hotter Than Hell» y «Dressed to Kill») y a pesar de los constantes esfuerzos de Bogart, aún no había visto regalías. Incluso Bogart había producido «Dressed…» él mismo, porque no podía pagar un productor profesional.
REVIVIR EN VIVO. Fue entonces cuando Bogart tuvo una idea luminosa: ¿qué pasaría si Kiss sacase un álbum en vivo? De entrada, sería menos costoso que una grabación de estudio y podría preservar parte del incendiario show en vivo de la banda. En aquellos años, los discos en vivo no se consideraban un producto legítimo; las bandas los lanzaban principalmente para cumplir con los contratos. Pero a Bogart no le importaba. Sabía que esta era su última oportunidad. A Kiss le gustó el concepto. En cuestión de días, Bogart había acordado grabar una gira por varias ciudades, con paradas en Detroit, Wildwood (NJ), Cleveland y Wyoming. Como el CEO no podía financiar la gira por sí mismo, Bill Aucoin, el sufrido manager de Kiss, puso U$300.000 de su propio bolsillo (una pequeña fortuna para la época) que se invirtieron en disfraces, gastos generales y efectos. Para supervisar las grabaciones, Bogart contrató a Eddie Kramer, un estelar ingeniero de audio que había producido álbumes para Jimi Hendrix y Led Zeppelin.
A LA HORA SEÑALADA. El 16 de mayo de 1975, 12,000 personas se reunieron en el Cobo Hall de Detroit, el lugar de conciertos más grande de una ciudad que muchos consideraron la capital del rock’n’roll. Bogart y Aucoin se dedicaron a la producción. Para ir creando clima ante la multitud, un camarógrafo siguió a la banda desde los camarines hasta el escenario, proyectando las tomas en una pantalla gigante en lo alto. Durante la canción «100,000 Years», unos lanzallamas envolvieron a la banda en una cortina de fuego. Y esta vez, la batería de Criss se elevó al doble de su altura habitual. Los conciertos fueron un gran éxito; sin embargo, las grabaciones aún eran mediocres. La energía estaba allí, pero la musicalidad de la banda inevitablemente sufría en su frenética y poderosa pero algo desprolija actuación en vivo. Al final, los ingenieros de sonido sobregrabaron gran parte del material, dato no menor; sin embargo, dejaron intactos ciertos elementos centrales, como las pistas de batería de Criss, las frases al público del frontman Paul Stanley y la furia propulsora de los primeros singles «Deuce» y «Strutter», en los que la energía de la banda se disparaba en respuesta al sonido de miles de fans gritando. El disco en sí fue un logro propio: un álbum doble con una tapa desplegable, que presentaba notas escritas a mano de la banda y las tapas de los discos de estudio en el centro, una iconica foto en la contraportada de dos fans sosteniendo un cartel del grupo hecho a mano, y un brillante folleto a todo color de ocho páginas con un collage central de fotos en vivo.
A TODO O NADA. «Alive!» fue lanzado el 10 de septiembre de 1975. Cinco días después, Aucoin le envió a Bogart una carta final: Kiss había decidido dejar el sello. Desesperado, Bogart, quien recientemente había hipotecado su casa, le dio a Aucoin y a la banda un cheque por U$2 millones para retenerlos (!). Fue entonces que todos se sentaron y miraron el recién llegado ranking de la revista Billboard… y el resultado no tuvo precedentes: en su primera semana, «Alive!» alcanzó el número 9 y permaneció en las listas durante las siguientes 110 semanas, convirtiéndose en el primer disco de la banda en vender más de un millón de copias. A finales de 1975, las principales bandas de rock, desde Blue Öyster Cult hasta REO Speedwagon, de repente se vieron tocando como teloneros para Kiss. Al día de la fecha, «Alive!» ha vendido más de 9 millones de copias, lo que lo convierte en el álbum del grupo más vendido de todos los tiempos.
ALIVE! AL RESCATE. Fue así cómo «Alive!» rescató a Kiss y a Casablanca del fracaso y del olvido. Los siguientes tres álbumes de la banda, «Destroyer» (1976), «Rock And Roll Over» (1976) y «Love Gun» (1977), fueron todos certificados de platino. En 1977, Kiss encabezó una encuesta de Gallup votado como el grupo más popular entre los adolescentes estadounidenses. A finales de los años 70, hubo una avalancha de productos Kiss, incluidos kits de maquillaje, flippers, comics de Marvel e incluso una recordada película para televisión (que hoy la banda no recuerda precisamente con agrado) llamada «Kiss Meets The Phantom Of The Park». Pero el rescate de la banda y del sello no fue el único logro de «Alive!», del cual puede decirse que cambió la industria de la música. «Poco después del éxito, casi todas las bandas de hard rock lanzaron álbumes en vivo», cuenta Greg Prato, escritor de Rolling Stone y autor del libro «The Eric Carr Story», sobre el malogrado segundo baterista de Kiss.
Y amplía: «Algunos de esos álbumes fueron las mejores grabaciones de rock en vivo de todos los tiempos: ‘Live and Dangerous’ de Thin Lizzy, ‘It’s Alive’ de Ramones, ‘Live Killers’ de Queen, ‘The Song Remains the Same’ de Led Zeppelin, ‘At Budokan’ de Cheap Trick…». Más allá de todos los mencionados logros, lo que hace de «Alive!» una obra maestra rockera es cómo captura la esencia de Kiss, una banda de hard rock que debía ser vista -o al menos escuchada- en vivo. «El énfasis en un álbum en vivo es la experiencia en sí misma, específicamente qué tan cerca el disco logra traducir e interpretar la experiencia de asistir al espectáculo», dice el autor y fan de Kiss Chuck Klosterman. “[Alive!] literalmente salta desde los parlantes, te explota en la cara y en los oídos. Suena y se siente como un disco pirata de la más alta calidad».
GRANDES ASPIRACIONES. En última instancia, los excesivos gastos de Bogart (junto con su prodigioso uso de cocaína en la sede de Casablanca), lo llevaron a ser expulsado del sello en 1980. En ese momento, se había convertido en el rey absoluto de la música disco, lanzando grupos y solistas como Village People y Donna Summer. Bogart murió de cáncer dos años después a los 39 años, justo cuando acababa de crear el sello Boardwalk Records y de contratar a la por entonces desconocida y futura diosa del rock, Joan Jett. En las décadas posteriores a su muerte, la icónica banda que ayudó a llevar a la cima continúa con vida. Durante 40 años, Kiss ha seguido elevando kits de batería (aunque con un baterista diferente), usando maquillaje, escupiendo fuego, incendiando escenarios, todo en un esfuerzo por recuperar un sonido imposible… Con «Alive!», Bogart logró crear una quimera. Fue un disco que nunca podría existir en la vida real: compuesto en parte por una auténtica y cruda energía, en parte por sobregrabaciones y «magia» de estudio, el saldo es una obra maestra «en vivo» que resultó mejor que el mejor grupo en vivo en la historia del rock.
Periodista especializado en artes, espectáculos, gastronomía y cultura pop. Co-fundador de las revistas argentinas Riff Raff (entre 1985-86) y Madhouse desde 1989 hasta 2001. Director del primer fanzine de habla hispana dedicado a Kiss y autor junto a Carlos Parise del libro «Heavy Metal Argentino» (1993).